Cuando un adolescente de 19 años vio llegar a los ocho Dóberman que su padre había criado con los hocicos empapados en sangre se alarmó y de inmediato supo que algo malo le había ocurrido. Su papá minutos antes había emprendido con los animales una recorrida nocturna por la granja avícola donde trabajaba, en Maipú. Así que salió a buscarlo pero dos de sus hermanos menores se adelantaron y lo encontraron agonizando tras haber sido atacado por sus propios perros. Poco después, el hombre de 48 años murió.
Los llamados a la línea de emergencias 911 comenzaron minutos después de las 23 del viernes. Las desesperadas voces del otro lado de la línea alertaban que un hombre había sido atacado por una jauría. Efectivos de la subcomisaría Lunlunta se dirigieron rápidamente al lugar del ataque, una granja avícola ubicada en calle Laprida al 3100, en el distrito maipucino Cruz de Piedra.
Cuando llegaron, encontraron a los familiares de Wilberto Gutiérrez intentando trasladarlo al hospital Paroissien en un vehículo particular. Pero su robustez se los impedía, según confiaron fuentes de la investigación.
La víctima permanecía tendida en el suelo con pocos signos vitales. Las manchas de sangre en su cuerpo y en el piso describían la fiereza de las fauces caninas. A unos metros, los animales observaban, salpicados por la sangre de su víctima.
La médica llegó poco después en la ambulancia 138 del Servicio de Emergencias Coordinado para asistir a Gutiérrez finalmente sólo pudo constatar el deceso. Por orden judicial los efectivos comenzaron a indagar a las personas que viven en el lugar mientras peritos de Policía Científica comenzaban a precintar la escena para realizar sus tareas.
Un dramático relato
Cuando ya habían pasado 30 minutos de la una de la madrugada, el hijo mayor de la víctima fue entrevistado por los pesquisas. El muchacho contó que se encontraba en el ingreso de la granja, donde está ubicada la casa donde vive con sus padres y hermanos, y observó a ocho canes de raza Doberman, y otros de otras razas, con manchas de sangre en los hocicos, por lo que salió a buscar a su padre, quien había salido momentos antes con los animales a realizar un recorrido por seguridad.
Fue entonces cuando sus hermanos lo encontraron tirado en el último módulo del establecimiento, a unos 300 metros hacia el Oeste de calle Laprida. Allí el portón había quedado entreabierto y en el interior había “abundantes manchas hemáticas y marcas de arrastre”, según consignaron fuentes policiales.
Mientras los sabuesos continuaban con sus labores, llegó al lugar el dueño de la granja, un hombre de 65 años, mientras los peritos ya habían constatado que el cuerpo presentaba desgarros y marcas de mordeduras en distintas partes. Los expertos de Científica concluyeron que las heridas externas son compatibles con mordeduras de perro.