Del mayorista a los quioscos: cómo funciona el poder narco en Mendoza

Traficantes, distribuidores, dealers, soldaditos, gatos, buches y lobos son los eslabones de la cadena de este negocio. Fuentes de este submundo cuentan el detrás de escena.

Del mayorista a los quioscos: cómo funciona el poder narco en Mendoza
Los operativos policiales apuntan muchas veces a quioscos barriales dedicados al narcomenudeo. Llegar al mayorista es mucho más difícil. / Los Andes

Uno de los casos policiales más comentados en las últimas semanas es el de Abigaíl Carniel (18), quien desapareció el 15 de abril y su desaparición es investigada como un femicidio cuyo trasfondo es el oscuro mundo del narcotráfico. Dos de los tres imputados son Matías “Fido” Díaz y Martín “Chupetín” Márquez, cuyos teléfonos estaban intervenidos por la Justicia Federal desde que el año pasado a “Fido” se lo relacionara con el decomiso de 472 kilos de marihuana, por los cuales su hermana Fanny “Tina” Díaz se encuentra detenida.

Las investigaciones en las que ha estado envuelto “Fido” Díaz incluyen una red de sujetos que pueden considerarse como “narcotraficantes”, “proveedores” y “soldaditos”, lo que permite preguntarse cómo funcionan las organizaciones narcos mendocinas, cuáles son sus códigos y qué rol cumplen en ella cada uno de estos personajes.

Foto:
Foto:

¿Qué hacen los satélites, los buches, los gatos y los lobos de inteligencia en el submundo de la droga? Según explica el comisario Marcelo Rivera, jefe de Narcocriminalidad de la Policía de Mendoza, en primer término hay que hacer una diferencia entre microtráfico o narcomenudeo y narcotráfico.

Un narcotraficante compra droga - cocaína o marihuana- en el Norte del país o en Bolivia, la ingresa a Mendoza para consumo interno o la lleva a otras provincias o incluso a Chile.

Un “dealer” dedicado al narcomenudeo consigue la droga, la puede llegar a estirar y luego la vende fraccionada: la marihuana, en porros -agujitas-, finos cigarrillos que pesan menos de un gramo y valen 300 pesos, y la cocaína en papeles o bolsitas que pesan medio gramo y cuyo valor es de mil pesos o mucho más si la calidad es superior (la llamada “alita de mosca”). Pero el negocio comienza mucho más arriba.

Barrios privados y contactos

Una fuente consultada por Los Andes, que conoce el ambiente del narcotráfico desde adentro, el mundo carcelario y las calles “calientes” de Godoy Cruz, sostiene que en Mendoza deben existir unos cinco o seis grandes narcotraficantes, “mayoristas” u “organizadores”, gente que “vive en barrios privados, que tienen contactos políticos y que son financistas o consiguen un financista para operar”.

En contraste, un abogado que maneja causas por narcotráfico y otra fuente policial consultada coinciden en que “los mayoristas mendocinos podrían superar la docena”. Discretos, salvo por sus ostentosos autos de alta gama y sus vidas de excesos, pocas veces estos personajes salen en los diarios. El más famoso en Mendoza fue Marcelo “Gato” Araya, hoy condenado a 15 años de prisión precisamente por narcotráfico.

Araya lideró una organización criminal que cometió al menos dos homicidios y se movilizaba en un BMW, pero además tenía tres camiones, varias camionetas y autos para llevar droga a Chile y traer mercaderías de contrabando.

El siguiente escalón del organigrama son las segundas líneas, los “distribuidores”. Las fuentes consultadas sostienen que en la provincia podría haber unos 15 distribuidores, gente “a la que los mayoristas le ‘descuelgan’ la droga y se encargan de abastecer a los cientos de ‘quioscos’”, que florecen en las barriadas populares del Gran Mendoza pero también a los dealers VIP, que tienen clientes de alto nivel.

Los distribuidores “son sujetos que viven en barrios de clase media, nunca en barrios conflictivos”, coinciden los pesquisas, y a quienes los mayoristas le “descuelgan” algunos kilos de cocaína o marihuana. Esta droga se paga parcialmente en efectivo o con la entrega de un auto y luego se completa el precio, tras venderla.

Entre mayoristas y distribuidores existe “una extrema confianza”. En el negocio de la droga es mejor respetar los códigos porque siempre “se paga o… se paga”.

El tercer eslabón ya forma parte del narcomenudeo: son los famosos dealers que regentean los “quioscos” que surten a los consumidores.

Por lo general, quien regentea el quiosco reside en la zona y lidera un clan familiar que también participa del negocio. “En un quiosco se puede llegar a mover sumas superiores a los 100.000 pesos pero el dueños se debe quedar con un 30 por ciento”, sostiene una fuente consultada.

La fauna delictiva

Los dealers son sostenidos por los “soldaditos”, jóvenes menores o adultos que reciben unos 3.000 pesos diarios y, en algunos casos, droga para su consumo personal (nunca para revender). Las tareas que debe enfrentar un soldadito, según comenta uno de los abogados consultados, van desde brindarle seguridad al comprador a proteger el quiosco, tanto de posibles incursiones de la Policía (allanamientos o patrullaje) como de intrusos que lleguen con deseos de robar droga y dinero. En este último caso, a estos vigías, ubicados en lugares estratégicos, se los llama “satélites”.

La escala más baja de los soldaditos son los “gatos”, “cachiches” o “pichones”. Sin voz ni voto, estos chicos “de los mandados” hacen entregas a domicilios, “pasamanos” y llevan mensajes que no se pueden ventilar por teléfono, entre otras cosas.

Foto:
Foto:

Además, siguen existiendo los soldaditos de confianza, los “mano derecha”, que cargan algunas dosis de droga, las venden en una esquina, le rinden el dinero al quiosquero y vuelven a recibir nuevas dosis. Estos sujetos también suelen acompañar a sus jefes y llevar algún tipo de encargo importante. ¿Cuántos soldaditos tiene un quiosco? Depende de la demanda y de la conflictividad de la zona, explican las fuentes consultadas.

Otros personajes del submundo narco son los infiltrados o “buches”. “Pueden estar de un lado o de otro. Son policías que logran infiltrarse en las filas del narcomenudeo o que pasan datos policiales a los dealers. A veces, el éxito o el fracaso de un allanamiento depende de su trabajo”, se sincera un investigador.

Por último, se dice que están los “lobos de inteligencia”, legionarios invisibles entrenados en las filas de fuerzas de seguridad (de Argentina o de Chile) que son contratados puntualmente por las grandes dealers para hacer trabajos de inteligencia utilizando herramientas informáticas con el fin de conseguir información específica sobre el mundo narco, de los negocios y las inversiones, de la Justicia y la política.

A este organigrama hay que sumarle los narcos que no respetan los “códigos” y que comienzan vendiendo droga en las calles y que luego consiguen un buen contacto que les “descuelga” droga o bien se relacionan con gente de Bolivia o del Norte argentino para obtener algunos kilos de cocaína de buena calidad que se puede duplicar aquí, estirándola con distintas sustancias blancas y anestésicas.

Hay incluso narcos locales más arriesgados que van a buscar la droga y se encargan de transportarla. Tal es el caso de los mendocinos Juan Carlos Serrano y Nicolás Amaya, quienes fueron condenados recientemente a siete años de cárcel en Salta por transportar, en dos Amarok, 79 kilos de cocaína

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA