Pipo Lernoud, habitante del planeta tierra

Fue una de las voces más potentes del movimiento hippie y es autor de canciones emblemáticas del rock argentino. Lejos de la ingenuidad, acaba de publicar “Yo no estoy aquí”, una antología personal que abarca cincuenta años de música, periodismo, ecología

Pipo Lernoud, habitante del planeta tierra

Ahora que es costumbre derramar cianuro en los ríos y tantos rockeros arman la banda de sonido para las multinacionales, vale la pena volver a tipos como Pipo Lernoud. Periodista, escritor, agricultor y viajero beat, Lernoud fue uno de los cerebros de la generación que quiso hacer del mundo un gran poema. No se pudo, es verdad. Pero quién le quita lo bailado.

“Yo no estoy aquí” (Ed. Gourmet Musical) pone en danza textos que sintetizan medio siglo de aventuras y luchas, donde aparecen el amor libre, la paz y la necesidad del retorno a la naturaleza. Una perspectiva imprescindible si la humanidad no quiere estallar en mil pedazos.

Para entender a Pipo hay que entornar los ojos y hacer un viaje en el tiempo. A fines de los sesenta, Buenos Aires es un hervidero de ideas. Como coloridos hongos después de la tormenta, han brotado por las plazas unos muchachos y muchachas que se la pasan cantando y filosofando al sol. Algunos les dicen hippies, otros prefieren la palabra "náufragos".

Entre los vecinos hay más unanimidad: en general los tratan de degenerados y atorrantas, mientras la policía los muele a palos "por putos".

Alberto Raúl Lernoud es uno de estos melenudos que orbita entre Plaza Francia -en Recoleta- y un tugurio de Once que se llama La Cueva. Ha repetido varios años del colegio secundario y lo han expulsado de todas partes. Para colmo, se junta con pibes como Moris, Miguel Abuelo, Tanguito, Litto Nebbia y Pappo. Y escribe, por él y por ellos, líneas que expresan una bronca compartida:

"Me tiene podrido una civilización que ha hecho que los seres humanos odien a otros seres humanos, ha prohibido a los hombres dormir en cualquier parte de su planeta, ha obligado a todos a vivir una vida triste, rutinaria, encerrados en sí mismos y en sus casas como en trincheras (…) Y me pregunto, a los 20 años, si los adultos que fabricaron esto esperan que les crea o les tenga fe".

Desde aquellos ensayos la mirada de Lernoud nunca dejó de madurar. Compuso canciones, se enamoró. Vio nacer y morir amigos. Fue un hombre que tuvo que vivir, como todos los hombres; y en el recorrido anotó lo que percibía como su verdad. El año pasado -a poco de cumplir los setenta- se dio cuenta de que había acumulado diarios de viaje, cartas, fotos y textos donde se trazaba una historia digna de ser compartida.

- Ya en la letra de la canción "Ayer Nomás" -pasando por tus poemas y por los manifiestos hippies que escribiste- se plantean formas de vivir diferentes a las que propone el establishment... ¿Es posible eso hoy?

-Supongo que en la prehistoria deben haber habido hombres o mujeres que percibían las cosas de modo distinto y dibujaban, antorcha en mano, sus visiones alternativas en las paredes de la caverna. Esto es algo que viene de antiguo y va a seguir. En general, te diría que "lo contracultural" es una postura que se define por sus propias palabras. Es una visión contra la cultura oficial, o "alternativa" a lo establecido.

-¿Y creés que eso hoy está asociado al rock?

-No necesariamente. La vara pasa por preguntarse si ahí se está proponiendo una opción concreta a lo que vivimos o si simplemente se está ofreciendo una máscara de rebeldía, con peinados raros pero favoreciendo en definitiva a las grandes corporaciones.

Pipo lo intentó. Buscó alternativas con la zapa, con la pluma y la palabra. Cuando los hippies cantaban que había que irse al campo, él fue. Bromea: "cantábamos Mañanas campestres y hablábamos de irnos al bosque. Yo dije ‘bueno, dale, vamos’ y arranqué. Cuando llegué al campo, me di vuelta y estaba solo".

Concretar aquellos sueños se volvió complicado. Muchos náufragos que zafaron de la falopa se dieron por vencidos ante el mercado, y así se disfrazaron de señores que hoy recuerdan entre suspiros sus veranos de bohemia.

Pipo no: se metió de cabeza en la agricultura -"el primer terrenito, en Capilla del Monte, debe haber sido de cuatro metros por dos"- y así llegó a ser uno de los referentes globales de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM).

¿Pasará por ahí lo alternativo? ¿Qué tiene que ver la papa orgánica con la rebeldía? Lernoud: "Pasa que cuando yo te digo la palabra ‘contracultural’ te estoy hablando de cosas muy concretas. De tener la capacidad de generar tu propia energía, tu propio alimento, o de armar una alternativa viable a las corporaciones cuando necesitás comprar algo. Este tipo de iniciativas existe y se están expandiendo en muchos países".

-O sea que los cambios no deberían venir desde lo estético...

-Lo estético es importante. Hay que dar batalla en todos los frentes. El flequillo de los Beatles fue un cambio, por ejemplo. Ellos descontracturaron la imagen de lo que podía ser una persona, pero lo acompañaban con propuestas más profundas.

Ojo, cincuenta años después no es tan fácil encontrar vías de cambio. No alcanza con decir "uy, pobres los africanos que tienen Sida", al estilo U2. Ya no se puede joder más. La Tierra se agota, el calentamiento global es real y ha puesto la cuenta regresiva a funcionar.

