Petulancia y obsecuencia en el kirchnerismo

Recientes declaraciones de funcionarios y candidatos del Frente para la Victoria remarcan estos aspectos. Si la perspectiva es continuar con la misma política económica, ni soñar con volver a ser un país confiable y normal.

Petulancia y obsecuencia en el kirchnerismo

“Vamos a hacer más de los mismo”; “La Cámpora es el presente y el futuro del país”. La primera afirmación corresponde al ministro de Economía, Axel Kicillof, pronunciada en una reunión ante un importante grupo de empresarios, en su habitual tono suficiente y altanero.

El claro mensaje a los empresarios fue acompañado de acusaciones de “liberal” al auditorio, obviamente como una horrenda descalificación. La otra afirmación corresponde al candidato a presidente por el Frente para la Victoria, Daniel Scioli, en una de sus cotidianas muestras de obsecuencia a la Presidenta y su familia. Ambos definen con un singular realismo lo que sería la política y la economía en el próximo periodo de gobierno si se impone la continuidad del actual.

Hacer el inventario de asuntos que continuarían según el ministro, excede el espacio y el sentido de esta columna; pero enumeremos algunos. Podemos comenzar por el caso del Indec y las estadísticas manipuladas, o directamente suspendidas, como las mediciones de pobreza, ya inexistentes.

El ministro ha dicho que dar a conocer la cantidad de pobres es “estigmatizante”, una de sus tantas originalidades como economista de formación marxista- keynesiano, según lo definen sus seguidores. Pero lo grave es que desde 2007, cuando comenzó la manipulación del índice de precios, se ha generado una enorme cantidad de distorsiones, cuya corrección demandaría un gran esfuerzo técnico y de tiempo corregir.

Por cierto, si se va a seguir haciendo lo mismo, tal corrección no se va hacer. El país en materia de datos económicos y sociales está a oscuras; baste mencionar que nadie sabe a ciencia cierta cuánto es el PBI, el ingreso per cápita, el monto real de exportaciones e importaciones, las reservas disponibles del Banco Central, la verdadera deuda pública y ni siquiera hay confianza en los datos de población relevados en el último censo.

Dado que ni el ministro cree que haya relación entre el déficit fiscal, la emisión de moneda para financiarlo y la inflación, esta relación perversa seguiría, como también la manipulación del índice de precios.

Seguirían también las políticas de “precios cuidados”, de intervención permanente, cuyos resultados están a la vista. Como el ministro y el kirchnerismo piensan que el gasto público siempre creciente es el gran instrumento de crecimiento de la economía y bienestar de la población, es previsible que se sigan batiendo récords de gasto y de presión fiscal, hoy los más altos de la historia económica del país.

Continuaría la política de control de cambios, el cepo, las restricciones para importar y exportar, el atraso cambiario, el aumento de costos en dólares, la pérdida de competitividad. Por lo tanto las economías regionales, hoy virtualmente quebradas, podrían esperar su desaparición en lugar de su recuperación.

Obviamente no puede pensarse que otro “pilar” de la nefasta política económica, como las retenciones a las exportaciones, sean reducidas y menos eliminadas.

El Estado seguirá quedándose con la mayor parte del ingreso de los sectores agroindustriales exportadores. Además, en este caso seguiría la política del denominado “comercio administrado” y serán los funcionarios, mediante múltiples regulaciones, quienes decidan qué, cuánto y cuándo exportar. Y lo mismo con las importaciones.

Seguir haciendo lo mismo es imposible sin continuar vaciando el Banco Central, obligado a entregar las pocas reservas existentes para cumplir los compromisos de pago y recibiendo a cambio letras y pagarés del Tesoro sin valor alguno en el mercado. El Central seguiría con la política de contabilidad creativa para generar ganancias ficticias que, previa emisión de dinero, son transferidas al gobierno, el que las registra como ingresos ordinarios del fisco.

Ni pensar en el arreglo de la deuda externa y un retorno del país a los mercados financieros, es decir, volver a ser un país confiable y normal. Los ciudadanos decidirán en octubre qué quieren.

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