Durante años se lo conoció como “El loco” pero el 7 de mayo de 2006 pronunció dos frases que lo marcarían por el resto de su vida y resumieron el crimen que cometió. “Está salado che”, fueron las primeras palabras que salieron de la boca de Mauricio Reyna Mulena luego de apuñalar 29 veces a Luciano José María Redemí (24), cortar un pedazo de carne de la espalda de la víctima, donde tenía un tatuaje, y comérselo.
Acto seguido, lanzó: “Un alma más para mí y no crean que es la primera alma que me como, sólo que de las otras nadie se ha enterado”.
El caso de Reyna Mulena, el “Caníbal de Alvear”, trascendió fronteras dentro y fuera del país. A 14 años de aquel acto de irracionalidad extrema y a 10 años de su condena a prisión perpetua hay detalles casi increíbles, que entonces quedaron sepultados por el sangriento crimen, más la resonante captura de Reyna, que hoy salen a la luz.
Lo más sorprendente de todo, y que pasó inadvertido, es que mientras el “Caníbal” integró la lista de los más buscados durante dos años y ocho meses, resultó que casi un tercio de ese periodo permaneció detenido en una cárcel bonaerense con una identidad falsa.
El crimen
El domingo 7 de mayo de 2006 a la madrugada, Mauricio Reyna Mulena, Luciano Redemí, Sergio Baigorria y un joven de 17 años estuvieron bebiendo en la casa de un amigo y luego caminaron unos dos kilómetros hasta la ex fábrica donde estaba esa especie de aguantadero. Allí continuaron bebiendo “y vaya a saber qué más consumieron”, acotó un efectivo policial. Según el testimonio de Baigorria y del menor, de un momento a otro Reyna Mulena primero noqueó a su víctima y, cuando estaba en el piso, sacó un cuchillo y lo apuñaló en el pecho, la cabeza, los brazos, las piernas. Fueron 29 puñaladas en total.
Después cortó un pedazo de piel de la espalda, donde Redemí tenía un tatuaje, y se lo comió. Cuando acabó la tétrica escena, todos se dispersaron pero un día más tarde Baigorria buscó a Héctor Sepulveda y regresó a la ex fábrica para mover el cuerpo.
En cuanto al “Caníbal”, comenzó escapando al Sur y continuó con un derrotero que lo llevó por distintas localidades del país hasta recalar en Buenos Aires. Permaneció prófugo hasta enero de 2009 cuando lo apresaron.
¿Dónde está?
Lo que comenzó como una causa de tantas en averiguación paradero, se convirtió en uno de los crímenes más resonantes de Argentina.
La madre de Luciano Redemí se presentó en la comisaría 14 de General Alvear para denunciar que su hijo llevaba más de 48 horas desaparecido. “Con los datos que aportó la madre comenzamos a preguntar, hasta que dimos con uno de los que había estado con él esa noche. Era una investigación simple, era un paradero. Pensamos que no era para mucho; es más, ese día salíamos de franco y creo que habíamos organizado un asado. El pibe nos decía que no sabía nada hasta que en un momento se quebró y confesó. Cuando nos dijo que a Redemí lo había matado Reyna Mulena nos miramos a la cara y dijimos: ‘De acá no nos vamos más’”, recordó uno de los policías que trabajó en la Unidad Investigativa sureña.
Ante tamaña novedad, notificaron al juez de Instrucción, Néstor Murcia, y salieron a recorrer Alvear. El único dato hasta ese momento era que habían estado en una pileta que sería de una bodega abandonada.
“Estaban tan dados vuelta esa noche que el pibe no se podía acordar dónde habían estado”, contó un oficial retirado.
En el auto del juez y el móvil de Investigaciones, salieron a recorrer cuanta bodega había en Alvear y alrededores. Pasaron toda la noche buscando y, cuando las opciones parecían agotarse, uno de los efectivos propuso ir hasta la ex fábrica Upaeca en la diagonal Pellegrini. Tapado con unas chapas había un viejo piletón que también era utilizado como aguantadero y para esconder artículos robados.
“Cuando encontramos el lugar, miramos en la pileta y vimos todo lleno de sangre pero nos preguntamos ¿y el cuerpo? No terminaba más, llevábamos toda la noche y faltaba poco para que amaneciera; por eso se decidió esperar a tener la luz del día para continuar”, relató uno de los que participó en la búsqueda.
Con la ayuda de canes y también de uno de los policías que “era muy buen rastreador porque vivió en el campo”, comenzaron a rastrillar las fincas aledañas hasta que encontraron el sitio donde habían enterrado a Redemí.
