“La vocación es el impulso que nos lleva a realizar nuestra mejor versión”, dijo Albert Schweitzer, que algo de esto sabía ya que era filósofo, médico, teólogo y músico. Todo a la vez. Y tal vez en busca de su mejor versión también fueron los policías Antonella Ortega y Darío Frías. La auxiliar primero presta servicios en el Centro Estratégico de Operaciones (CEO) y también es psicóloga. El oficial principal se desempeña en la Unidad Especial de Patrullaje de Capital y es profesor de historia, escritor, comunicador social y andinista. Ambos son ejemplos de efectivos multitasking.
Su voz transmite seguridad y calma. Y, ante una emergencia, eso es clave para ayudar a quien llame desesperado al 911 y a los policías, médicos o bomberos que acudirán al lugar a prestar sus servicios. Su profesión de psicóloga, combinada con su vocación policial, también.
La auxiliar primero Antonella Ortega (35) trabaja en la sede central del CEO, en Godoy Cruz. Pero también en su consultorio. “Lo que surgió primero fue la Fuerza. Ya llevo 16 años dentro de la Policía. Empecé en distintas dependencias hasta que me planteé estudiar algo y empecé con psicología. Después de que me recibí pasé por distintas dependencias, una de ellas fue Sanidad Policial y también fui asesora del GRIS y ahora también estoy dando capacitaciones dentro del CEO”, cuenta la uniformada.
“Me surgió buscar el rol del psicólogo, que no está solamente abocado al consultorio, y dentro de la Fuerza, habitar espacios que quizás antes no se habían pensado”, agrega. Según cuenta, en Argentina la psicología policial no es una especialidad como tal. En cambio, en países en constante conflicto como Venezuela o Colombia, o en países de Europa como España, se da la formación en psicología militar.
“A partir de ir conociendo otros puntos, fue surgiendo la capacidad de escuchar a policías que no tenían una respuesta, o que nadie podía comprender. A veces, el policía que llega al consultorio se frustra porque la salud mental ha sido bastante estigmatizada en la institución, o cuando se animan a ir, se encuentran con un psicólogo que no entiende los pormenores del oficio y se terminan frustrando”, detalla Ortega. Al ser una colega de esos uniformados, la capacidad de análisis cambia para ella.
Capacitar a colegas
“Cuando llegué al CEO pude pasar por las distintas áreas: telefonía, despacho, monitoreo, para conocer qué es lo que se vive y encontrarme con el estrés real. Empezamos a ver que había problemáticas a resolver. El caso de Florencia Romano (la niña asesinada en Maipú en diciembre de 2020) fue trágico y marcó un antecedente que nos hizo empezar a capacitar. Porque, dentro de esa sentencia (a la operadora del CEO que desatendió un llamado que podría haber salvado la vida de la pequeña), la orden para el Estado fue capacitar al personal del CEO y revisar los protocolos de actuación”, repasa Ortega.
Y sigue: “En base a eso surgieron las distintas capacitaciones y estamos abordando un proyecto integral con distintas instituciones dentro de la Policía. Hemos coordinado también con el área de Salud Mental de la provincia para próximas capacitaciones y recién terminamos una con el Centro de Asistencia al Suicida porque consideramos que la atención del telefonista para esa emergencia es fundamental”.
“Si el telefonista no está preparado, esa emergencia no se puede resolver de la manera adecuada e implica costos, no solamente para la población, sino también para el Estado. Ahora terminamos las recomendaciones para la atención telefónica en situaciones de crisis, porque entendemos que es difícil abordar a una persona en esas circunstancias. Hay que entender que el telefonista puede darnos detalles para una mejor resolución y disponer los recursos de manera adecuada ante la situación”, sentencia.
Respecto de si en la Fuerza tienen en cuenta su profesionalización en otra área, Ortega sostiene: “Creo que ha costado y cuesta todavía. La actual gestión que tenemos en el CEO se da cuenta de la importancia que tiene la atención, lo importante de contar con recursos y herramientas, pero otras gestiones han priorizado otras situaciones. Ahora hay consciencia de las problemáticas que se plantean, del telefonista estresado ante una situación, del operador que sufre el estrés postraumático de esa intervención, y a partir de eso se empieza a ocupar”.
La auxiliar Antonella Ortega no se detiene. Casada hace 12 años y con dos hijas, de 9 y 12 años, actualmente está estudiando otra formación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y da clases en la Tecnicatura en Seguridad en la Universidad del Aconcagua. “También hago consultorio particular en San Martín, donde vivo. Y sigo focalizándome en las fuerzas de seguridad. También he colaborado con personal de Gendarmería haciendo capacitaciones. No paro, pero me encanta y lo disfruto mucho”, resume.
