Con la cabeza puesta en su nuevo periplo oriental, el gobernador Francisco Pérez tomará distancia de las serias complicaciones que deberá seguir encarando a su regreso. Los exóticos mercados de India y China (donde irá por segunda vez en su mandato), tal vez puedan servir de respiro para meditar sobre lo que vendrá.
Que no será muy distinto de lo que le ha tocado y elegido, pero que ya está impactado de lleno por disputas in crescendo y los lógicos avatares electorales.
La bronca de los inocentes. Por estas horas, en el Gobierno saben que el conflicto con los trabajadores de la Salud se terminará finalmente de agudizar cuando venza mañana la conciliación obligatoria que el Ejecutivo seguramente podría estirar (si cuenta con el aval de los gremios ATE y Ampros) una semana más, hasta el 22. Días antes, el jueves 18 también vencía (fue prorrogada un mes más) otra conciliación que desvela a los funcionarios de Pérez: la de los trabajadores de Vale y de sus empresas contratistas.
El panorama aparece cada vez más oscuro, luego de que la minera brasileña blanqueara en el Senado de la Nación la intención de vender su millonario proyecto de sales de potasio en Malargüe, con lo cual -y como se preveía- la escalada de decisiones drásticas no termine ahí, con el consecuente costo social, económico y, por ende, político.
Aquí merece detenerse la crónica, pues el asombro y la decepción de Pérez al escuchar de boca de Vale que el emprendimiento estaba en venta, y que además ya habían dado cuenta de sus intenciones al gobierno de Brasil, volvió a desnudar la inocencia de la Provincia, que -otra vez- confió ciegamente en la estrategia nacional.
"Esto lo arreglan Dilma y Cristina", decía con tono superado el propio gobernador al inicio de la crisis. Todo parece indicar que ni siquiera será así: aunque por lo pronto, el 25 habrá una nueva oportunidad cuando Rousseff concrete su postergado viaje a nuestro país. La cruz de Vale pesa cada vez más para el gobierno.
A estos intríngulis sindicales y empresariales que significan protestas de unos y otros, se suman también las dificultades financieras -que no son nuevas- pero en las que la Provincia no ha tenido demasiado éxito en el achicamiento del déficit, ni en la consecución de saludables opciones de endeudamiento para paliarlo.
Finalmente, Hacienda anunció la autorización de la Nación para la emisión de un bono de un poco más de 500 millones de pesos que seguramente serán destinados a cubrir urgencias: vencimientos de deuda y pago a proveedores. En esa cuerda floja están los números provinciales. Pide prestado para tapar viejos agujeros, una política que claramente no podrá mantener por mucho tiempo más.
Implosión "controlada". Y como si esto fuera poco, Pérez debe además prender velas para que la lógica de los embates internos en el partido de gobierno no complique aún más su conducción, que justamente siempre se ha manifestado prescindente de las líneas y sectores. Esa supuesta fortaleza, parece que le jugará en contra a la hora de las definiciones de lo que serán las próximas elecciones de medio término, que podrían signar o potenciar el destino del gobierno provincial y nacional.
El rol de líder en el pedestal que desde Casa de Gobierno le quieren asignar a Pérez en la interna del PJ no es el que en realidad el Gobernador tiene efectivamente sobre esa estructura. Aquellos que se imaginan que dirimirá los trazos finales de las listas, o los que creen que será quien discipline la interna, o finalmente, los que estiman que en representación del peronismo mendocino discutirá mano a mano con la Nación la propuesta del justicialismo de Mendoza para las próximas elecciones, probablemente se equivoquen.
Así se desprende de la mirada que desde adentro tienen del Gobernador. No porque éste no aspire a cumplir con ese cometido, sino porque durante este tiempo Pérez no ha construido -más allá de las declaraciones de rigor- ni liderazgo ni poder interno propio.
Pese a que desde los sectores aseguran su encolumnamiento, por lo bajo todos también creen que están en mejor posición que sus rivales internos, e incluso que el propio Pérez, para cumplir un papel determinante en esta instancia. La frustrada unificación de los bloques peronistas en la Legislatura es un claro ejemplo de eso.
Acuerdo o posicionamiento. Tanto azules y sus aliados de Integración, como el ciurquismo de La Corriente se sienten ganadores de una eventual interna, que pese a las operaciones de desactivación que desde Casa de Gobierno se implementan a diario, todos dicen que quieren concretar: ya sea para dirimir una vieja disputa (que también, en algunos casos, tiene mucho de tono personal), como asimismo para imponer sus propios criterios y nombres en las listas. Está claro, por otra parte, que la posibilidad de un acuerdo es posible, pero si eso se concreta no será por pedido de Pérez, sino por expresa conveniencia de los dos sectores.
