El sistema capitalista se sostiene en la existencia de la propiedad privada. Si la propiedad privada es aceptada, cualquier tipo de este planeta puede armarse de cuanta propiedad privada se dé maña para conseguir. El resultado es la acumulación de capitales. Hay gente que tiene tanta plata como para comprar el planeta y alquilárselo a los extraterrestres, en cambio hay gente (millones) que no tiene plata para hacerse de un plato de puchero (sin carne, caracú, choclos, papas y porotos).
En este cascotito cósmico llamado Tierra viven 7.500 millones de personas (no damos la lista porque no tenemos papel para tanto). Pues la mitad de esos 7.500 millones viven en condiciones de pobreza, algunos de pobreza extrema, o sea son pobres del verbo pobre.
En los últimos tiempos hemos conocido una información que al menos irrita las glándulas de la indignación. Hay ocho personas, ocho hombres, ocho individuos, que acumulan más riqueza que la mitad de la población mundial más pobre. Entre ellos está Bill Gates, uno de los fundadores de Microsoft; Amancio Ortega, el español dueño de Zara (una cadena de tiendas de moda) y Carlos Slim, propietario del grupo Carso, un conglomerado empresario que controla desde comunicaciones, inmobiliarias, exportaciones y todo lo que a usted se le ocurra.
Pues bien, la fortuna estimada de estos ocho que habitan la cúpula de la riqueza es de 427.000 millones de dólares. Suficiente como para comprar una pizza doble mozzarella y tal vez agua saborizada.
La situación aparece como una injusticia. Ocho personas tienen dinero como para comprar el mundo y 3.750 millones no tienen dinero ni para comprarse una hilacha de dinero. Es lo que buscaba y lo ha conseguido esta sociedad más preocupada por la Bolsa de Comercio que de la canasta familiar. Y lo logró. Da bronca, che. Uno piensa, si se anima a pensar, que todo mejoraría en el planeta si se repartiera de una manera más justa pero guarda, que esto puede ser tomado como un pensamiento comunista y se sabe que los comunistas son gente no para escuchar sino para perseguir.
Si el refrán que dice "Poderoso caballero es don dinero" tiene razón, estos ocho personajes, aparte de tener una billetera tan grande como una elefanta embarazada, posiblemente sean los que verdaderamente nos gobiernan. Porque ¿qué gobierno con los atributos sexuales bien puestos se va a animar a enfrentar a estos señores del dinero? Peligroso es ofender a quien tiene tanto. Es mejor escucharlos y, de ser posible, hacerles caso. Si han logrado juntar tanto puede que nosotros nos contagiemos y juntemos algo. ¿Quién se va a atrever a decirle: "Usted a esta casa no entra", si ellos son los dueños de la casa, el patio, y el noventa y nueve por ciento de las casas vecinas?
¿Cómo será en nuestro país? Me gustaría conocer los datos porque se me hace que aquí también un puñado tiene mucho más de lo que tiene la mitad del escuálido resto.
¿Verán alguna vez estos señores acaparadores algún documental sobre la vida en Haití, Madagascar, Etiopía, Somalía? Y si lo ven ¿sentirán algo de culpa? o simplemente dirán: "Mirá vos esta gente. Comiendo sobras mientras podrían estar comprando acciones en Wall Street".