Quién es Ramona Villalba, la mujer qué pasó de lavar ropa en un santuario de Gauchito Gil a millonaria

Su nombre se hizo conocido luego de un doble homicidio en el qué hay 11 detenidos. La familia de las víctimas aseguran que ella fue la autora intelectual.

Quién es Ramona Villalba, la mujer qué pasó de lavar ropa en un santuario de Gauchito Gil a millonaria
Ramona Villalba - Gentileza

Ramona Olga Villalba es una mujer de 56 años que hasta hace algunos años lavaba ropa en el baño del santuario del Gauchito Gil. “Se ocupaba de la limpieza del lugar y también lavaba ropa de algunos puesteros. Era muy humilde”, recordó una puestera.

Según informó Clarín, Villalba es oriunda de Corrientes y trabajaba en Mercedes donde en la década del 90 había un pedido con quince puestos. Con los años empezó a trabajar en el santuario e instaló otros puestos en donde trabajaban sus hijas.

Hace algunas semanas el nombre de Ramona empezó a tomar mayor notoriedad debido al crimen de Sergio Canteros (33) y su padre Julio César (64). Aunque no es parte de los 11 detenidos por la causa la familia de las víctimas exigen su arresto ya que la acusan de ser autora intelectual del doble asesinato.

Es que Villalba sería una de las cuatro personas de la ex Comisión Directiva del Centro que son investigadas por la Fiscalía Federal de Paso de los Libres en la causa que se inició en 2018 por una llamada anónima al 145 que afirmaba que cuatro puesteros del santuario se dedicaban, también, a la comercialización de drogas.

Luego de un trabajo de investigación, las autoridades determinaron que los bienes de Ramona no concordaban con sus ingresos. Eso derivó en otra investigación por presunto lavado de activos, que se encuentra en etapa de instrucción.

Los negocios de la comisión y Ramona

El salto económico de Ramona empezó en el 2013 cuando asumió como presidenta del Centro Recreativo Devotos Cruz Gil, una asociación sin fines de lucro.

Entre los negocios que maneja la comisión están la venta de velas, por ejemplo. Si bien las venden todos los puesteros, la comisión es la única que tiene permiso para quitarlas.

Los visitantes las colocaban en el santuario para pedir sus deseos y cuando se iban, la comisión llegaba, las apagaban por la mitad, las retiraban, las cargaban en una carretilla y las reciclan.

“Se donó un Fiat Duna que apareció trabajando de remís”, contó otro puestero histórico.

“Otro fiel donó una camioneta (Ford) Ranger. Maradona pasó de visita y dejó dos camisetas. Riquelme y su padre, también. El Chino Maidana, Locomotora Castro y Látigo Coggi dejaron sus guantes firmados en el museo. Goycochea regaló sus guantes del Mundial ‘90. No quedó nada. Se vendió todo: botellas de vino, vestidos de quince y de novia, oro, joyas y lo que se te ocurra de valor. Eso sí: la bandera que dejaron los combatientes de Malvinas sigue. Lo que no se puede vender continúa en el lugar”, agregó.

Cabe destacar que los únicos que tienen acceso a las donaciones son los miembros de la Comisión Directiva. Lo mismo con los depósitos en efectivo en las alcancías o por transferencia de plataformas no bancarias.

“Algunos fieles llaman a la Comisión y preguntan qué se necesita y donan efectivo. O se acercan y te dicen ‘quiero donar 500 dólares’. El problema es que el santuario no tiene un baño digno, ni iluminación. Llueve y nos inundamos todos. Y el promesero ni siquiera accede a una parrilla para hacerse un asado. Ni siquiera se contrata a una enfermera: en verano hace mucho calor y viene gente grande. La pregunta es dónde va a parar el dinero”, contó otro puestero.

El doble crimen

“Checho” Canteros, después de discutir durante varios días con los Astarloa y los Villalba (conocidos como el clan) se cansó y derrumbó uno de los puestos. “Lo iba a atender Samuel, que está por salir de la cárcel”, le advirtieron. Ante esto, hizo dos denuncias en la comisaría local y el viernes 6 lo asesinaron de 22 puñaladas.

Dos días después falleció su padre Julio César. Un cuñado de Sergio y un tío de su mujer fueron heridos, pero se recuperaron en el hospital.

Esto derivó en una investigación y con la llegada del interventor los puesteros comenzaron a organizarse. Fijaron normas: se prohibió la música a volumen alto, el consumo de alcohol mientras se trabaja y los precios excesivos. El estacionamiento será a voluntad.

“La política es cambiar la imagen del Santuario, y valorar al promesero. Nos da vergüenza leer sus quejas en redes sociales”, le confía un puestero a Clarín.

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