“Yo a esta altura ya pienso sinceramente que la decapitó. La mató, la descuartizó y la enterró en algún lado”, afirma Estefanía Rodríguez con crudeza sobre el destino de quien la crio como una segunda madre. Se refiere a su tía Ivana Molina, la mujer de 39 años que desde hace un año falta de su hogar en el barrio Las Rosas, en el Oeste de Ciudad. Por su desaparición fue imputado el hombre con el que estaba en pareja hacía tres años, aunque el cadáver no haya aparecido. Desde entonces, la familia vive angustiada porque no saben nada de ella y, aunque temen lo peor, se esperanzan con, aunque sea, hallar sus restos.
Ivana Molina fue vista por última vez el 1 de abril de 2023 en inmediaciones del barrio San Martín, ese vecindario ubicado a metros de donde vivía con Carlos Díaz, el hombre que luego fue detenido por el femicidio. Inicialmente, fue testigo en la causa por la desaparición de su pareja, pero poco después dejó de ser visto en su casa y en los lugares que solía frecuentar. Los indicios surgidos tras los primeros días de la búsqueda llevaron a la fiscal de Homicidios Claudia Ríos a activar el protocolo de femicidio y solicitar su detención.
Familiares y amigos de Molina realizaron la denuncia por su desaparición el 10 de abril y salieron a las calles para pedir por su aparición. También utilizaron las redes sociales para difundir la foto de la mujer y solicitar la colaboración de quien pudiera aportar información relevante. Pero desde entonces nada han obtenido.
Los posteriores rastrillajes en descampados y baldíos entre los barrios Cano, Aeroparque, Las Rosas, San Martín y Flores con el Cuerpo de Canes de la Policía y de perros especializados en la localización de rastros humanos de la Escuela de Adiestramiento Canino de Mendoza (Escam) tampoco dieron resultado.
Una búsqueda constante
“Nosotros todos los días nos acordamos de ella. Estamos siempre al pendiente de lo que se puede ver, lo que se puede averiguar, qué es lo que se puede hacer. Vamos a las marchas como la de Ni una menos, pegamos carteles”, cuenta a Los Andes José Moreno, el marido de Estefanía, la sobrina de la mujer buscada.
La familia vive entre la angustia y la resignación, pero continúa la búsqueda incluso por mensajes que dicen recibir en sueños. “Puede sonar a una estupidez pero nos guiamos hasta por sueños. Ella nos dice estar en tal lado y allá vamos. Uno ya no sabe adónde seguir buscando. Por ahí soñamos que ella nos dice ‘Estoy en tal casa, en tal iglesia, en tal riachuelo’. Uno todo lo que sueña que se refiere a que ella y te señala tal lado, vas ahí, aunque no sabes realmente si existe”, confía la sobrina de Ivana, que la cuidaba desde pequeña cuando su madre no estaba.
“Por ejemplo, nosotros hemos andado por Canota, por montones de lados, caminando, viendo. Por la misma desesperación de querer encontrar algo, te ponés a andar por todos lados y te imaginás que en cualquier lado puede estar”, suma José, siempre al lado de Estefanía, respaldándola.
“Ya no sabemos realmente si mostrar su foto ayuda o no, si pedir justicia... El otro día apareció una cabeza en Las Heras e imaginate cómo estoy. Todavía no me llaman para decirme si es de ella o no. No creo, sinceramente, porque dicen que tenía cabello y para mí de esto ha pasado tiempo y un cuerpo se deteriora”, analiza la sobrina de la mujer desaparecida.
La familia tiene críticas y dudas del accionar de los investigadores. “No sé si la Justicia actuó bien porque no tenemos todavía certeza de lo que vaya a pasar. No sé si han buscado lo suficiente”, dispara Estefanía. Y su pareja completa: “Hay muchas personas que quedaron fuera de las sospechas, muchos lugares que no visitaron y muchas cosas que no se hicieron. Necesitamos más ayuda. Como parientes cercanos de ella hacemos lo que más podemos y hasta lo que no debemos hacer”.
“La Policía dejó de lado con impunidad y descartó a las personas que lo ayudaron a él a escapar. Él se fue se fue a Buenos Aires y no se fue solito caminando. Se valió de gente que le dio dinero, que le guardó el vehículo, que lo llevó hasta allá, que lo tuvo un día guardado en un departamento. Esas personas son cómplices porque sabían que él estaba escapando. Automáticamente se declaró culpable cuando se fugó sin que nadie lo acusara”, sentencia Moreno.
Carlos Díaz fue capturado el 3 de mayo de 2023 en Buenos Aires, casi un mes después de que se denunciara la desaparición de su pareja. Efectivos de la División Homicidios de la Policía Federal lo arrestaron en Pablo Nogués, partido de Malvinas Argentinas. Había llegado allí buscando refugio en casa de unos familiares luego de haberle pagado 60.000 pesos al chofer de un remis “trucho”.