Desde ambos bandos están convencidos que para empezar a ganarle a Julio Cobos, cabeza de lista de la UCR, hay que tener mayor nivel de conocimiento entre la ciudadanía. Un ítem que el radical aprueba con creces y por lo que consideran que una interna ayudaría a posicionar a los que resulten ganadores. Y ponen como ejemplo la misma historia reciente del PJ.
Cuando un casi desconocido Celso Jaque venció en la interna a Guillermo Carmona para luego enfrentar con éxito la general. Lo mismo sucedió cuatro años después, cuando el propio Pérez, tras superar una larga carrera de precandidatos y recibir la bendición de la Casa Rosada, enfrentó a Eduardo Sancho. A uno y a otro, Jaque y Pérez, la interna les sirvió de trampolín para posicionarse ante los escépticos pronósticos previos.
Pero lo cierto es que en tren de fogonear posturas internas que los diferencien, los núcleos encontrados del PJ no hacen más que comprometer y cuestionar la cadena de mando de Pérez. La Corriente, por ejemplo, dice que los candidatos se deben elegir en Mendoza, ya sea por acuerdo o por decisión de una interna. "Y no desde Puerto Madero", agregan como chicana a las reuniones azules que allí convoca el operador presidencial Juan Carlos "Chueco" Mazzón. "Pero tampoco desde la Rosada", agregan ahora sacando pecho autocrítico sobre el proceso de definición de la lista en 2011, que gracias al dedo de la Presidenta incorporó en la boleta del PJ a la ignota (y luego poco destacada) Anabel Fernández Sagasti, a la sazón diputada nacional de La Cámpora, y a otros jóvenes en la Legislatura.
Los azules, por su parte, pragmáticos, creen -más que nunca- que el poder no está sólo en el símbolo de la Casa de Gobierno ni en su mejor escritorio, sino también en el territorio, en los intendentes o en la eficaz herramienta que le garantice a la gente una solución próxima, aunque esta llegue como alguno de los brazos de un gran pulpo, o al menos como uno de sus tantos tentáculos. Así se ha manejado y así ha sobrevivido como sector durante años: una gran cabeza y muchas extremidades. Así lo seguirá haciendo, con o sin internas.
Sin embargo, operadores de ambas líneas admiten que sería factible un acuerdo en el primero y en el segundo distrito, que en base al liderazgo de los intendentes Abraham y Giménez, quedarían uno para cada sector.
El primero para La Corriente, el segundo para los azules.
Las complicaciones se dan en el tercer distrito, donde la contienda parece inevitable porque conviven dirigentes importantes de uno y otro bando. Es más, desde La Corriente creen que ganar allí hasta serviría para empatar el mapa provincial, ya que se descuenta un triunfo de los azules y sus aliados, los Félix, en el cuarto. Justamente, Emir, el intendente de San Rafael, estaría dispuesto a la pelea, más que nada por el solo placer de ganarle a Cazabán.
El todo por el todo. El papel de gran elector de Pérez se fundamenta, si y sólo si prospera la reforma de la Constitución provincial que habilite su reelección. Algo que cada vez aparece como más complicado, ya que pese a estar en condiciones de hacerlo, la idea de reflotar el proceso "inconcluso" de 2001 es de una endeblez jurídica y política que hasta a los propios hombres cercanos al oficialismo les cuesta defender.
Pérez, que en un pestañeo cumplirá la mitad de su mandato (con la agravante de que previamente deberá sortear un proceso electoral hasta hoy dificultoso), ve que sin reforma provincial a la vista, su poder se transforma cada vez más en formal. Mucho más si a nivel nacional el kirchnerismo -aunque gane- no alcanza los votos necesarios para lograr la re-reelección de la Presidenta.
Haber desechado la posibilidad original de fortalecer una fuerza interna propia y atar todas sus chances al destino nacional hará que el primero en agosto, con las PASO, y luego en octubre en las generales, Pérez se juegue el todo por el todo. Si Cristina gana, se verá fortalecido, al igual que si el oficialismo triunfa en Mendoza, ya que salvará su impronta para lo que le resta de la gestión. Si en ambos casos (o en al menos uno de ellos) sucede lo contrario, deberá empezar a despedirse de algún puñado de sueños.
En ese contexto, circula en los conciliábulos peronistas una anécdota que refleja la incertidumbre que domina al oficialismo. Dice la especie que Abraham en persona le acercó a Pérez una fórmula que ayude a destrabar la resistencia opositora a la reforma constitucional, pero que lo inhabilitaría a seguir influyendo políticamente: la idea es forzar y lograr aprobar la iniciativa reformista con el inmediato renunciamiento explícito y público de Pérez a aspirar a la reelección. Abraham todavía está esperando una respuesta. Tal vez, a su regreso de Oriente, Pérez traiga en su cabeza alguna definición que asegure su supervivencia en la jungla del PJ.