"Licenciado, le llama su madre; ¿por qué no me atiende? ¿acaso también debo pedirle turno?" Ése fue, en clave de broma, el mensaje que la concertista de piano Beatriz Llin dejaba a su hijo, Flavio Piottante (39), la tarde del miércoles 12 de julio de 2006.
Mensaje que nunca iba a ser respondido porque, en ese momento, alguien mataba al psicólogo Piottante en su consultorio de calle Barcala al 400. Junto con Flavio, también caía en la furia criminal la joven Estrella Libedinsky (31), su paciente.
Al día siguiente, a las 8 y media de aquella fría mañana de invierno, la señora Llin junto con la psicóloga Andrea Troncoso (por entonces flamante pareja de Flavio), abrían la puerta del consultorio de Piottante intrigadas y temerosas por tantas horas sin comunicación con él.
Entonces presenciaron el espectáculo más terrible de sus vidas: los cadáveres del psicólogo y de su paciente esparcidos en ese ambiente de desorden ganado por la muerte. El cuerpo de Piottante presentaba dos balazos -uno por la espalda- y el de Estrella, síntomas de ahorcamiento. El piso estaba invadido por agua que se había mezclado con la sangre.
Había una marca hemática en la perilla de la luz de entrada y la huella de una zapatilla Adidas (igual a las que usaba el sospechoso) que salía de la sala.
La policía llegó a los pocos minutos y la investigación comenzaba. Hoy a diez años de aquella mañana, el caso sigue impune a medias: los pesquisas creen saber quién fue el que hizo eso, pero el hombre, Mauricio Suárez, la ex pareja de Andrea Troncoso (por entonces pareja de Flavio Piottante) está prófugo.
En un lustro, de acuerdo con el artículo 62 del Código Penal (que contempla el fin de la acción penal en delitos con perpetua a los 15 años de cometido el hecho), el suceso será alcanzado por la prescripción.
El caso
Flavio Piottante era un psicólogo soltero, listo y autosuficiente; "muy bien parecido" agregan quienes lo conocieron. Trabajaba de mañana en la cárcel de San Felipe y de tarde en su propio consultorio, frente a la casa de su madre.
En su trabajo en el penal había conocido a su colega Andrea Troncoso; se enamoraron. Ella venía de dejar a su antigua pareja y padre de su pequeño hijo, Mauricio Suárez. Suárez, un joven del barrio Cirsubdoz de Las Heras, no volvió a la casa de sus padres después de la separación y se fue a vivir con ex compañeros de estudios de Ciencias Políticas a un departamento de calle San Lorenzo de Ciudad.
"El jueves 13, cuando se hallaron los cadáveres, nadie imaginaba que en el vínculo entre Troncoso y Suárez podía estar el embrión del caso. Después de ocurrido el hecho sucedió una situación de paradoja: Troncoso fue a declarar como testigo ante el fiscal subrogante Daniel Carniello, y quien la llevó en su Fiat Uno fue el propio Suárez", trae a la luz uno de los investigadores.
Estrella Libedinsky, por su parte, era una chica emprendedora y bella, que vivía sola y que tenía una relación con su psicólogo casi de encantamiento.
Un ex novio de ella incluso fue puesto en la mira de los detectives pero el chico despejó toda duda cuando declaró: "Se comprobó que hacía meses que no se veían". Para explicar su muerte, los pesquisas echan mano a una máxima de la criminología: "Ella estuvo en el sitio inadecuado en el peor momento".
Mauricio Suárez, quien había trabajado en una AFJP y que en el momento de los hechos tenía una pequeña empresa de obras que procuraba contratos con el gobierno de Julio Cobos, no hablaba del doble crimen ante sus amigos: no tenía por qué. "Notamos que se había puesto triste, pero se lo adjudicamos a la separación con su ex", declararon sus allegados.
Entre el jueves y el domingo, el caso acaparó la opinión pública no sólo por su extrema violencia sino por el despiste total que embargaba a los pesquisas: muy poco se sabía qué había detrás de tremendo hecho.
¿Confesión?
La noche del viernes 13 de julio, un contrariado Suárez fue a cenar al local La Lucía de calle Arístides Villanueva con su amigo de la facultad, el joven Diego Coronel, de 25 años por entonces y director de Logística del Ministerio de Seguridad. En medio del lomito, Suárez le confesó a su amigo: "Me parece que me mandé una cagada y que me tendré que ir del país".
Hoy, Coronel dice que tomó la frase como la de un tipo que estaba deprimido por su separación y que no quiso ahondar en su pena y que por eso no preguntó nada. "Recién el domingo siguiente, cuando hablé con los amigos en común, los que vivían con Suárez en el departamento de calle San Lorenzo, fue que fuimos a hablar con el fiscal Carniello".
Luego de aquella confesión, la Justicia allanó ese departamento pero Suárez no estaba. A las pocas horas salió a la luz otra novedad: el Fiat Uno del sospechoso había aparecido estacionado cerca de la Terminal de colectivos de Mendoza.
Para los investigadores, los amigos de Suárez supieron lo que había pasado "sólo que no mandaron al frente al amigo". Coronel, en diálogo con este diario, lo niega: "Yo no lo sabía".
