Buena persona, excelente estudiante, alegre y soñadora, así la recuerdan Cristina Mopardo y José Romano a su hija. Dos padres jóvenes, que no pueden evitar perder la voz y romper en llanto al hablar de su hija menor. “La recordamos todos los días. Siempre pesando en ella. Aunque quiera distraerme, siempre ocurre algo que me hace volver a pensarla y me cambia el día”, confiesa “Kitty”, como le dicen cariñosamente, en diálogo con Los Andes y asegura: “No hay palabras para describir lo que se siente: es algo muy pesado, doloroso, muy triste. Es una tristeza que no termina”.
En el comedor de la vivienda está la urna con las cenizas de Flor, a su lado hay fotos, a veces flores y velas. Su cuarto permanece intacto, tal como ella lo dejó el 12 de diciembre de 2020 cuando se fue. En un rincón todavía yacen las valijas a medio hacer que la joven había preparado con tanta ilusión para partir el siguiente año a Carlos Paz, precisamente el 28 de febrero, cuando hubiera cumplido sus 15 años. Ni fiesta ni objetos ostentosos, el regalo que pidió fue un viaje a solas con su mamá. “Le había gustado tanto esa ciudad en el viaje de egresados de séptimo, que me pidió repetirlo, pero con su madre”, recuerda José con notable nostalgia.
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El cuarto de Florencia, intacto, tal como ella lo dejó el 12 de diciembre de 2020 cuando se fue. - Gentileza
“Nos íbamos a ir las dos solas, ya estaba todo listo. Y ahí quedó todo”, resume Kitty, mientras su cabeza no deja de imaginar lo hermoso que hubiera sido esa experiencia. José duerme en la cama de Flor, lo hizo las primeras veces a modo de poder sentir cerca a su hija y desde entonces no pudo volver a dormir en su cama. “La gente me dice que ya saque sus cosas, que desarme la pieza, pero yo no puedo, prefiero que estén, así como están”, asegura.
Aunque en un acto de total valentía, Kitty y “Pela” -como le dicen a José- tomaron fuerzas y decidieron donar parte de la ropa de Flor a los damnificados del último temporal de Bahía Blanca. Ambos sintieron que hicieron lo correcto, por el bien de alguna joven de la edad que tenía su hija cuando usaba esas prendas.
Matías, el único hermano de la joven, se convirtió en papá hace ocho meses de una nena que ha traído luz y alegría a tanta oscuridad. “Tenemos una nietita, nos alegra la vida. Aunque a veces nos confundimos y en vez de decirle Zoe le decimos Flor”, cuentan los flamantes abuelos mientras esbozan una sonrisa.
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Florencia Romano tenía 14 años cuando, víctima de grooming, fue brutalmente asesinada. - Archivo / Los Andes
Hoy en día Flor tendría 19 años, hubiese egresado de la secundaria Alfredo Buffano el año pasado, institución en la que cursaba cuando ocurrió el crimen. “Cuando vi a los compañeros que egresaban me inundó una angustia enorme. No puedo evitar pensar que ella ahora estaría estudiando una carrera y yo acompañándola, como hice siempre”, expresa Kitty.
El femicidio que sacudió a la provincia
El crimen de Florencia Romano fue, quizá, uno de los más atroces de la historia criminal de Mendoza. Tras una semana desaparecida, la joven, víctima de grooming, fue hallada el 19 de diciembre de 2020 abandonada en un descampado en Maipú. Había sido estrangulada, apuñalada, golpeada y quemada por su femicida, Pablo Arancibia, quien arrojó su cuerpo sobre la calle Alsina envuelto en una sábana haciéndole creer al chofer del vehículo que lo llevaba, que era un perro para enterrar.
“Apenas desapareció, en esa semana que la buscábamos, mi hermano lo primero que hizo fue irse al paso Cristo Redentor y preguntar en la aduana si la habían visto, después se fue al Pehuenche, a todos les mostró la foto de Flor con la esperanza de tener alguna noticia de ella. Yo pensé mil cosas en esa semana que la buscábamos, pero jamás me imaginé que estaba muerta”, resumen Kitty entre lágrimas y con un notable dolor en el pecho que la aflige.
“Sigo sin aceptar lo que pasó. Hasta el último día la esperé. A veces hasta siento que no es verdad que se haya muerto y pienso en que en cualquier momento abre la puerta y vuelve a la casa”, remarca entre llanto.
