La fecha no es casual: Pocho Sosa celebra sus 50 años con el canto hoy -4 de octubre-, el día que llegó a este mundo Violeta Parra y en el que Mercedes Sosa dio su último adiós.
Bajo el aura de estas enormes mujeres de la música latinoamericana, el hombre del folclore mendocino sube al escenario del Teatro Independencia para celebrar su trayectoria junto a una decena de músicos, Eduardo Ordóñez, Gustavo Bruno y Juan Cucchiarelli incluidos.
A ellos se suma un largo listado de invitados especiales: Gladys Ravalle, Juanita Vera, Ini Ceverino, Leonor o Gerardo Poblet. Son muchas otras las personas que acompañan al Pocho en este emotivo aniversario, que incluye estrenos, homenajes y un repaso por las canciones que forman parte de su amplísimo repertorio, porque en su haber el cantautor grabó 15 discos que abrigan, entre otros ritmos, los sonidos cuyanos de cuecas y tonadas.
Esta mañana por momentos gris, un día antes de su presentación, Pocho elige el sillón contiguo al que Mercedes Sosa ocupara años atrás, en una de sus tantas visitas a la provincia.
La recuerda con un profundo cariño y su imagen da vida a una de las paredes del living de su departamento céntrico. Del cemento pintado de verde cuelga el recuerdo imborrable: se los ve juntos en el Frank Romero Day, el día “glorioso” en que entonaron “Otoño en Mendoza” durante la Misa Criolla.
Durante la entrevista van y vienen sin acercarse demasiado un gato blanco y una hembra negra. También aparecen los nombres de sus tres mujeres: Pochi, su mujer desde hace 25 años a la que conoció bailando, y sus hijas Lihué y Ailén.
Descendiente de María Isabel y Miguel, Carlos fue “Pocho” el día en que su primo “Cacho” lo bautizó así. Formado de manera intuitiva y autodidacta, el hombre, antes de músico, fue bancario.
-¿Cómo imagina su vida si no hubiera sido por aquella hepatitis que lo dejó en un prolongado reposo a los 17 años?
-(Risas). Si no hubiera sido por esa hepatitis yo creo que mi vida hubiera terminado como bancario (trabajó en el Banco de Previsión Social y más tarde en el de Mendoza).
En esa época la enfermedad se curaba con 45 días de reposo absoluto y dieta. Yo no había cantado ni en la ducha. Resultó ser que mi viejo encordó la viola que tenía colgada en el ropero -porque a la semana de cama no sabían qué hacer conmigo- y me dijo: “Esto es Fa, Sol, La, Mi”.
Ahí me agarró la locura total y lo primero que aprendí fue “Luna tucumana”, una zamba de Yupanqui. La cantaba 100 veces por día y mi vieja me decía: “Nene, aprendete otra”. Yo era muy novato. Había descubierto el ritmo de la zamba y que podía cantar.
Después, con el tiempo, me reencontré con un compadre mío, Gerardo Poblet, con quien había hecho la primaria y compartíamos la secundaria aunque en distintos turnos. A los 18, él ya era un aventajado guitarrista y tenía el don de hacer voces.
-¿Qué sensaciones le produce cumplir 50 años con la música?
-En cierta manera me genera orgullo y satisfacción porque realmente no necesité irme de Mendoza para demostrar que podía trascender. He pasado etapas muy lindas donde integré grupos como Los Picunches, Los Huarpeños y luego el cuarteto vocal Huanta, que ya era una cosa novedosa en la provincia.
Después de esa experiencia me fui a Buenos Aires y volví enfermo de asma; lo mío era psicosomático. Ahí formamos Canto Trío -junto a Gerardo Poblet y Beto Quiroga- y más tarde vino mi etapa solista.
Este último fue el grupo más interesante en cuanto a distinciones, porque ganamos en 1980 el premio Jurado Técnico de Cosquín, en donde el jurado no eran ni más ni menos que Atahualpa Yupanqui, Eduardo Falú, Mario Arnedo Gallo, Jaime Dávalos, entre otros.