-¿Y el periodismo? ¿Todavía es posible resistir desde ahí?

-Habría que separar muy bien entre lo que comúnmente se llama periodismo joven -o "periodismo de rock"- y el periodismo contracultural.

Porque hay un periodismo que tiene que ver con la cultura entendida como un mercado. Revistas como Rolling Stone, los Inrockuptibles, los suplementos de los diarios o algunas radios se dedican directamente a promocionar productos. No digo que eso sea malo per se: digo que antes no era tan así y que eso nos permitía prestarle atención a otros asuntos.

Otra excursión en el tiempo. Después de cobrar los derechos de “Ayer Nomás” -un hitazo que compuso junto a Moris y que marcó el año 67- Pipo Lernoud se fue a Europa, sorprendiendo a muchos de sus parientes, que lo consideraban un harapiento sin futuro.

Ya había escrito las letras de “Diana divaga” -que grabaron Los Abuelos de la Nada- y de “La Princesa dorada” -que musicalizó Tanguito-. Ahora empezaba un nuevo capítulo. Se gastó el dinero y luego trabajó en la cosecha en España. Fue albañil en Suiza y cocinero en Londres.

Hasta cantó y pasó la gorra por las calles de París. Estrategias del rebusque, que le hicieron ver los lazos humanos más allá de las distancias.

-En aquel momento ya se empezaba a ver que "el sueño hippie" iba a ser difícil de concretar. ¿Qué nos dejó aquella movida?

-Creo que acertó en llegar a la gente con la posibilidad de una alternativa. En la época de mis padres a nadie se le ocurría que "otro mundo es posible", como había dicho (Arthur) Rimbaud. A partir de la gran movida rockera y hippie de los sesenta se desarrolló esa posibilidad.

-¿Y en que se equivocó el movimiento hippie?

-¿Se equivocó? No sé. Tal vez pesó mucho el mercado, que consiguió apropiarse de muchas cosas e hizo de lo espiritual una mercancía.

Sin embargo esto fue y es un camino de descubrimiento, que va cambiando de estrategias pero aún no ha terminado.

En la pugna entre lo que está, lo que se desea y lo que puede cambiar, Lernoud fue buscando referentes. Gary Snyder, poeta y defensor de la Ecología Profunda -definido por muchos como "el Thoreau de la generación beat"- fue uno de esos maestros.

"Snyder me voló la cabeza porque se apartó del camino delirante para decir ‘che, vamos a trabajar localmente con las comunidades’. Es decir que se tomó en serio lo de la contracultura, no solamente en la poesía sino en otros aspectos de su vida", comenta Pipo.

-Las nuevas generaciones no parecen tener referentes tan claros. Da la impresión de que en los sesenta o los setenta las ideas de cambio eran masivas, en contraste con un presente más pesimista...

-No hay que confundirse. Mirá: hoy se habla de algunos hechos como si hubieran sido masivos. ¿Sabés cuánta gente había en el BARock, uno de los recitales legendarios de aquella época (1970)? Tres mil personas. No, el rock no era masivo. Lo fue luego, en los ochenta, cuando Baglietto vendió 200 mil discos y después Zas vendió 400.000. Manal y Almendra vendían diez, quince mil discos como mucho.

Recuerdo haber ido a recitales de Manal y Almendra juntos, en una sala donde apenas cabían setecientos espectadores. En cambio fijate en los festivales de hoy: son una máquina de hacer chorizos. Hay bandas buenísimas, pero la forma de producir sus actuaciones es bajo la modalidad "vamo’ a darle entretenimiento a la gilada". O sea que la masividad no es parámetro de nada.

La revista Expreso Imaginario salió en agosto de 1976, cinco meses después del golpe cívico-militar. La quema de libros, la censura y el secuestro de periodistas se volvieron moneda corriente. E igual, a lo largo de su existencia, el Expreso se las arregló para tirar líneas -a veces explícitamente, otras en clave- sobre la posibilidad de un cambio social y mental. La tapa de diciembre de 1980 es especialmente ilustrativa. No mostraba a un rockero ni a una estrella pop, sino a Atahualpa. El lance descolocó a mucha gente del palo.

-Y esa era nuestra obsesión: desafiar a los lectores- explica Lernoud.

-¿Se puede hacer eso hoy? ¿Se pueden sostener proyectos que se propongan "descolocar", o es preciso mantener un ojo en el mercado?

-Es la gran pregunta de los proyectos alternativos en este momento. Lo que pasa es que si vos construís una alternativa genial pero después necesitás del papá Estado para que te la venga a sostener, entonces no construiste mucho.

Es urgente encontrar formas para que los proyectos sean autosustentables, porque ese es el punto débil de todas las alternativas. Frente a Monsanto, Coca Cola, etc. ¿cómo hace la familia que ha decidido elaborar jugo de fruta orgánico? En ese punto está uno de los ejes del debate.

-Encima ganó Trump...

-No. Hay ejemplos positivos. En muchos lugares de Brasil se ha conseguido que la comida que se da en las escuelas, los hospitales y las cárceles se compre a pequeños productores orgánicos y no a grandes consorcios.

Entonces automáticamente se produjo un boom de pequeños emprendedores. Para eso también estamos trabajando acá. Lo venimos peleando hace años. El Estado tiene que asumir que la desforestación y el cuidado de las napas de la Tierra son su responsabilidad, y tiene que ayudar a construir alternativas sustentables.

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