Cuando el fiscal Martearena retomó el caso, se enteró, por medio de los informes de las antenas de celulares que había en las inmediaciones del lugar del doble crimen, que Suárez había estado muy cerca de allí la tarde-noche en que ocurrieron los asesinatos de Piottante y Libedinsky. Se acusó formalmente a Suárez como el autor del doble homicidio calificado.
El 17 de enero de 2007, y después de una reunión que Julio Cobos mantuviera con Beatriz Llin -madre de Flavio Piottante- se decidió ofrecer una recompensa de 50 mil pesos para quien aportara datos reveladores acerca del doble homicidio. La recompensa nunca fue cobrada.
Los años
Al día de hoy Mauricio Suárez figura en la orden del día: es decir que está buscado. En 2010, Martearena fue ascendido a camarista y el expediente pasó a manos del tercer fiscal que tendría la causa: Santiago Garay, que es quien comanda la pesquisa que hoy luce como un barco de papel en medio del océano.
"Nosotros tomamos este tema ya empezado. Es decir que nos tuvimos que poner un traje que no fue confeccionado para nosotros", grafican desde el entorno de Garay. Igual, amén de no dejar de buscar a Suárez, Garay tomó muchas medidas que no fueron coronadas con el éxito.
Una de esas diligencias llevadas a cabo en setiembre de 2010, fue dar con un vello púbico de Suárez que fue comparado con la sangre hallada el día del doble crimen más de cuatro años atrás: el resultado fue negativo y se especuló con que el sospechoso dejaría la clandestinidad para presentarse. Incluso su abogado, Martín Ríos, llegó a asegurar que eso iba a ocurrir, pero no fue así. Suárez siguió como hasta ahora, prófugo.
Además de la impunidad, el caso Piottante-Libedinsky está sobrecargado de angustia; la lógica tristeza que dejan ver los allegados a las víctimas cuando hablan con la prensa, la de los testigos que se encuentran encerrados en un caso que cargarán por el resto de sus vidas y hasta las de las autoridades judiciales que ven, en la no resolución del caso, la impotencia de no poder.
Los investigadores creen que Suárez comenzó su huida con 30 mil pesos y que después se las arregló solo para llevar adelante la estresante vida de un buscado por la policía. Entre lo que ha perdido el hombre que hoy tiene 42 años, aparece el no haber estado presente en el crecimiento de su hijo.
Tal vez espere los cinco años que legalmente quedan para que la causa prescriba y un no lejano 12 de julio de 2021 reaparezca, ya sin deudas con la Justicia.
Ocho protagonistas de un suceso perturbante
Andrea Troncoso. Figura fundamental de la trama. Era la pareja de Piottante en el momento del doble crimen y su ex (Suárez, con quien tiene un hijo) es el hombre que está acusado de los asesinatos. Nunca habló con la prensa.
Nelly Libedinsky. Madre de Estrella. "No tengo esperanzas con el caso. El fiscal ya me atiende directamente en los pasillos para decirme que no hay novedades de importancia. Pusimos un abogado pero después lo sacamos. La verdad es que es una tristeza todo; siento que a nosotros nos dejaron solos y que nadie nos ayudó. No creo en la Justicia; con nosotros sólo hubo injusticia".
Martín Ríos. Abogado de Suárez. "Nunca tuve contacto directo ni de ningún tipo con mi defendido; sólo a través de su familia. No sé dónde está y jamás lo supe. Con los estudios comparativos de ADN que le favorecen debería presentarse, pero no lo hace".
Eduardo Martearena. Estuvo cuatro años como fiscal de la causa. Luego fue ascendido a camarista. Los familiares de las víctimas lo recuerdan como quien "hizo mucho por el caso".
Daniel Carniello. Fiscal. Fue subrogante de Martearena durante los primeros días de la investigación. Cree que los amigos de Suárez lo 'guardaron' en el departamento de calle San Lorenzo y así le dieron tiempo para que escapara.
Santiago Garay. Es el fiscal que lleva el caso desde hace seis años. Se sabe que ha viajado a varios lugares para dar con Suárez pero sin éxito. Abona la idea de que el buscado se encuentra en algún país de América Latina con identidad falsa. Desde su entorno aseguran que la política no interfirió para que escapara: "No era una persona con tantas influencias como para eso". Según su parecer, Suárez no actuó solo la tarde del doble crimen.
Beatriz Llin. Madre de Piottante. Una de las más afectadas. Nunca puso abogado y no cree que el caso llegue a tener justicia. "Cerraron todo en que fue un hecho pasional y nada más. Pero nunca se investigó a la Policía, a la penitenciaría (su hijo trabajaba en la cárcel San Felipe), ni a la política. Para mÍ es muy doloroso revolver todo esto: no tengo pruebas para asegurar que ese chico (por Suárez) sea el responsable".
Diego Coronel. Amigo de Suárez, y actualmente director de Obras Públicas de la Municipalidad de Godoy Cruz. Fue quien lo escuchó decir "me mandé una cagada". Sólo que lo dio a conocer 48 horas más tarde a la Justicia. En ese lapso, Suárez escapó. "Este caso es una carga que llevaré de por vida", dijo el jueves a este diario.