Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Es curioso que un deporte tan barato como el fútbol, que para jugarlo solo necesita una pelota, despierte tantas ambiciones de moneda y poder. Es el deporte con más jugadores del planeta, con más clubes, con más estadios, con más competencias, con muchísimos más espectadores que cualquier otro deporte popular.
La FIFA tiene más países miembros que las Naciones Unidas, así de contundente. La plata que anualmente genera el fútbol bien podría alcanzar (posiblemente sobraría) para comprar varios países.
Tiempito atrás la FIFA se vio envuelta (con varias vueltas) es un escándalo de repartidas de plata que repercutió en todo el planeta. Hubo acusaciones, renuncias, allanamientos, encarcelamientos, pero bien no sabemos todavía qué es lo que pasó y cuál es la magnitud de lo que pasó.
Ahora le tocó el turno a la Argentina. Según el ranking de la organización suprema del fútbol mundial nuestra selección es la primera del mundo, pero si hubiera o hubiese un ranking de papelones también ocuparíamos la primera posición.
Hay palabras que comienzan con las letras “afa”, afane, por ejemplo, y hay otras palabras que terminan con “afa”, estafa, por ejemplo.
Al parecer las dos tienen que ver, porque los líos que están ocurriendo en Viamonte 1366, Buenos Aires, son líos por el dinero y por el poder (que es el nombre intelectual del dinero). ¿Se acuerdan de Francisco de Quevedo? “Poderoso caballero es don dinero”
Hoy nadie, aún los mismos involucrados en el escándalo, saben lo que está pasando, pero se habla de la Super Liga, de elecciones, de renuncias, de desmentidas de renuncias, de alianzas, de intervenciones reales, de intervenciones encubiertas.
En definitiva un truco de intereses donde todos tienen puntos para el envido y donde todos mienten.
A tal punto llega el escandalote que hubo amenazas de la FIFA de eliminar a los equipos argentinos de las competencias internacionales. O sea, que existe el peligro de que los jugadores que están en Estados Unidos para disputar la Copa América Centenario, terminen disfrutando de unos días de vacaciones en Disney World.
Usted se preguntará, ¿qué tiene que ver todo esto con el simple deporte de patear una pelota? Nada. Ni con la pelota, ni con la cancha, ni con los arcos, ni con los jueces, ni con los alcanzas pelotas y mucho menos con los ricos laureles que en el rubro supimos conseguir.
Lejos están todos esos matices interesantes de una disciplina física encantadora, y mucho más lejos, pero lejísimo, de los millones de argentinos que sienten al fútbol como una pertenencia muy especial, irrenunciable, absolutamente pasional.
Están, los señores en disputa, sentados en un enorme inodoro que abarca todo el país y hacen sus deposiciones sin importarle el destino. Somos como la cloaca de los dirigentes.
El fútbol, como recreación que es, debería servir para unir, para embellecer los ojos y los corazones, para admirar con jugadas que deberían estar en el Manual de las Grandes Emociones Colectivas, el fútbol debería servir para confrontar sanamente, con alegría, sin embargo en nuestros estadios no se admiten hinchadas visitantes.
El fútbol debería servir para el mejoramiento físico de nuestros niños, debería cumplir una función social enaltecedora, debería afirmar los conceptos de hermandad y de familia, eso que suele ocurrir cuando todos se juntan frente a una pantalla de televisión para ponerle varios corazones más a los once que defienden la celeste y blanca.
Sin embargo, el fútbol de estos momentos, solo sirve para que se mofen de nosotros, para que seamos una vergüenza universal. Si seguimos así vamos a terminar siendo una piltrAFA.