Era un día caluroso de noviembre, de esos en los que el sol pega fuerte desde la mañana y más al costado de la entonces aún más desértica Panamericana.
Una construcción colorida, con aires mexicanos, dominaba la loma que se levantaba al costado de la ruta y varias máquinas y hombres trabajaban en los alrededores preparando los ingresos.
En cuestión de minutos el lugar se convirtió en un ring político y casi también de box.
Allí se estaba terminando de construir lo que iba a ser un pub con una marca importada de Buenos Aires (Coyote) y que se transformó en eje de la disputa territorial entre Luján y Las Heras, más que caliente en aquel momento.
Por entonces, al oeste de la Panamericana sólo había cerros y el vecino aeroclub La Puntilla. Los dueños del boliche decidieron “colonizar” esa franja.
Luján se oponía, pero Las Heras, más permisiva y necesitada de recursos (cobro de aranceles, tasas e inversiones), autorizó la obra en lo que consideraba “su territorio”.
La indefinición sobre los límites permitió desde entonces que la zona se poblara, siempre con el mismo atajo: la venia lasherina.
Aquel día, la delegación de funcionarios lujaninos, encabezados por “Titín” Quiroga, un hombre de confianza del entonces intendente Luis Carral, intentó frenar los trabajos en las banquinas ante la mirada de los lasherinos.
El más ofuscado resultó el RRPP del futuro pub, al que le adjudicaban un cinturón de varios “danes” en artes marciales. Hubo insultos, algún empujón y amagues de piñas con Quiroga, que terminaron en nada.
Tal revuelo hizo que llegaran al lugar el entonces subsecretario de Gobierno de la provincia, Roberto Godoy Lemos, y hasta el jefe de la Policía de Mendoza, Eduardo Olguín.
Esa pelea era una cachetada a la negociación política: el Gobierno provincial (con Arturo Lafalla) y los dos municipios (Las Heras con Guillermo Amstutz y Luján con Carral) eran peronistas. O tal vez por eso se peleaban: el peronismo estaba desgastado tras nueve años de gobierno y se encaminaba a dejar el poder.
Ambos intendentes, pero sobre todo el lujanino, hicieron del conflicto limítrofe una bandera municipal y obligaron a que interviniera la Legislatura (se armó una comisión que presidía Patricia Fadel), con visitas a la zona incluidas para intentar dilucidar quién tenía razón.
Veintiun años después de aquel noviembre de 1996, la Corte resolvió. Se tomó su tiempo, pero resolvió.