“Yo soy policía y psicóloga; no las separo a las profesiones. Esto es lo que me ha formado y me ha permitido amar a esta institución porque, si no, yo quizás me hubiese recibido e ido, y sin embargo, creo que hay cosas por mejorar y hay cosas que podemos aportar desde el lugar donde estamos”, concluye convencida.
Pasión por la historia sanmartiniana y la montaña
Tal vez de niño, cuando se formaba en el Bachillerato Humanista Alfredo Bufano, una escuela de montaña en su San Rafael natal, Darío Frías no supo que la institución moldearía su vida entera. Es que de allí heredó la pasión por la historia y las letras, además del gusto por los viajes y la aventura en la montaña. Hoy combina todas las herramientas aprendidas y las envuelve en un uniforme azul lleno de condecoraciones.
Este oficial principal de la UEP de Capital entró a la Policía a los 18 años, convencido de que con su trabajo ayudaría a su comunidad. Pero siempre fue inquieto y, tras salir del Instituto Universitario de Seguridad Pública con su título de licenciado en Seguridad Pública en 2007 con el mejor promedio de su clase y siendo portador de la bandera del Ejército de los Andes, con distinciones en mérito académico y honorabilidad, Frías siguió estudiando. Así, en el año 2011 se recibió de comunicador social y en 2016 de profesor de historia.
“En mi etapa de formación empecé a querer comunicar algo más”, repasa. Y entonces llegó la escritura, donde volcaba su pasión por las letras y la historia mendocina. Frías debutó en el mundo editorial en 2021 con su obra “El Cruce de los Andes hacia la independencia”, que fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La primera edición se agotó en un mes.
“Ya como escritor, pensé: ‘Esto es lo mío’ y me puse a escribir un libro que se llama ‘Nacidos para no morir’, que habla de los policías que han fallecido prestando servicios en Mendoza desde 1861, en el trágico terremoto, hasta la actualidad. Fui rescatando distintas personalidades y arquetipos policiales que han muerto en forma heroica, que explican la esencia del deber del guardián de la ciudad”, detalla.
“Y en base a mi experiencia en el Aconcagua nació otro libro: ‘Aconcagua, el purgatorio de Dios’, que no sólo es un libro de montaña sino de espiritualidad”, resume quien conoce al Coloso de América a la perfección tras varias expediciones al parque provincial, y después de haber alcanzado la cumbre en 2019 y en 2022.
En octubre pasado, Frías presentó en la Feria del Libro en el Le Parc su más reciente trabajo, “El manual para la buena práctica profesional del primer interventor de policía de Mendoza”, una guía dirigida a mejorar la labor policial en el campo. “La idea es optimizar lo pequeño. Las pequeñas cosas que hace el policía, hacerlas de manera excelente. Mejorar el capital humano y llevarlo a su máximo. Y actualmente estoy terminando mi último libro, que es ‘Cartas para Alejandro’, que le dejo a mi hijo, inspirado en parte en los soliloquios de Marco Aurelio y en el Martín Fierro. Son consejos que le voy dejando sobre distintas cosas”, anticipa, entusiasmado.
En la carrera policial de Frías se destaca su intervención en la detención de organizaciones criminales y situaciones de alto riesgo, como rescates en la montaña. Además, practica buceo y kayak en turbulentos ríos, es papá de Alejandro Ezequiel (2) y su pareja y madre de su hijo, también es policía. “Tengo toda esa rareza, amén de ser policía. Voy combinando todo”, afirma orgulloso y cuenta que ha tenido la posibilidad de dar conferencias a los cadetes el IUSP sobre historia sanmartiniana.
“En estos tiempos de tanta deserción, ¿quién se mete a la Policía? Si no le encontrás el valor axiológico, ¿por qué te vas a poner un chaleco, equiparte con un arma y salir a defender a la sociedad, inclusive riesgo de perder tu vida? Yo soy policía. Mi función y mi psiquis es de policía. Llevo más siendo policía que lo otro. Aunque sí sueño, como lo hizo el Libertador, con tener mi vejez de paz. Es muy noble ser policía”, dice convencido.
Y la emoción lo invade cuando concluye: “Soy policía desde los 18 años, tengo 38. Más de la mitad de mi vida he sido policía, y no uno de cualquier lado, de la Policía de Mendoza, de esta provincia que fue cuna de la libertad de tres naciones”.