El poblador más antiguo de la Payunia

Tiene 85 años y vive en el puesto Los Toscales del Payén, donde cría animales con su mujer Gertrudis. Destacan la importancia del agua en la tierra que le dejaron sus ancestros aborígenes.

El poblador más antiguo de la Payunia
El poblador más antiguo de la Payunia

El tránsito por el lugar es lento. El soplido casi permanente del viento, el azul nítido del cielo, el aroma a pichana, coirón y tupe y algunos guanacos y choiques, acompañan el recorrido. De repente, el típico paisaje oscuro producto de la dominancia de las lavas, comienza a tornarse anaranjado y rosáceo, coronado por una multitud de "dunas de piedra" donde la única silueta que sobresale y se impone es la del Volcán Payún.

De pronto, la huella del camino se pierde entre el piso totalmente cubierto por una roca que los lugareños llaman tosca y que muestra unos huecos de varios metros donde se acumula el agua de lluvia, denominadas "las agua del tiempo o jagüeles".

En medio de esos toscales, con rajaduras o grietas profundas, aparece el puesto "Los Toscales del Payén", lugar que desde hace 85 años habita Don Gregorio Moya, el puestero más antiguo que hoy posee la Reserva de La Payunia.

Opuesto a que esta zona volcánica por excelencia sea declarada Patrimonio de la Humanidad, Don Goyo y su esposa Gertrudis Forquera viven cada día con mucho sacrificio, dedicados a la cría de animales y confiando en que tanta entrega será recompensada algún día con el otorgamiento de la propiedad de la tierra que sus antepasados les legaron.

"Soy nacido y criado en este puesto. La falta de agua siempre fue un problema y más los años de sequía. Acá hay agua cuando llueve, nomás. Antes, la traíamos en buncas, hechas con cueros de chivos. Se mataba el chivo y se descueraba en bolsa; se ataban las patitas con tientos y se llenaba por el cogote. Unas se ponían adelante y otras atrás de la montura y se ataban a la cintura. Cada dos o tres días había que hacer el viaje a Ranquil (del Payén) a buscar agua. Era mucho sacrificio, íbamos a caballo", dice Don Gregorio con esa sonrisa que lo caracteriza.

A este hombre, que a pesar de sus 85 años, todas las mañanas toma su caballo y sale a recorrer sus chivas y ovejas y debe pelear como muchos otros puesteros con el ataque del puma a sus animales, puede llamárselo el verdadero padrino de la Payunia.

Con la tranquilidad y pausa al hablar que tiene, Don Goyo cuenta que sus ancestros provienen de pueblos originarios. "Mis abuelos llegaron de San Clemente (Chile) y eran indios. No niego nada de mis orígenes. Al contrario, lo digo a mucha honra y por eso también defendemos esta tierra como nuestra y queremos que el gobierno nos reconozca como los propietarios y que se tenga en cuenta a la gente que vive en La Payunia", dice.

"Del Cortaderal y Lonco Vaca para arriba, ahí es donde vivimos con mi esposa. Hace 55 años que estamos casados y tenemos una hija, Mirta. El camino para llegar no es fácil porque de la ruta 180 hasta el puesto hay casi 20 km pero en camioneta se demora como dos horas porque hay muchas toscas, piedras y no se puede andar rápido", expresa Gregorio mientras unos mates acompañan la historia de vida que él mismo se encarga de relatar.

"Mi padre fue Julio Arturo Moya Sosa y falleció a los 115 años. Mi abuelo tenía 125 años cuando murió. Mi madre se llamaba Carmen Rosa Hernández y tuve 6 hermanos. Yo nunca fui a la escuela, pero hice el Servicio Militar en San Rafael. No fue fácil ni es vivir acá. Por aquellos años, mi padre bajaba con mulas cargueras hasta Agua del Toro para comprar las mercaderías. Demoraba como un día y medio", manifiesta este personaje, que para el profesor de historia Nito Ovando, es parte de la "gente de las grietas" debido a la formación geológica que existe en el lugar donde ellos habitan.

Salvo algún familiar, son muy pocas las personas que llegan hasta el puesto. "Hace como diez años que no viene ningún agente sanitario; políticos menos; guardaparques casi nunca y turistas muy pocos", aunque destaca que "gente del municipio viene cada 3 meses más o menos a traernos agua, unos 2.000 litros que guardamos en recipientes y en los jagüeles. Acá el agua es lo más importante".

Entre tantas charlas y recuerdos surgió la del indio Félix Ainó, amigo de Juan Bautista Bairoleto. "Lo conocí una mañanita cuando llegó al puesto en que yo trabajaba. La Justicia lo buscaba porque decían que estaban fuera de la ley. Según me contó, él conoció a Bairoleto una vez que estuvieron presos y se hicieron amigos".

/ WS

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