Ate una pata de pollo a un nylon de pesca y bájela con cuidado en el río, justo sobre el cardumen de palometas que se hicieron famosas esta semana.
Ahora, ate en una segunda tanza un sistema ferroviario, las empresas distribuidoras de electricidad y la matriz energética de un país, y bájelos con cuidado justo sobre el Ministerio de Planificación.
¿Siente la vibración del nylon? ¿Percibe el tumulto que se arma allá abajo? Nos dicen que es la revolución. Pero es la deglución. En 2015 nos dejarán un hueso de pollo.
Cualquier observador de fauna principiante lo sabe. Los servicios públicos son al kirchnerismo lo que el yacaré a la palometa: el enemigo natural del depredador.
Todo empezó en Once. Le echaron la culpa al motorman, aunque se sabe que algo pasó con los frenos (en el único lugar donde el sistema neumático funciona bien es en el relato oficial; “La revolución neumática”: todo aire).
Luego siguió el drama de la energía. Entre el gas natural licuado, los combustibles líquidos que también importa, la logística y los costos operativos, la Argentina gasta no menos de 10.000 millones de dólares por año. ¿Recuerda cómo empezó este 2013 que se va?
El Gobierno invitaba a los argentinos a ir con una banderita al puerto de Mar del Plata a recibir a la Fragata Libertad, capturada por Ghana a pedido de los fondos buitre. Fue recibida por la Presidenta como si hubiera vuelto de hundir barcos norteamericanos en Pearl Harbor, aunque venía de la playa de acarreo.
Pero si aquel día hubiéramos podido ver la realidad de la Argentina en un televisor a pantalla partida, no sólo hubiéramos visto a Cristina en Mar del Plata. También hubiéramos observado a Julio De Vido recibir en el puerto de Bahía Blanca a un barco metanero. ¿Banderita en mano? No, dólares en mano (2013 fue coherente: empezamos con Fragata, terminamos con velas).
Aquel arranque de año nos encontró leyendo la carta que la Presidenta le mandó a Ricardo Darín por “disidente”. Como al principio de su segundo gobierno, Cristina tuvo que tolerar una corrida del dólar, decidió no soportar otra corrida peor: la corrida verbal.
En la idea de que si se la dejaba pasar al famosísimo actor, iban a opinar de ella otros artistas influyentes, construyó “el muro de Darín”. Para que nadie más se pasara “del otro lado”. Fue entonces cuando lo amenazó con mandarle a la fuerza. ¿Policía, Gendarmería, Prefectura o Ejército? No, la fuerza de seguridad en la que ella más confía: la AFIP (en los ’70 te cruzaban los Falcon, ahora te cruzan los datos).
Para esos mismos días de enero, el Gobierno anunció que firmaría el acuerdo ferroviario más importante desde que Raúl Alfonsín renovó la línea Roca. Se le comprarían a China 409 vagones para el Mitre y el Sarmiento (alguien sugirió comprar 410, porque un vagón ya se llevaron los Cirigliano).
Pero a las 7.07 del 13 de junio un tren volvió a chocar en Castelar.
Como ya planteamos desde esta columna, sería bueno que antes de que en 2015 se fueran los inquilinos del poder, se hiciera un inventario: ¿cómo nos dejan el inmueble patrio? Se los alquilamos con gas, luz y petróleo. ¿Nos lo van a devolver con más, con la misma cantidad o vamos a tener que salir a endeudarnos para recuperarlos? El contrato decía que tenían que dejar mejoras. Después de una década, ¿se viaja igual, mejor o peor?
Para el final, una reflexión sobre 2013 de la Presidenta. Hizo un cambio de look: de soñar con los rulos pasó al alisado definitivo. Y aunque luego de su operación parecía que había reflexionado e iba a darle una vuelta de tuerca a su gestión, se quedó en un cambio de nombres. Mucho corrector de ojeras. Poco corrector de ideas.