“Los días más peligrosos son los de lluvia porque el perfume de “las flores” (o cogollos de marihuana), como los jazmines, se expanden por el aire y traspasan las medianeras. Los “robaplantas” lo saben y salen a buscarlas”, dice F., un trabajador independiente de la Cuarta Este de Ciudad que cultiva artesanalmente un par de plantas de marihuana para su consumo personal, y que fue visitado por un ladrón que le robó el preciado cultivo hace un par de años.
“Es un peligro; parece un chiste pero es un problema de seguridad. Después de eso tuve que poner concertina en el fondo y comprar un perro. Imaginate que entrás a tu casa y encontrás a un “robaplantas” en el patio. Hay gente que ahora, en esta época, guarda las plantas adentro para que no se las roben”, agrega el afectado.
Pero, ¿existen los “robaplantas” o es un delirio producido por el efecto de la marihuana en la mente de los celosos cultivares? “¿Cómo? El año pasado, yo alquilaba una casita en Vistalba y tenía una planta hermosa en el patio. Una mañana me levanto y la planta no estaba. Hasta la maceta se llevaron”, cuenta M., una docente que ahora vive en Godoy Cruz, en una casa sin patio y sin plantas.
G., un sindicalista que vive en el centro, en Ciudad, también tuvo una experiencia similar, hace un par de años: Me voy a trabajar y desaparece la planta que estaba en su máximo esplendor. Ahí me di cuenta: la semana anterior había unos pintores en la casa del vecino. Estoy seguro que fueron ellos*.
Al principio, el robo de plantas de cannabis sativa comenzó siendo casi una anécdota que se comentaba entre los cultivadores. Pero hoy, según puede verse en las crónicas policiales, es uno de los “rubros” más practicados por los delincuentes.
Un negocio rentable
Y se lo practica con cierta sofisticación, logística y temeridad: el martes, por ejemplo, la policía detuvo en Las Heras a dos integrantes de una banda que –con uniformes policiales y armados- hizo ocho falsos allanamientos en casas de Gran Mendoza para robar los electrodomésticos que encontraron a su paso. Pero, en todos los casos, el objetivo era quedarse con las plantas de marihuana que allí se cultivaban.
Se trata de un negocio rentable: un “frasco” de cogollos de marihuana se puede vender en el “mercado verde” en una suma que oscila entre los 15.000 a 18.000 pesos, “según la calidad de la mercancía y la cara del cliente”, explican las fuentes consultadas.
La medida de venta es el “frasco”, es decir un frasco lleno de cogollos de esos en los que se comercializa la mermelada que se vende en supermercados. Si ese frasco se utiliza para fraccionarlo en porros, se puede obtener entre 40.000 y 50.000 pesos.
Por lo general los buenos cultivadores lo hacen en un “indoor”, -un pequeño cubículo en una habitación, con temperatura y luz artificial controlados-; otros, menos sofisticados, lo hacen en los jardines de sus casas, en el suelo o en macetas, ayudados a veces en el cuidado por sus madres o abuelas que tienen “buena mano para las plantas”. Este tipo de cultivadores son personas que usan el cannabis de forma recreativa y para compartir con sus amigos. Generalmente, no venden.
Pero en los últimos años, la policía ha detectado en algunos “kioscos” no sólo la clásica marihuana paraguaya -cuyo valor es de unos 4.000 pesos los 25 gramos-, sino también cogollos y, en el fondo, cultivos de plantas para luego comercializar.
“También hemos detectado en zonas alejadas del gran Mendoza, viveros de marihuana, donde se cultivan una cantidad importante de plantas que, a veces, traspasan las medianeras de las casas”, explica una fuente policial consultada por Los Andes.
En efecto, en marzo de este año, el ministerio de Seguridad, solo en Rodeo del Medio, Maipú, reportó el decomiso de 112 plantas de gran tamaño, en algunos casos se trataba de verdaderos viveros, por la gran cantidad de vegetales.
“Si uno mira los diarios, ve que no sólo la policía está haciendo muchos allanamientos sino que los “robaplantas” está a full. Esto pasa porque estamos en época de floración y cada cual hace su negocio; los cultivadores cosechan; los policías allanan; y los ladrones roban. La legalidad del cultivo terminaría con este circuito que es muy peligroso”, sostiene C., un cultivador de Guaymallén que se dedica a la venta mayorista de electrodomésticos de fabricación nacional.
Violencia extrema
En efecto, en los últimos días se han producido hechos delictivos relacionados con el robo de plantas de marihuana que han generado situaciones de alta peligrosidad.
El viernes pasado, tres “robaplantas” entraron en una vivienda del barrio San Alberto de Guaymallén, ataron a los dueños de casa y arrancaron las plantas de marihuana que allí se cultivaban.
El robo fue bastante aparatoso, los vecinos llamaron al 911 y comenzó la persecución de los delincuentes que se movilizaban en un Renault 11 bastante destartalado.
Los ladrones fueron interceptados en el barrio Cristo Redentor de Las Heras. Allí, algunos vecinos debieron madrugar por el susto: hubo corridas, tiros y golpes en las puertas de los uniformados que pedían ingresar a las casas porque los delincuentes se subieron a los techos. Finalmente, fueron detenidos.
Más peligroso fue el robo de plantas que se produjo el miércoles pasado, cuando un hombre salía en moto de la casa de su hija, en la calle Palestina de Guaymallén.
En ese momento fue abordado por unos sujetos que se movilizaban en un utilitario. Le dispararon cuatro tiros al hombre y luego se robaron cuatro plantas de marihuana.