En todas sus películas, el viaje está presente. Y es que hay algo en él de esos exploradores lanzados a descubrir formaciones misteriosas. Tal curiosidad aventa a este documentalista que gusta de atravesar, a pie y sin mapas, las fronteras genéricas.
Disfruta, pues, de la destrucción anárquica de los géneros; la falsa autobiografía, el material de archivo apócrifo y la lectura filosófica de lo cotidiano son algunas de sus herramientas para construir una "narración de lo abierto".
"De la necesidad de navegar los mares", su cortometraje filmado en tierras andinas, es un buen ejemplo. Allí Hartmann sigue las huellas del viaje de Humboldt a Sudamérica e introduce ficción por capas: un juego de genealogías, una serie de fantasmas, el relato de un alter ego que decide emprender la misma travesía. Y el misterio de un desierto de sal que guarda las voces del altiplano.
Una paradoja rodea a la frase que da nombre a este filme y que acaso alguien atribuyó a Colón. Philipp vio esta inscripción bajo la estatua del almirante en una plaza boliviana; precisamente el país que aún no logra la salida al mar.
"Navegar es necesario, vivir no lo es", dicen que repitió Colón, citando a un general romano. Se cuenta que Plutarco la puso en boca de Pompeyo, cuando escribió sus "Vidas paralelas" y que expresa el deseo profundo por lanzarse a otro universo de experiencias que, a pesar de ser menos evidente y menos urgente en el orden de la subsistencia, es más esencial en el orden del sentido, de la dignidad y de la imaginación humana.
Hartmann decidió lanzarse a navegar la cinematografía en América Latina. "Allí me pude ver a mí mismo. Viviendo una realidad pero soñando con hacer otra cosa". Doctorado en Economía en la Universidad de Hamburgo, giró el timón y se dedicó a las artes.
Su primer cortometraje fue un estudio sobre la "espera": "Hay un estado muy particular, ese permanecer quieto pero en alerta que se tiene en los subtes, por ejemplo". Luego vinieron más experimentos, con la lúcida visión de trabajar siempre desde el libre juego. Así realizó uno de sus más reconocidos filmes, "El tiempo pasa como un león que ruge" (2014), que fue considerado un ensayo filosófico y entretenido sobre el implacable devenir.
"Hartmann, a quien se le ha diagnosticado cronofobia, hizo una película fascinante sobre el terror que lo acosa: el tiempo. El filme es una suerte de fenomenología pop acerca del tiempo, y lo examina como obsesión personal, problema filosófico o tara científica, como tema cinematográfico, dilema existencial y constancia física de la experiencia corporal", escribió Roger Koza. La película está estructurada como un collage: una summa de "fotografías personales, recuerdos perdidos, experiencias científicas, enfermedades inventadas y puntos de vista sobre el tiempo".
Qué es real y qué no, no importa. "No trato de hacer ningún tipo de pedagogía, no creo que el cine tenga que dar respuestas, ni transmitir una mirada unívoca. Lo mejor que me puede pasar como cineasta es que la gente salga de la sala haciéndose preguntas, que surjan interrogantes y cuestionamientos, que el filme les deje eso. Pienso que toda película debería ser experimental", precisa Philipp.
La filosofía y la literatura han nutrido a este hijo de profesores de historia del arte que, aunque comenzó estudiando ciencias de América Latina, decubrió - precisamente en un viaje a Brasil- su vocación cinematográfica.
Rápidamente incorporó el espíritu de la corriente del Cinema Novo, en las palabras de Glauber Rocha: "Para hacer cine sólo se necesita una cámara en la mano y una idea en la cabeza".
Así, lleva realizados once largometrajes y diecisiete cortos. Y ahora, ha venido a nuestra provincia para iniciar el rodaje de la próxima aventura, que co-dirigirá con el cineasta local Mariano Donoso Makowski.
Cámaras paralelas
La cosa fue así: "El crítico cinematográfico Roger Koza, a quien respeto mucho, me presentó a Mariano Donoso en Hamburgo y me insinuó que debíamos hacer una película juntos. Primero, claro, fui a ver 'Buenos Aires al Pacífico' (la obra de Mariano, seleccionada para el Filmfest) y comprendí el por qué".
Con universos creativos semejantes, ambos decidieron embarcarse en un nuevo sistema de asociaciones libres, un sistema lúdico propio. "Un experimento con el tiempo: ése es el disparador desde el que empezamos a jugar. Entendiendo el juego como la cosa más seria que existe. Ni en el G20 hay tanta seriedad", comienza a explicar Donoso quien ya recorrió con Hartmann locaciones en la cordillera y el secano para esta nueva coproducción entre Hamburgo y Mendoza.
"Así como la luz viaja en el tiempo, también las imágenes viajan en la historia. Se las adivina, se las piensa. En este juego hay una máquina que registra fragmentos del pasado: ése es una de las líneas narrativas", adelantan.
Ya se puede suponer el laboratorio del proceso creativo de ambos realizadores, que ya han demostrado cómo se pueden derribar no sólo las narrativas tradicionales sino los convencionales modos de producción.