Perú y Chile, una actitud ejemplar

El gobierno peruano manifestó su satisfacción por el reciente fallo del Tribunal de La Haya sobre el límite marítimo con Chile. Por su parte, tanto Piñera como Bachelet, a pesar de estar disconformes, aceptaron la decisión. Una actitud que deja de lado el

Perú y Chile, una actitud ejemplar

Un reciente fallo del Tribunal de La Haya pone fin a un conflicto de más de 100 años que mantenían Chile y Perú por el límite entre ambos países en el océano Pacífico. Es muy factible que la discusión diplomática continúe tanto por parte de Perú, por el sector terrestre, como de Bolivia, que reclama su salida al mar luego de que, en la Guerra del Pacífico, Chile ocupara territorios que eran de jurisdicción de Bolivia en la zona del desierto de Atacama.

Pero el hecho concreto es que, después de la decisión del máximo tribunal internacional, tanto el gobierno chileno como el peruano decidieron acatar la decisión, por más que unos hayan discrepado con el fallo (los chilenos) y los otros lo hayan celebrado, como sucedió en Perú.

El conflicto entre los tres países data de 1878, cuando el gobierno de Bolivia decidió cobrar un arancel de 10 centavos, por quintal exportado, a las compañías salitreras que extraían el mismo (el guano de los pájaros, esencial para la fabricación de pólvora) en la zona de Atacama, entre las actuales ciudades chilenas de Antofagasta y Tocopilla.

Esas empresas, de capitales chilenos, en su gran mayoría funcionarios o gente influyente, generó que Chile  decidiera romper relaciones diplomáticas con Bolivia. Perú ingresó después en el diferendo, en razón de que años antes había suscripto un tratado de acuerdo defensivo con Bolivia. En la guerra, las tropas chilenas llegaron a ocupar inclusive durante un tiempo la ciudad de Lima, pero posteriormente, por acuerdos, Chile amplió su límite norte quedándose con las actuales ciudades de Iquique y Arica.

Los reclamos, tanto desde Bolivia como de Perú, han sido permanentes y el más reciente consistió en el reclamo de los peruanos por el límite oceánico. Reclamó una línea divisoria que le otorgaría 66 mil kilómetros cuadrados en el mar, basándose en el límite terrestre que llega al mar, de acuerdo con el tratado de 1929, mientras Chile sostenía que el límite marítimo ya había sido fijado por esa comisión y refrendado luego en 1952 y en 1954.

Sin embargo, el fallo pareció ser salomónico, porque daba parte de razón a cada uno de ellos, pero en realidad otorgó a Perú 49 mil kilómetros cuadrados de los 66 mil que reclamaba, por lo que terminó siendo favorecido.

La decisión fue tomada con algarabía inusitada en Perú, con fiesta en las calles y con actos públicos en la limítrofe Tacna, mientras en Chile los reclamos surgieron de inmediato de parte de la población, tanto en Santiago como en Arica e Iquique. Pero lo más importante fue la reacción de los gobiernos.

Ollanta Humala, presidente peruano, evitó declaraciones altisonantes, mientras el primer mandatario chileno se limitó a señalar que, aún discrepando con el fallo, lo aceptaba. Con igual actitud de seriedad y grandeza se pronunció la presidenta electa, Michelle Bachelet, quien afirmó que esperaba que el fallo marcara un antes y un después en las relaciones con Perú.

Resultó evidente que ambos mandatarios antepusieron los intereses de la Nación, dejando de lado las actitudes populistas. Priorizaron el comercio y las inversiones entre ambos países, que superan los 20 mil millones de dólares y la Alianza del Pacífico, que firmaron junto a Colombia y México, conformando una plataforma regional de libre comercio.

Esa actitud asumida por los jefes de Estado debería ser tomada como ejemplo por otros presidentes de la región, especialmente de la Argentina, que muchas veces han ingresado en conflictos por determinadas circunstancias, como la discusión por las pasteras con Uruguay o el cuero y los electrodomésticos con Brasil, impulsando actitudes populistas en lugar de priorizar el diálogo y los beneficios que otorga la alianza alcanzada a través del Mercosur, entre otros aspectos.

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