Cuando estaba por terminar la 16° audiencia del juicio por la violación y el asesinato del pequeño Lucio Dupuy, Magdalena Espósito, la madre del chico y una de las dos acusadas, pidió declarar. La imputada lo hizo durante casi 40 minutos y sus palabras, a la luz de lo que sucedió con Lucio, resultaron indignantes.
Espósito comenzó su testimonio contando lo que había hecho el día en que Lucio fue asesinado. En todo momento intentó aclarar que su hijo era “un chico feliz” y que tenían “una vida normal”. En ningún momento esbozó algún tipo de explicación de por qué Lucio tenía heridas de larga data compatibles con una larga tortura según la autopsia del caso: su cuerpito estaba mordido, le habían quemado cigarrillos, lo habían golpeado y lo abusaron sexualmente. También estuvo ausente cualquier clase de arrepentimiento.
“Yo sólo quiero aclara que teníamos una vida normal. Lucio era un nene feliz y estaba contento de estar conmigo. Él quería estar conmigo porque ya había pasado un tiempo lejos mío y él me decía que quería estar conmigo”, dijo Espósito.
La acusada contó que Lucio iba a irse de vacaciones con su padre en ese verano de 2022 y relató, según su versión, una supuesta conversación previa con el chico: “Yo le había dicho que iba a pasar sus vacaciones con el papá y él me había dicho que bueno, porque también quería estar con su papá. Pero que quería hablar conmigo todos los días para que yo le contara que hacíamos nosotras”, afirmó.
La relación de la madre acusada con la familia de Lucio
La mujer habló también de la relación de ella con Cristian, el padre de Lucio, y también de cómo era, supuestamente, el vínculo entre padre e hijo: “Yo nunca tuve problemas con Cristian más allá de que él me haya violentado física, psicológica y económicamente. Yo jamás lo odié, ni tuve un problema con él. Cuando terminamos nuestra relación lo tomé como que había terminado la relación y nada más. Es más, siempre le reclamé que él se preocupara por su hijo y se ocupara de su hijo, que cumpliera su rol como padre”.
En diálogo con Infobae, los abuelos paternos de Lucio, Ramón y Silvia, contaron que, tanto Magdalena como su novia Abigail, les prohibían el contacto con Lucio y que, incluso, les cobraban por hacer videollamadas. “Nos pedían plata. Cuando ella nos escribía para decirnos que Lucio quería hablar con nosotros, ya sabíamos que era a cambio de dinero. En el juicio se exhibieron los comprobantes de las transferencias”, asegura Ramón.
Sobre esto último, también habló la imputada, con una versión completamente distinta: “Con respecto a sus abuelos, lo mismo. Yo nunca tuve problemas con ellos ni se lo negué (a Lucio) a nadie. Jamás tuve ningún inconveniente con que lo vean ni nada de eso. Las veces que han venido para Santa Rosa siempre lo pudieron ver. Nunca puse ningún impedimento para que lo pudieran ver”. Luego agregó que “si no tuvieron más contacto con él, fue porque no se interesaron”.
Ante el Tribunal, contó que tuvo la posibilidad de estar frente al cuerpo de su hijo en el hospital, antes de ser detenida. “Sinceramente esto es algo que me hace mal y, por más que en este momento yo no esté llorando y que seguramente a muchos le parezca mal, yo me mentalicé para, en este momento, ser lo más fuerte posible y hablar lo más claro que pueda para que se entienda. Pero yo a Lucio lo lloro en privado. Me parece que es más humano así que venir a llorar acá delante de todas estas personas que no me conocen y que no lo conocían a Lucio y que dijeron un montón de cosas con respecto a mí, y a mi supuesto rechazo a la maternidad. Yo me ocupaba de él”, aseveró.
Esta oportunidad no fue la única en la que Magdalena habló. En la última audiencia del proceso, la mujer utilizó sus últimas palabras para asumir su responsabilidad en no haber “cumplido” con su “rol de madre”, aunque no habló específicamente de la tortura que recibió Lucio ni especificó a qué roles se refería. Sin embargo, no dudó en culpar al padre por haber estado, según ella, ausente en la vida del nene: “La responsabilidad era de los dos. Tanto mía como madre y el cómo padre. Porque no lo hice sola a Lucio. Lo hicimos entre los dos. Él se desentendió siempre. Lo único que hizo fue pasar en algún momento la pensión alimentaria, pero a mí me pareció siempre importante que el estuviera presente”.
Vale aclarar que Lucio hacia meses que vivía con su madre y la novia de ella en una ciudad distinta a la del padre, dentro de La Pampa. Así lo solicitaron ellas cuando se quedaron con la tenencia de Lucio y decidieron mudarse.
En los alegatos finales, las defensas de las dos acusadas solicitaron las respectivas absoluciones. Por su parte, la fiscalía pidió que sean condenadas a prisión perpetua por los delitos de homicidio agravado y abuso sexual. La querella, llevada adelante por el doctor Mario Aguerrido, adhirió a la postura fiscal pero sumo el agravante de odio de género.
El veredicto será leído el jueves 2 de febrero.