Hay una imagen que captó como ninguna otra el particular momento que atraviesa Estados Unidos, políticamente. Ocurrió en uno de los días más importantes del año, cuando el presidente Donald Trump daba el discurso del estado de la Unión en el Congreso. En una muestra elocuente de malos modales, el mandatario esquivó el saludo de la líder de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, quien no se quedó atrás y minutos después -a la vista de todo el mundo- rompió la copia del discurso de Trump.
El bochorno entre dos de los más altos exponentes de la política norteamericana, que luego siguió en un picante cruce dialéctico sin un atisbo de arrepentimiento, ocurrió dos días antes de la absolución del presidente en el juicio político.
La política estadounidense, y buena parte de la sociedad, sucumbieron a la “grieta”, un estado de polarización extrema que, a ocho meses de las elecciones presidenciales, promete seguir creciendo.
De hecho, horas después del supermartes que comenzó a despejar quién será el candidato demócrata que compita con Trump, el analista y profesor de la Universidad de Washington, Allan Lichtman, lo dejó en claro: "La elección se definirá a favor o en contra de la Casa Blanca".
No pasa sólo en el país de Thomas Jefferson. Europa lo experimentó con la enorme división que provocó el Brexit en el Reino Unido; lo viven a diario Italia o Alemania con el ascenso de la ultraderecha; en España es palpable con el independentismo catalán, y más cerca, Brasil experimentó una profundización de su "grieta" con la irrupción de Jair Bolsonaro en la elección presidencial de 2018.
En casi todos los casos se han visto grupos que, lejos de intentar acercarse a quienes piensan diferente, se alejan cada vez más. La confrontación permanente, estimulada por la caja de resonancia que son las redes sociales, vuelve las posturas cada vez más extremas.
Crisis de la globalización
"La 'grieta', como la llamamos, no es un invento argentino ni somos el único país que la transita. Es más, ni siquiera es la primera vez que la experimentamos (antes existió el morenismo vs el saavedrismo; los peronistas vs los antiperonistas). Cuando hablamos de 'grieta' hacemos referencia a una creciente fragmentación social que tiene como resultado una progresiva polarización política. Las grietas que atraviesa el mundo en la actualidad tienen como denominador común la crisis de la globalización, que se dio a partir de 2008", sostiene Virginia Busilli, licenciada en Relaciones Internacionales y becaria del Conicet.
“Desde entonces, podemos observar una creciente relación entre el ascenso de fuerzas políticas nacionalistas y de ultraderecha, y el cuestionamiento del orden liberal en el que se ha basado la globalización. Así, se observa el triunfo de Trump, de Bolsonaro o el Brexit”, agrega.
Unos atacan la inmigración, otros el neoliberalismo y hay quienes apelan al chauvinismo. En todos los casos se impone el miedo a lo distinto.
Para el politólogo de la Universidad Católica y becario del Conicet y UCC, Franco Aguirre, también debe mirarse "el rol de los cambios que se han gestado internamente en cada sociedad, como por ejemplo el cambio en la composición demográfica en EEUU en los últimos 30 años o en la crisis de inmigración y refugiados en Europa tras la guerra en Siria en 2011".
Para el especialista, hay una crisis de representación producto de que las élites no logran responder adecuadamente a esas transformaciones.
"El malestar social que genera esta transformación es dirigido hacia grupos que son percibidos como amenazas por grandes porciones de la población, que son proyectados como antagonistas, como la fuente de los males que estos cambios trajeron aparejados y que las instituciones tradicionales no pueden enfrentar. Esta situación es un caldo de cultivo para la emergencia: partidos antisistema que emplean estrategias discursivas más o menos populistas y que se alinean más a la derecha o más a la izquierda del espectro político tradicional de cada país", señala.
El periodista estadounidense Ezra Klein analiza en su libro “Por qué estamos polarizados” la dinámica actual en su país. Klein sostiene que en realidad la sociedad no está más polarizada que hace unas décadas, sino que son los partidos políticos y sus líderes los que, a falta de mejores ideas y propuestas, promovieron la división y los enfrentamientos como instrumento para conseguir el poder.
"Estamos tan encerrados en nuestras identidades políticas que prácticamente no hay candidatos, ni información, ni condiciones, que puedan obligarnos a cambiar de opinión. Justificaremos casi cualquier cosa o persona, siempre y cuando ayude a nuestro lado, y el resultado es una política desprovista de barandas, estándares, persuasión o responsabilidad", afirma el analista.
Polarización y capitalismo
Según el Director del Departamento de Ciencias Sociales y de la Maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés, Marcelo Leiras, la polarización "tiene que ver con varias cosas. Entre ellas, con el funcionamiento actual del capitalismo, que intensifica el conflicto distributivo, pero sobre todo intensifica nuestra duda respecto de por qué deberíamos vivir o contribuir a la vida en común con gente que es muy distinta a nosotros".
"También los modos en los que vivimos y nos comunicamos son bastante segmentados, bastante tribales lo cual dificulta que podamos primero conocer y luego apreciar la situación de gente que entendemos es distinta a nosotros. Esa combinación de cuestiones económicas, cuestiones identitarias y cuestiones de comunicación son las que desde mi punto de vista están en la raíz del surgimiento de los sentimientos intensos y negativos que es el sentido específico, que es el sentido en el que yo utilizaría el término polarización", apunta Leiras.
El escritor y columnista del diario El País, Moisés Naim vaticina que la polarización en el mundo no disminuirá. Sin embargo, ve algo bueno en las grietas ya que, según advierte, pueden colaborar a romper sistemas de gobierno corruptos.
"La esperanza es que de la misma manera que la polarización genera parálisis en los gobiernos o un ambiente político tóxico, también puede producir cambios y rupturas en países con sistemas políticos corruptos, mediocres e inoperantes. Al igual que el colesterol, que lo hay bueno y malo, hay casos en los cuales la polarización política puede tener efectos positivos", expresa.