En el ‘82 me salió una gira de cuatro meses en Estados Unidos, donde canté en 80 universidades con el ballet de Alejandra Dondines y el Chango Leal, que son dos glorias mendocinas. Cuando volví con la fabulosa suma de 7.500 dólares me relajé y decidí irme del banco y tomar mi camino solo.
-¿Qué vino después?
-El dúo que armamos con Jorge Sosa, “El Pocho y el Jorge”, que hasta el día de hoy seguimos trabajando juntos. Gracias a Dios a los seis meses de estar fuera del banco me transformé en socio de un boliche muy famoso que hubo acá, que se llamó Florentino, en la calle Sarmiento frente a la Legislatura.
Eso fue un tremendo golazo porque supuso humor, poesía y canciones. Cuando Jorge se fue a Buenos Aires a dirigir la revista Billiken armamos un grupo con la “Pochi” (su esposa), Leonor y Gerardo Poblet.
-De estas cinco décadas de trayectoria, ¿cuál considera que son los hitos de su carrera?
-Fundamentalmente el haber conocido, sido amigo y terminar como familia de Mercedes Sosa. La conocí cuando Pepete Bértiz, el hijo de Santiago, era guitarrista suyo en la década del ‘60 o ‘70. En 1995 ella me invitó por primera vez a cantar el “Otoño en Mendoza” en la Misa Criolla con Ariel Ramírez en el Frank Romero Day y de ahí esa foto (señala la pared donde guarda la imagen de aquel momento).
El remate final fue en el 2005, cuando me invitó a grabar en su penúltimo trabajo discográfico, que se llamó “Corazón Libre”. Su generosidad me abrió muchas puertas a todo nivel y terminamos siendo familia.
Me llevó cinco veces a Cosquín, me presentaba como el “Gardel de Mendoza” y decía “no somos familia pero es como si fuera mi hermano menor”. Mercedes era una fuera de serie y no solamente conmigo; ella le dio mucha importancia a la gente del rock y a los jóvenes, que es el legado que yo tengo en este espectáculo. Por el escenario van a pasar 14 músicos, más los invitados especiales.
-¿Qué canciones son fundamentales en su repertorio?
-Hay muchas, pero las que lograron ser pedidas por la gente sin que yo las ponga en un programa es “Otoño en Mendoza” y la canción latinoamericana “Yolanda”, de Pablo Milanés. Otra que me piden sí o sí es “Cochero e’ Plaza”, que incluye el recitado de Jorge en la cueca y que es tremendo.
-¿Por qué eligió el folclore?
-Eso lo mamé desde chiquito, a los 5 o 6 años, cuando veía a mi padre tocar la guitarra y a mis tíos con el bandoneón y cantar. Ellos tocaban valsesitos cuyanos, muchas cuecas y tonadas, y yo creo que por ahí fue germinando eso en mí. En mi casa se hacían fiestas en la que venían guitarristas y yo me sentaba a mirar y escuchar. Toda la vida escuché folclore.
-En este cumpleaños con la música, ¿qué deseos quisiera pedir?
-Salud, que Dios me dé la oportunidad de seguir cantando unos cinco años más y que mis hijas tengan el bienestar que se merecen.
La ficha
Día: Hoy, a las 21.30
Espectáculo: Presentación CD "50 Años con la Música"
Artistas: Pocho Sosa, Eduardo Ordóñez (percusión), Gustavo Bruno (guitarra), Fredy Vidal (guitarra), Pablo Budini (guitarra), Federico Chavero (guitarra y guitarrón), Ricardo Vaccari (percusión), Walter Anselmi (bandoneón), Juan Emilio Cucchiarelli (piano) y Mario Galván (piano), más invitados especiales
Lugar: Teatro Independecia (Chile y Espejo, de Ciudad)
Entrada general: $60. En venta en la boletería de la sala.