Al verla llorar, José toma la palabra y cuenta lo peor que le podría pasar a un padre que acaba de perder a su hija. “Yo tuve que reconocer su cuerpo ¿sabes lo que es eso para un padre?, no se lo deseo a nadie”, asegura con la voz cargada de angustia y notable enojo al recordar aquel temido momento.
Encontraron un cuerpo en Maipú y Policia Científica investiga si se trata de la adolescente Florencia Romano. José Gutiérrez / Los Andes
El cuerpo de Florencia Romano fue hallado en un descampado en la calle Alsina, en Maipú. José Gutiérrez / Los Andes
Ambos padres, junto a su hijo Matías, no se quedaron quietos en ningún momento. Primero con la intensa búsqueda de la adolescente y luego para pedir que se hiciera justicia por su asesinato. Sus rostros fueron haciéndose familiares para los mendocinos y eso despertó la empatía de la comunidad.
“La gente nos paraba en la calle, nos querían consolar o dar consejos. Muchos se mostraban consternados por lo que había pasado, porque tenían hijas de la misma edad”, recuerda Kitty y asegura que hasta el día de hoy muchas personas se acercan a ellos para extender alguna palabra de aliento, aunque no siempre sirve. “Muchos nos dicen que ya es hora de soltar, de seguir con nuestra vida. Pero para mí, los que dicen eso no saben, no tienen idea lo que es que te maten a una hija”, resalta.
Precedentes y Justicia a medias
La noticia del femicidio de la joven trascendió a nivel nacional e internacional y arrastró con ella un hecho que llenó de ira a la comunidad: la operaria del servicio de emergencias 911, Verónica Herrera, había recibido una llamada de un vecino de Arancibia pidiendo ayuda porque escuchaba gritos desesperados de una mujer. Sin embargo, cortó la llamada y no envió ningún móvil a la casa del femicida.
Eso hizo que, un grupo, mayormente de mujeres, saliera a las calles. Indignadas, marcharon hacia la Legislatura y la Casa de Gobierno para protestar contra el entonces gobernador Rodolfo Suárez, el exjefe de la Policía Roberto Munives y el exministro de Seguridad, Raúl Levrino. Rompieron e incendiaron todo que estuvo a su alcance.
En julio de 2021 se hizo el juicio por el asesinato de Florencia. La Justicia mendocina dictó prisión perpetua para Pablo Arancibia, quien admitió haber sido el autor del crimen. “En las audiencias, el asesino de mi hija ni siquiera me miró a los ojos, no se acercó ni pedir perdón, nada”, rememora José mientras contiene las lágrimas.
En cuanto a la auxiliar Herrera, fue condenada a tres años de prisión y la desvincularon de la Fuerza.
“En lo penal sí, pero no siento que se haya hecho justicia con la Policía, porque no dejo de pensar que si esa auxiliar hubiese actuado como tenía que hacerlo mi hija estaría viva. Todo hubiese sido diferente”, resume Kitty y remarca con mucha tristeza: “Ella estuvo presa en su casa y sólo perdió el trabajo, nada más, pero yo perdí a mi hija”.
Un pequeño grupo de manifestantes que pedía justicia por el femicidio de Florencia Romano incendió la Legislatura de Mendoza on bombas molotov.
Un grupo de mujeres que pedía justicia por el femicidio de Florencia Romano incendió la Legislatura de Mendoza. | Foto: Archivo / Los Andes
Entre otro precedente que marcó el caso Romano fue que el Gobierno de Mendoza debió pagarle a la familia de la víctima la suma de 12 millones de pesos por la falta de ayuda del 911.
“El asesor del Gobierno nos hizo sentir muy mal en el juicio. Nos trató de todo, nos culpó del femicidio a nosotros”, recuerda José respecto a las polémicas declaraciones que hizo en aquel entonces Ricardo Alberto Canet, quien era asesor de Gobierno y había asegurado ante los jueces que la culpa del femicidio había sido de Arancibia en un 50% y que la otra mitad había sido responsabilidad de los padres.
Las lágrimas que brotaban de los ojos de Kitty revelan el dolor sin fin de una madre que recuerda a su hija entre nostalgia, amor y dolor: “Flor era nuestra bebé, nuestra compañía, la más chica de toda la familia. Mimada por todos, era la luz de mis papás y de mis hermanos. Su muerte nos hizo mucho daño a todos”.
“Ya nada va a volver a ser lo mismo. Jamás”, resume José mientras hace un silencio y piensa en su hija.