Los nativos chachapoyas construyeron la ciudadela de Kuélap en medio de la espesa vegetación nororiental de Perú y a 3.000 metros de altura. Para llegar, los antiguos recorrían durante días el camino inca Qhapaq Ñan. Diez siglos después, se puede alcanzar en una telecabina.
Kuélap, conocida como la “Machu Picchu de la selva peruana”, está construida sobre el cerro La Barreta. Parte de ella parece haber sido tallada sobre la propia cantera, mientras otras de las grandes rocas que la componen fueron subidas hasta allá con métodos que hasta ahora son un misterio. Varios de sus muros, efectivamente, se parecen a los de la ciudadela del Cusco.
En su esfuerzo por atraer el turismo, Perú inauguró en marzo una red de telecabinas en la región Amazonas para trasladarse desde la localidad de Nuevo Tingo -cruzando un extenso cañón amazónico- hasta la entrada a Kuélap. Es el primer sistema de este tipo en el país.
Entre bromas y selfies
Desde el aire, la selva parece una imperfecta mesa de billar. El trayecto dura 20 minutos, el tiempo suficiente para fotos, selfies y bromas sobre qué pasa si se corta la energía y la cabina queda suspendida.
“Tenemos un sistema alterno de energía por si de pronto se corta la luz en la zona, para poder evacuar a los usuarios. Es una norma internacional”, explicó León Jairo Álvarez, representante de la firma francesa Poma, responsable de la obra.
Poma, en consorcio con ICCGSA Perú, tienen la concesión por 20 años. La instalación tardó un año y medio, con una inversión de unos 25 millones de dólares.
Viaje en las alturas
La travesía se inicia con un vuelo de Lima hasta Jaén, en la región Cajamarca (norte), y luego hay que viajar tres horas y media por tierra hacia Chachapoyas (650 km al noreste de Lima), en Amazonas. De allí, a 45 minutos por carretera, está la estación de teleférico, en Nuevo Tingo.
El cableado se sostiene en 23 torres de concreto instaladas a lo largo de 4,2 kilómetros. Nuevo Tingo está a 2.300 metros de altura y el destino final, Kuélap, a 3.000 metros. Las cabinas tienen espacio para ocho personas.
Las torres fueron colocadas por un helicóptero especial a lo ancho del cañón que separa Nuevo Tingo de Kuélap. Estas columnas debieron adaptarse a la geografía amazónica. Una de ellas quedó sobre un campo de cultivo, donde el campesino Justo Vargas, de 71 años, hoy sortea su base para sembrar maíz.
“Lo han colocado aquí y no me han reconocido nada. Yo he nacido y crecido producto de estas tierras”, reclama.
Bosque de nubes
Kuélap fue construida por los chachapoyas en el siglo XI y hallada por casualidad en 1843 cuando el juez Juan Crisóstomo llegó a la zona para verificar unos territorios en un litigio.
Está protegida por vegetación y una densa neblina que se tiende sobre ella. Cuando los incas llegaron como conquistadores, vieron como los habitantes salían de entre la bruma. Y los llamaron chachapoyas: sacha, que quiere decir bosque; y puyos, nubes, en quechua.
Los incas implantaron sus costumbres. En Kuélap, por ejemplo, hay una piedra similar al reloj solar Intihuatana de Machu Picchu. Funcionó hasta el siglo XVI, tras la llegada de los españoles.
El arqueólogo Manuel Malaver, responsable por Kuélap, explica que inicialmente, por la forma en que está construida, se creyó que se trataba de una fortaleza. “Pero es una ciudadela fortificada de funciones religiosas, ideológicas”, precisa.
De los antiguos chachapoyas quedan los rastros de sepulcros construidos dentro de las mismas paredes de rocas. Algunos de ellos quedaron expuestos al construir el teleférico, y pueden verse durante el trayecto.
Turismo
Kuélap se extiende a lo largo de 600 metros. Algunos de sus muros alcanzan casi los 20 metros de altura. Tiene puntos de acceso estrechos para contener invasiones.
Sólo la entrada de servicio es más ancha, y aún conserva en sus suelos los rastros de las pisadas de las llamas. “Había un pueblo bajo, con la servidumbre que sustentaba a la gente de élite, en el pueblo alto”, detalla Malaver.
Por ahora, reciben a diario a unos 200 turistas, frente a los 3.500 de Machu Pichu. Antes del teleférico, caminar de Tingo hacia Kuélap tomaba unas tres horas.
“Excelente que haya un teleférico para llegar aquí. Había leído un poco sobre las opiniones de la gente que decía que era un Machu Picchu del norte. Es diferente, pero se puede considerar maravilla”, dice Jorge, un turista de Lima.