Perspectivas inciertas para la economía nacional

La desaceleración de la economía, la vigente inflación y otros vaivenes, hacen temer un futuro no muy halagüeño, salvo que se introduzcan cambios en la política del sector y que nos favorezca un eventual buen momento brasileño.

Perspectivas inciertas para la economía nacional

El fin de un año y el comienzo de otro siempre invitan a realizar un balance de lo ocurrido con la economía y realizar alguna proyección sobre el porvenir cercano, más aún cuando sobre el filo del fin de año el país ha sido sacudido por una ola de saqueos y desmanes de gran magnitud.

Es innegable que existe un clima de inquietud, de preocupación en gran parte de la población, más allá que el período de vacaciones tienda, razonablemente, a atenuar estos estados de ánimo.

La inquietud, la incertidumbre, encuentran sustento sólido cuando se repasa lo ocurrido en 2012 con los principales componentes de la economía nacional; y es que el resultado es claramente negativo.

En esta columna se ha señalado que la economía en conjunto había entrado hace varios meses en una situación de estancamiento con inflación, más allá que algunos sectores, en particular aquellos que se benefician con un alto grado de protección externa, estuvieran pasando por una buena situación. En un amplio espectro de instituciones de todo tipo y de analistas individuales, existe acuerdo en que la inflación se ha convertido en el principal problema de nuestra economía.

Ese consenso apunta a que la tasa de inflación se ha acentuado en los últimos meses, nadie duda que el piso de la misma está en el orden del 25% anual. Más preocupante aun es que aumente a pesar de la desaceleración de la actividad económica.

También en este caso las proyecciones coinciden en que el crecimiento del PBI en 2012 difícilmente supere el 2%, una tasa muy baja en comparación con lo ocurrido en años anteriores. El empleo privado en blanco prácticamente se ha estancado y sólo un notable crecimiento del empleo público ha impedido que la tasa de desocupación aumente.

Los crecientes controles cambiarios y restricciones a las importaciones han llevado a que tanto éstas como las exportaciones hayan caído por primera vez en varios años. El saldo comercial positivo ha sido logrado a costa de una enorme represión de las importaciones.

Este hecho, unido al negativo clima de negocios, se ha traducido en una sensible disminución de la inversión productiva, que algunos estudios ubican en el orden del 6%. La combinación del conjunto de variables se traduce en una fuerte caída de la competitividad de los sectores exportadores, cuyas quejas y pedidos de auxilio con cotidianos.

En este contexto los pronósticos y perspectiva para 2013, si bien prevén algunas mejoras, no son demasiado alentadoras y están fincadas prácticamente en dos eventos que deberían ocurrir.

Uno de ellos es que una mejora en la economía del Brasil debería traducirse en un crecimiento de las importaciones industriales de Argentina, básicamente de la industria automotriz, de fuerte impacto en otras actividades de la economía.

El otro evento es una cosecha de granos, especialmente soja, muy superior a la pasada, afectada por la sequía. Al igual que hace un siglo atrás, la “salvación” parece depender de una buen cosecha. Ahora bien: aquí hay algunos puntos a considerar. De un lado, esperar que la buena cosecha efectivamente ocurra y la otra, que los altos precios internacionales de la soja se mantengan durante el año.

Sobre este segundo punto hay más coincidencias que sobre el primero, ya que las estimaciones internacionales prevén que así ocurra. Pero sobre la buena cosecha han comenzado a surgir dudas en razón de que la notable inestabilidad climática está conspirando contra una buena cosecha. Las excesivas lluvias han afectado negativamente la recolección de trigo y reducido los saldos exportables; lo mismo estaría ocurriendo con el maíz.

Algunos empresarios agropecuarios apuntan que existen más de 3 millones de hectáreas inundadas y podría no alcanzarse la superficie de siembra de soja que se había estimado. En pocas palabras estamos encomendados “al cielo y la tierra”.

Con este panorama se proyecta un crecimiento del PBI del orden de 3,5%, una inflación rondando 28%, una tasa desempleo estable, una devaluación por debajo de la inflación, pero más cerca que años anteriores.

Donde hay grandes coincidencias es en que el “modelo” se ha agotado y el país necesita un programa económico de envergadura para alinear una economía que, según palabras de un ex ministro, está “en falsa escuadra”.

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