María Aida Oliva (52) llevaba dos días desaparecida cuando, en la mañana del 7 de abril pasado, su ex marido confesó ante los investigadores que la había matado y había tirado su cuerpo en Papagayos, en el piedemonte de Capital. Por el femicidio, Mario Castro (55), quien llevaba más de un año separado de su mujer, quedó detenido y ahora pide la inconstitucionalidad del artículo 14 -que prohíbe la libertad condicional a femicidas- para declararse culpable en un juicio abreviado.
La fiscal de Homicidios Claudia Ríos Ortíz imputó por femicidio a Castro y fue trasladado al penal provincial. Un mes después del brutal asesinato de “La Negrita”, como apodaban cariñosamente a la víctima, le dictaron la prisión preventiva a su ex pareja.
Este lunes el acusado decidió confesar su autoría en un juicio abreviado. Pero la posibilidad de que las partes accedan a ese acuerdo quedó postergada, luego de que la defensa de Castro sorprendiera al pedir frente al juez de Ejecución Penal Sebastián Sarmiento que si Castro confiesa ser el autor del crimen reciba el beneficio de la libertad condicional antes de que cumpla los 35 años de prisión perpetua dentro de la cárcel.
Según confiaron fuentes judiciales, la abogada de Castro elevó el pedido ante el magistrado para solicitar la inconstitucionalidad del artículo 14 del Código Penal, el cual dictamina que queda prohibido el beneficio de la libertad condicional antes de las tres décadas y media para toda persona condenada a prisión perpetua por homicidio agravado, como reza el artículo 80. Los femicidios entran dentro de esa categorización.
La audiencia que se llevaba a cabo en el Polo Judicial quedó suspendida y pasó a cuarto intermedio, debido al pedido de la defensa, hasta que el juez resuelva si da lugar a la petición.
Amor de años y un brutal desenlace
“La Negrita” y Castro se casaron muy jóvenes, fueron padres de seis hijos y, después de 30 años unidos en matrimonio, ella le pidió el divorcio pero él no pudo superar esa distancia y cayó en depresión. El martes 5 de abril, la mujer se juntó a almorzar con Ricardo, uno de sus hijos, en su casa del barrio Cipoletti, en La Favorita. Después de eso nadie volvió a saber de ella.
Una de sus hijas radicó la denuncia y todos comenzaron a buscarla. Hasta que, en la mañana del 7, el hombre le confesó a la muchacha que había estado con su madre ese martes en la tarde, lo que despertó cierta sospecha sobre el padre. Sin dudarlo, la mujer fue y lo contó en la fiscalía, desde donde se había ordenado la búsqueda de su madre.
Minutos más tarde, policías de la División Homicidios, junto a la fiscal Ríos Ortíz, llegaron a la vivienda de Castro, quien al verlos les aseguró que él había matado a María y que había tirado su cuerpo en el circuito Papagayos. Sin embargo, esa confesión no tuvo validez legal ya que fue ante los investigadores.
El cuerpo de María fue hallado sin vida entre los matorrales, justo en una zona que los lugareños suelen utilizar de tiradero. Estaba severamente golpeada y había fallecido por un fuerte golpe en la cabeza, que le quebró el cráneo.