Emiliano Fernández sólo utilizaba el Duna blanco heredado de su padre para sus salidas de fin de semana. El vehículo, impecable, era para él una verdadera reliquia. Por eso el lunes pasado partió a su trabajo en bicicleta, como todos los días, muy temprano.
“Loquillo”, así lo llamaban sus amigos, trabajaba en Cuyoplacas, fábrica ubicada en la lateral Este del Acceso Norte, entre Manuel A. Sáez y Pascual Segura, de Las Heras, bastante cerca de su domicilio. Iba en bicicleta, además, porque amaba ese deporte y participaba de un grupo de ciclistas que salía todas las semanas por distintos puntos de la provincia.
Puntual y de conducta intachable en su trabajo, aquel lunes la tragedia se coló en su vida y nunca llegó a destino: un delincuente, presuntamante Héctor Fabián Maravilla (20), alias “Pitay”, le dio un piedrazo mortal en la cabeza para robarle la bicicleta. Emiliano agonizó y finalmente murió luego de dos paros cardíacos una hora después del ataque en el hospital Central.
En su familia y en el barrio no hay consuelo. “Loquillo” era un amigo entrañable, un buen hijo y hermano.
El viernes pasado fue a trabajar contento, como siempre. Apenas llegó al taller, cruzó unas pocas palabras con su compañero Sergio Ruiz, con quien, además, solían juntarse los sábados para lavar los autos y compartir una cerveza en el quiosco de la esquina. “Pobre tipo”, le dijo Emiliano aquel viernes, en referencia al hermano de Sergio, que estaba internado a causa de un accidente con un camión.
“Era un tipo que se preocupaba por los demás, un buen compañero y en estos días siempre atento por la salud de mi hermano. Además, un loco en el buen sentido, por eso su apodo. Siempre bromeaba, amaba salir a bailar solo, era un soltero empedernido. Le encantaban las mujeres pero no los compromisos. Yo le decía que era un bohemio, un solitario, un amante de las mujeres lindas”, lo recuerda este delegado gremial de la empresa.
A las 7 del lunes, Sergio comenzó a recibir mensajes a su celular. “Parece que al Loquillo lo asaltaron. Movete”, le dijo otro de sus compañeros. Pero cuando Sergio salió a ver qué ocurría, Emiliano ya había muerto. “Se me derrumbó el mundo. Todavía pienso que es mentira”, confesó a Los Andes.
La inseguridad en la zona, especialmente con los ciclistas, es moneda corriente. Por eso este lunes habrá una movilización en Casa de Gobierno para reclamar por más controles policiales. También para que el crimen no quede impune.
“Loquillo” era inteligente y sagaz, por eso había conseguido un buen puesto en la fábrica. Empezó de abajo y escaló con méritos hasta llegar a encargado.
Tenía su casa, de rejas negras, siempre impecable, en la calle San Juan, a la vuelta de un supermercado mayorista en el barrio Tamarindos, aunque estaba remodelando su propio departamento. Su mamá solía recibir a los muchos amigos de sus hijos. Le decían “Doña” y siempre estaba sonriente. Cada vez que Emiliano salía con su grupo “Fusión bike” se detenía a mitad de camino para llamarla y decirle: “Viejita, está todo bien”.
Además, era un fanático de las juntadas y los asados. Y el primero en levantar la mano cuando había que conseguir un asador dispuesto. Hasta pedía que le tomaran fotos luciéndose en la parrilla.
“Inauguré mi casa y se hizo cargo de todo”, contó Sergio, para agregar que su amigo se “cansaba” de invitarlo a salir. “Pero soy casado, no tenía las libertades de él”, aclaró.
“Loco lindo”
“Emiliano era un loco lindo que todos quisiéramos tener como amigo. Nunca se mostraba serio ni amargado, hacía bromas todo el tiempo y era un obsesivo del chiste y de la sonrisa”. Profundamente triste y desolado se mostró su amigo Diego Blanco, quien agregó: “Era servicial, le encantaba atender a sus invitados. Era el centro de atención desde su lugar, en la punta de la mesa”.
Emiliano era muy unido a su hermano Gonzalo, quien trabaja en una estación de servicios.
“Parece que la gente buena tiene que morirse. Era un tipo muy comprometido, un laburante. Teníamos planeada la inauguración de su nueva casa, asado de por medio”, apuntó su amigo Diego.
Emiliano era realmente, un “elegido”. Su buena energía jamás pasaba desapercibida.
“Se lo extraña tanto que aquellas personas que apenas lo conocieron están generando una movida en contra de la inseguridad en la zona. Gente que no conocemos se acerca con reclamos y está dispuesta a participar de la marcha. No quisiera que este crimen quede impune. Emiliano no lo merecía”, concluyó Diego, todavía conmocionado.