Para algunos era una materia de las tantas, otros (la mayoría) estaban rindiendo un máster. Porque el de anoche no era un partido fácil y la selección argentina aprobó el examen. La vara ( dos finales consecutivas) estaba alta y se estuvo a la altura.
Llamativamente y a contramano de lo que se esperaba y marca su historia, Brasil salió pensando más en el arco propio que en el de enfrente.
Le regaló la pelota a la Argentina que cuando se sentía dominadora del encuentro recibió un mazazo que terminó siendo letal. Ellos sabían, nosotros también, que somos un boxeador de puños picantes y mandíbula de cristal.
Pero ayer se vio a un Lionel Messi enganchado, líder, transmitiendo. Un Messi al que todos esperábamos. No faltó actitud, ni él, ni en el resto, y eso ya es alentador.
Dejando el mensaje que se siente bien con este grupo. El equipo de Lionel Scaloni careció de sorpresa, aunque también hay que recordar que Agüero y Messi hicieron sonar los caños de Alisson, casi la revancha de lo que le pasó a Goycochea en el '90.
De todas maneras, el equipo nacional se llevó la ratificación que estos chicos, los de la esperada renovación, están para más. Que frente al mejor equipo de Sudamérica, tuvo grandes chances y que será un hueso duro de roer en las Eliminatorias.
En el camino a Qatar es donde arranca lo más importante. Porque ahora si llegamos con rodaje. Hay recambio y del bueno.
El futuro ya llegó y lo demás, ya es pasado.
