La crisis trae sus consecuencias y este año varios viveros ya están trabajando sobre una base menor y mucho más austera que 2014. Los desembolsos que todos los años los productores realizan en reposición de plantas para vid, en este ciclo productivo serán mínimos. Al tiempo que los nuevos proyectos llegan a cuentagotas.
La superficie implantada con viñedos en Mendoza (161.357 hectáreas) requiere anualmente de la inversión de los viticultores para reponer plantines y dejar en óptimas condiciones sus viñedos. Sin embargo, tras cinco años de precios estancados y con un alza de costos importante, la demanda de este insumo es mucho menor a la realizada en años de bonanza.
Para Gabriel Allende, de Vivero Las Delicias, “comparado con el año pasado estamos vendiendo la misma cantidad, pero todo es para replante, nada para proyectos nuevos. En un año como éste, los que siguen comprando son las empresas grandes, por lo que los viveros truchos son los que terminan perdiendo clientela. Básicamente lo que se requiere es malbec en la zona Sur, algo de cabernet y nos han vuelto a sorprender los pedidos de chardonnay, una cepa que no era tan requerida”.
Cristóbal Sola, de Vivero Mercier, sostuvo que “es una temporada normal en cuanto a volúmenes demandados. Hacia fin de año quizás falten plantas para este ciclo agrícola. Hay proyectos por viñedos nuevos, como nuevas inversiones, pero la tónica general es nuevos viñedos remplazando viejos viñedos. Se aprovecha toda la infraestructura de viejos viñedos, casas, pozos, etcétera”.
Agrega: “Los productores han aprendido que mantener estructuras productivas ineficientes ya no es posible. Los costos de producción y los precios que retorna la venta de uva, exigen un análisis detallado de la productividad, cuartel por cuartel. Donde la ecuación no cierra, se dejan de hacer tareas pero a la larga la ecuación es cada vez más negativa hasta llegar al abandono. Luego no hay más remedio que arrancar y plantar de nuevo. Ésta es una realidad de la vitivinicultura en todo el mundo”.
La consecuencia directa de la falta de inversión es la caída en el rendimiento promedio de un viñedo. En este sentido, datos del Observatorio Vitivinícola Argentino muestran que el rendimiento promedio de toda la provincia lleva dos años en caída, pasando de 125 quintales por hectárea en 2013 a 103 quintales/ha promedio, en 2015.
“Nosotros este año vamos a producir plantas únicamente por pedido. Con el bajo precio que ha tenido la uva y sabiendo que muchas bodegas no elaboraron este año, el productor no dispone de recursos económicos para hacer mejoras en sus viñedos. El panorama es incierto, para las bodegas, los viñateros y también para nosotros, los viveristas. Ante esta realidad, no es posible planificar en el plazo mediato”, dijo Carlos Corvalán, de Vivero Santa Isabel.
Precios en una meseta
Con la idea de seguir en el negocio, los viveristas de Mendoza se han planteado una estrategia de precios en la que la principal señal al mercado ha estado dada por mantener los valores o subirlos menos del 10%, comparado con 2014.
“Si analizamos los aumentos, no llegamos al 10%. Lo que estamos haciendo es perder rentabilidad, nos estamos achicando. De hecho, este año sólo trabajamos con personal efectivo. Éste no es un año en el que pongamos muchas fichas”, señaló Allende.
Pablo Patti, de Vivero Patti, ubicado en Junín, asegura que la temporada viene muy lenta y que los aumentos desde hace dos años no superan el 10% anual.
“La temporada 2015 viene un poco atrasada a comparación de otros años. No hay mucho interés en los productores en hacer nuevas plantaciones, debido a la crisis del sector, al estancamiento de los valores del vino y a la gran inflación que se suma en todos los insumos básicos e indispensables que hay que tener y usar a lo largo del año. No obstante también están los que tienen otros negocios, que no dependen del rubro vitivinícola que están haciendo algunas inversiones en nuevas plantaciones”, dijo Patti.
Corvalán sostiene que el sector viverista está en graves problemas, evidentemente arrastrado por la crisis que vive la vitivinicultura argentina.
“Llevamos varios años en crisis y cada año se agrava más y no nos permite trabajar. Hemos disminuido el personal al mínimo por falta de ventas y por no poder pagar los salarios. Si a esto se suma la presión impositiva, la situación se torna más difícil. Muchos viveros han cerrado. Como es muy incierta la actividad estamos trabajando sin poder prever nuestros stocks. Cada vez que vamos a comprar insumos, hay aumento de precios. Sin embargo, si aplicamos los aumentos de insumos se nos hace más difícil vender”, afirma Corvalán, quien agrega que de esta forma es muy difícil seguir el ritmo de la inflación.
Qué se está comprando
Si bien el parate es generalizado, los que compran todavía se siguen aferrando a las variedades clásicas, aun cuando los precios pagados al productor acarreen más de tres años sin cambios.
“En todas las variedades se buscan combinaciones de portainjertos y clones productivos. Esta elección no va en detrimento de la calidad de las uvas a producir cuando se acierta en la genética, el manejo y el lugar de implantación. La mayoría de los viñedos que se remplazan producen uvas de baja calidad, aunque vemos con preocupación que hay segmentos de uvas con destino a vinos de alta gama que se arrancan por su baja productividad, como está ocurriendo con muchos viñedos de cabernet sauvignon. Por primera vez en muchos años la demanda por cabernet franc y chardonnay se acerca a la del malbec”, comenta Cristóbal Solá.