Tras la detención, se informó que Díaz tenía antecedentes por violencia de género y había sido condenado a dos años y seis meses de prisión en 2017 tras haber amenazado con un arma de fuego a su anterior pareja. El 8 de mayo pasado fue imputado por homicidio agravado y luego enviado al penal provincial. “Ya se hizo el requerimiento de la elevación a juicio y se ha opuesto la defensa, es decir, ha apelado, por lo que va a haber una audiencia para resolver esa apelación”, confiaron a Los Andes fuentes judiciales respecto al estado actual de la causa.
“Aunque hemos estado acompañados por la fiscal Ríos, la gente de Homicidios de Investigaciones vino una vez y no volvió más”, se queja Moreno. Su mujer añade que sugirieron revisar los celulares de la hija de Díaz, de una presunta amante y de sus allegados, donde creen que puede haber información del destino final de Molina, pero afirma que no fueron escuchados.
Una relación conflictiva
“Sí, obvio”, responde tajante Estefanía Rodríguez ante la consulta sobre si sospechan de Carlos Díaz, el único detenido en la causa. Ivana y Carlos mantenían una relación conflictiva. “Siempre tenían peleas. De hecho, ella le hizo una denuncia porque él le levantó la mano. Hicieron una prohibición de acercamiento pero no duró mucho porque, si bien se separaron, habrán pasado dos semanas y ella volvió con él. Cuando pasó todo esto no encontrábamos la denuncia pero porque ella no terminó yendo al (Cuerpo Médico) Forense, no terminó el trámite y quedó archivado”, relata con impotencia la mujer que llora un crimen si un cuerpo al que despedir.
“Cuando él llegaba, ella no quería hablar porque tenía miedo. Por ejemplo, me estaba contando algo y llegaba él y ya no decía más nada. Si estábamos bailando, ella no bailaba porque estaba él y la miraba mal o cosas así. Cuando él no estaba ella bailaba con nosotros y se reía”, rememora.
“Ella vivía con él, pero cuando la echaba como un perro a la calle porque se peleaban, venía a mi casa. Acá vivía como una hermana más; no se le pedía nada, ni que hiciera nada. Ella siempre tenía un rebusque para hacer”, relata Moreno, que junto a su mujer abrió una rotisería en el hogar. “Lo último que hizo ella fue trabajar acá con nosotros. Se dijo que era prostituta y eso es mentira. Sí trabajó en un cabaret hace muchos años pero no prostituyéndose, como dijo el abogado de él”, aclara, por su parte, Rodríguez.
“Yo no sé lo que piensan los demás, pero para mí acá hay más de cinco personas involucradas. Y acá hay un solo tipo que está en investigación, porque ni siquiera lo han declarado culpable. Está en una investigación que todavía no llega a juicio y todavía no se sabe qué va a pasar con esa persona. A mí no me cabe duda de que él fue, pero seguramente participó más gente”, sentencia José.
La voz de su mujer denota la bronca contenida y el dolor. No quiere mostrarse débil ante los hijos de Ivana: una niña de 9 años, un chico de 15 y el mayor, de 22, quien se casó y se radicó en Canadá. “Es angustiante para toda la familia. Yo sinceramente no voy a visitar mucho a los niños porque me largo a llorar, es algo que no puedo evitar”, cuenta Estefanía.
Un año de angustia
Sus familiares describen a Ivana Molina como una persona alegre y siempre pendiente del cuidado de sus afectos. “Ella siempre ha sido alegre. Por más cosas feas que le pasaran, siempre estaba riéndose. Siempre nos decía: ‘Los amo’ todo el tiempo”, la recuerda su sobrina.
“A mí me pueden decir un montón de cosas, pero para mí a ella el 1 de abril algo le pasó”, añade con fuerza la mujer que admite que ya no ríe como antes de que su tía desapareciera. “Ya la risa no es como antes. Uno trata de divertirse como puede para evitar la angustia, pero es soñar estupideces todos los días. Es angustiante”, confiesa Rodríguez, aunque su voz denote fortaleza.
“Desde hace un año vivimos realmente angustiados. Un día estoy de mal humor, un día estoy riéndome, al otro lloro. Si estás riéndote te acordás de que ella siempre viene a nuestros bailes, nuestros cumpleaños, todo lo que hacemos. Siempre estaba ella, nunca faltaba. Este año que pasó realmente para mí fue largo y angustiante pero, a la vez, es como si hubiera pasado ayer. Fueron los 15 de mi hija y ella es la madrina. Imaginate que le tuvimos que entregar la cadenita nosotros porque ella no estaba”, cierra Estefanía con dolor.