“No fue un caso complejo en cuanto a la investigación, lo resolvimos rápido pero se volvió más complejo por la trascendencia que tuvo”, comentó uno de los involucrados en la causa.
“El cuerpo lo retiró Policía Científica, no lo vimos nosotros. Pero todos nos preguntábamos lo mismo ¿era verdad que le cortó y comió una parte de la piel? Y fue verdad nomás”, reveló un agente que estuvo presente entonces.
Tenían al “Caníbal” y no lo sabían
Después de cometer el asesinato, Reyna Mulena escapó de Alvear y permaneció prófugo por casi tres años. La Policía lo rastreó hasta la localidad neuquina de Rincón de los Sauces. Ahí trabajó descargando camiones de verdura. Después continuó vagando por el país hasta que recaló en Buenos Aires. Vendía flores en una plaza y vivía como un indigente.
En enero de 2009 lograron capturar al “Caníbal” en el barrio porteño de San Telmo. Fue un trabajo conjunto de la división Investigaciones de Alvear y detectives de Interpol.
Para dar con Reyna Mulena, los sabuesos apelaron a un truco muy habitual en las películas: le ofrecieron a un indigente la mitad del dinero que llevaban para pagarse la estadía (alojamiento y comida) a cambio de información certera.
Cuando finalmente detuvieron al “Caníbal”, casi se los llevan presos a ellos. Como estaban de civil, en vehículos sin identificación oficial y armados, los rodearon varios móviles de la Policía bonaerense. En medio de los gritos y las armas apuntándoles a escasos metros de distancia, sacaron las placas los efectivos mendocinos y también de la Interpol y se calmaron las aguas.
Durante la detención, Reyna aseguraba que era otra persona. La apariencia física en ese momento lo ayudaba. Sin embargo, los policías alvearenses que lo conocían bien no cayeron en el engaño y finalmente el “Canibal” se doblegó.
Lo que descubrieron más tarde los efectivos de Investigaciones no lo podían creer: la treta de “soy otra persona” ya la había puesto en práctica Reyna y le había salido muy bien. En su estadía en Buenos Aires, lo apresaron en una causa por tentativa de abuso y lo encarcelaron. Estuvo tras las rejas ocho meses hasta que recuperó la libertad. En todo ese tiempo nunca apareció en el sistema ni saltó un alerta siendo que estaba entre los más buscados del país.
“No lo podíamos creer, lo buscamos casi tres años por distintos lugares, fuimos a Mar del Plata, a Comodoro Rivadavia, en Rincón de los Sauces. De donde recibíamos un dato íbamos. Era de los más buscados, tenía pedido de captura nacional e internacional. Y después nos venimos a enterar que en Buenos Aires lo tuvieron preso ocho meses y nunca nos llegó nada. Realmente increíble”, reveló un efectivo policial.
Condenas
Para el juez de Instrucción que investigó la muerte de Redemí, tanto el “Caníbal” como Baigorria y el menor eran responsables. Por eso calificó la causa como homicidio agravado en concurso premeditado de dos o más personas y con alevosía. La imputación, en el caso de Baigorria y el joven, fue apelada y cambió.
Así fue como el 27 de agosto de 2008, mientras el “Caníbal de Alvear” continuaba prófugo, la Segunda Cámara del Crimen en San Rafael condenó a Sergio Baigorria a cuatro años de prisión por encubrimiento agravado, también a Héctor Sepúlveda y al joven de 17 años que recaló en un Instituto de Menores.
Para enjuiciar a Reyna hubo que esperar un poco más. En marzo de 2010, un año y dos meses después de ser capturado fue condenado a prisión perpetua por homicidio agravado con alevosía. La sentencia también incluyó que lo declararan reincidente ya que tenía condenas previas por otros delitos.
Sus días en la actualidad
Desde la fecha de detención hasta la actualidad, el “Caníbal de Alvear” lleva 11 años y cuatro meses en la cárcel de San Rafael. Está recluido en el pabellón 11 y por su comportamiento se encuentra en la fase 3 de la rehabilitación.
Es la etapa previa, para cualquier recluso, a alcanzar el período de prueba o salidas transitorias y posteriormente la libertad condicional. Beneficios, estos últimos, que no podrá obtener hasta cumplir con un mínimo de 35 años de prisión. Pero sería difícil la obtención del beneficio por la declaración de reincidencia.
Entre lo que sí pudo lograr dentro de la cárcel Reyna Mulena es concurrir a talleres y hacer trabajos fuera del pabellón. También asiste a la escuela. Todas sus actividades son evaluadas trimestralmente.