Nicolás Nahuel Acevedo (34) llegó a Godoy Cruz por el amor a una mujer, aunque la relación no prosperó y por ese motivo decidió volverse a Buenos Aires sin saber que el único bien que había adquirido en tierra andina sería el motivo por el cual Ernestino Funes, Leandro Luján y Felipe Funes lo terminarían asesinando a sangre fría para luego arrojar su cadáver al río Mendoza. Pero tras más de año de investigación, un juicio por jurados los condenó a prisión perpetua.
Juicio y condena
Debieron pasar 18 meses para que la sangrienta muerte de Acevedo encontrara justicia. Respecto a que los tres detenidos fueron los autores del crimen no había dudas, pero el debate estaba puesto en que la defensa pedía que se los culpara por homicidio en ocasión de robo, mientras que el fiscal de Homicidios Gustavo Pirrello, quien estuvo a cargo de la causa, solicitaba que los condenaran por homicidio criminis causa, es decir, que a la víctima la mataron para ocultar otro delito.
Después de tres días de debate bajo la modalidad de juicio por jurados, ayer los tres acusados fueron condenados a la máxima pena del Código Penal. El tribunal popular se inclinó por la hipótesis de la fiscalía, la cual sostenía que a Acevedo lo habían matado para usurparle la casa y hacer creer que se la habían comprado antes de que se volviera a Buenos Aires.
A Mendoza por amor
Acevedo trabajaba en la planta de Ford en General Pacheco, provincia de Buenos Aires, pero dejó todo para venirse a vivir a nuestra provincia con su novia. Tras un retiro voluntario cobró una suma de dinero que le sirvió para comprar una casa en Godoy Cruz, con la única intención de cumplir su deseo de formar una familia. Pero lamentablemente todo se derrumbó en un devenir trágico.
Tras terminarse su relación, el bonaerense tomó la firme decisión de volverse a Hurlingham, su ciudad natal. Allí lo esperaba su padre, con quien iniciaría un nuevo proyecto y para eso puso a la venta la vivienda ubicada en la calle Corrientes al 1400 y su camioneta Peugeot Partner. De ese modo, Mendoza sería un ciclo cerrado para él sin posibilidad de retorno.
De pronto, un día dejó de responder mensajes y llamados, lo que despertó la desesperación de uno de sus amigos que vivía en Mendoza. Fue ese hombre quien radicó la denuncia por paradero y en su testimonio señaló que Acevedo le había confiado que un vecino suyo le quería comprar la casa, pero que no le generaba confianza.
Con ese dato, se realizó entonces un allanamiento en la vivienda del desaparecido. Cuando los uniformados ingresaron se encontraron con todo revuelto y manchas de sangre en la cocina y en la habitación principal. Acto seguido, Pirrello ordenó detener a Ernestino Funes, quien fue señalado por el denunciante.
Sin aguantar la presión, a los días el único detenido confesó que había asesinado a Acevedo y hasta señaló el lugar donde estaba el cadáver, pero no sin antes confesarle al fiscal que había contado con dos cómplices: sus sobrinos.
“Le queremos pedir disculpas a la familia. Nosotros fuimos a robar. Nosotros nunca matamos”, dijeron Leandro Luján y Felipe Funes ayer durante el juicio mientras que su defensa buscaba convencer al jurado de que sus clientes desconocían el plan macabro de su tío.
Pero lo cierto es que, según quedó probado en el debate, a Acevedo lo asesinaron el 10 de febrero 2021 en su casa tras golpearlo con un palo en la cabeza. Luego revolvieron todo hasta encontrar los papeles de la escritura y los documentos de la víctima.
Sin embargo, el dantesco crimen no terminó ahí sino que los tres hombres metieron el cuerpo en su camioneta y lo tiraron entre matorrales a orillas del río Mendoza, a la altura de Blanco Encalada, en Luján.
Cuando regresaban dejaron el vehículo en el barrio Campo Papa de Godoy Cruz, lo prendieron fuego para borrar rastros y se fueron a sus casas, creyendo haber logrado un plan maestro perfectamente ejecutado.