Ya ha pasado más de una década desde que Personal Fest se metió al circuito de festivales primaverales marcando presencia con identidad propia.
Fiel a su estilo, esta nueva edición no fue excepción y en dos días no sólo aportó variedad musical con una veintena de bandas sino también ofreciendo lo que mejor saben hacer: entretener al público. El Club Ciudad de Buenos Aires fue nuevamente el epicentro de una fiesta con cuatro escenarios, más de 20 bandas y juegos en cada rincón del predio.
Primer día
Las puertas del predio se abrieron el sábado pasadas las 15 y una veintena de adolescentes comenzó a correr para llegar al escenario principal. Eran los fans de la banda norteamericana Paramore que iba a tocar seis horas más tarde, pero ellos ya querían asegurarse su lugar en primera fila.
Mientras tanto la música empezó a sonar con los cordobeses de Rayo Láser y los escenarios principales, Personal y Huawei uno al lado del otro, iban alternando bandas mientras el predio empezaba a llenarse.
El sol pegaba fuerte y el clima de fiesta se apoderó del público cuando llegó Klub, Los Auténticos Reggaementes, la banda en homenaje reggae a Los Decadentes. Con Bahiano y Chelo de La Zimbawe de invitados en varios temas, hubo un repaso nostálgico reversionando temas que nos pusieron a bailar temprano.
Luego vinieron los mexicanos de Little Jesus y el trap y rap de la Mala Rodríguez, y cuando la tarde empezó a caer los Illya kuryaki and The Valderramas volvieron a encender al público.
La banda liderada por Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur apostó a la seguro con un set list plagado de clásicos como "Jennifer del Estero", "Ula ula", "Jaguar house", "Chaco", "Coolo" y "Abarajame en la bañera". Impecable y efectivo -aunque sin sorpresa- la banda anunció que era su último show en el país por un buen tiempo. En el medio hubo chistes sobre el olor a rabas, bromas a Turf y Poncho y un cierre marcado por el apuro de cumplir horarios.
Turf siguió la apuesta de los clásicos en uno de los escenarios principales y fue una sucesión de canciones al mejor estilo "una que sepamos todos".
Los fans de Paramore seguían firmes mientras tanto esperando y desesperando porque aún quedaba una banda más antes del show de sus ídolos.
Así llegó el turno de SOJA, una banda que ya ha pasado por los escenarios del Personal Fest en ediciones anteriores y que conoce bien al público argentino. Encabezados por Jacob Hephill, la agrupación de reggae cumplió las expectativas con sus clásicos "Not done yet", "You and me", "I believe" y "Everything". También alabaron al público local y para probar que sus halagos no sólo cortesía, filmaron un video musical con sus fans argentinos.
La tarde-noche del sábado en el Club Ciudad alternó entre nuevas bandas, clásicos argentinos y se encaminó a una ola de subidas y bajadas de intensidad. Mientras SOJA había marcado un ritmo firme pero apasible, llegó Paramore para cambiar el clima con su sonido electrónico, su pop cuasi ochentoso y sus toques funky en los que nadie se quedó quieto.
El predio para esa hora explotaba de gente y más de 20 mil personas se contagiaron de la energía de Hayley Williams, líder de la banda estadounidense. Su voz, su cabellera rubia y sus movimientos dominaron el escenario mientras los fans se agolpaban contra las vallas. Varios fueron sacados del lugar, unos por intentar llegar a la banda y otros por casi terminar aplastados por la multitud enardecida.
Más allá del fervor millennial, Paramore fue realmente el plato musical fuerte del día. Gran sonido, mucho carisma y buenas canciones demostraron que los adolescentes pueden degustar música con gusto propio.
La banda presentó su último disco "After Laughter" y repasó también los mejores temas de sus otros cuatro álbumes. "Hard times" fue el que abrió el show y "Rose-Colored boy" cerró la fiesta en la que nadie salió decepcionado.
Ya eran casi las 23 cuando después de tanto salto y transpiración llegó el momento de relajación de la mano de Jack Johnson. En ojotas, remera lisa y guitarra en mano, el cantautor fue un cambio radical para el cierre del Fest e instaló un clima intimista para sus casi dos horas de show.
Cajón, acordeón y ukele acompañaron los temas "Sitting, waiting, wishing", "Better together", "Inaudible melodies", "Bubble toes", "I got you" y una de las más conocidas, Upside down".
Con su pobre español Johnson repetía “los quiero mucho” e intercalaba anécdotas familiares para contar el origen de algunas de sus canciones. Así, un mensaje en el contestador de su esposa fue como surgió “Tomorrow morning” o que una clavija rota por uno de sus hijos hizo que usara la guitarra en un tono diferente y nació “Big sur”.
Para la medianoche la masa de gente había disminuido y muchos se preguntaban si algo de eso era consecuencia de mezclar a Paramore con Jack Johnson o de no haber armado el line up para que la banda más bailable cerrara el primer día.
Segundo día
Aquí la jornada empezó más caliente, incluso literalmente, porque el domingo el Buenos Aires tenía lo mejor del clima primaveral. Pero también hablamos de la música, de un line up más parejo, sorpresivo e incluso más exquisito que el día anterior.
Otra vez fue una jornada de contraste de estilos pero con el denominador común de ofrecer shows contundentes con algunos protagonistas más sobresalientes que otros.
Y nadie sobresalió más que PJ Harvey. La artista inglesa era una de las que más expectativas generaba y no defraudó. Como una hechicera desplegó su magia en un ritual que cautivó al público desde el primer acorde y mantuvo su encanto hasta el final.
Vestida de negro se camufló entre su banda y emergió de la formación para ponerle voz a "Chain of keys", una balada coral con ritmo de banda militar. Así, durante una hora, recorrió la mayoría de los temas de su último álbum “The Hope Six Demolition Project”. Fueron 16 canciones impactantes que mezclaron cuerdas, vientos y percusión en los que PJ Harvey fue metiendo al público en un espacio nuevo y diferente. Su voz, su saxo y su presencia estuvieron más cerca de la teatralidad que del ritmo festivalero pero después de un rato nadie lo notó y todos se dejaron llevar. "Down by the water" y “To bring you my love” fueron celebradas por quienes esperaban escuchar algún clásico.
Su puesta en escena fue oscura y hermosa, y alcanzó su mejor momento al llegar al final con "River Anacostia". Polly Jean cerró como abrió el show, con voces corales y la banda nuevamente en formación para irse en fila tal como habían llegado. No fue un recital, fue un embrujo del que nadie quiso librarse.
Sin embargo la magia se evaporó rápidamente porque minutos después Los Fabulosos Cadillacs nos sacudieron el cuerpo.
Fue un cambio radical y masivo. Ya eran las 21 cuando Vicentico empezó a cantar y el Club Ciudad explotaba de gente. El ska, el dub y el ritmo latino nos recordaron que estábamos en una fiesta y no hubo forma de dejar los pies quietos. Tampoco fue posible mantener la boca cerrada cuando las canciones pasaban de un clásico a otro. "Mi novia se cayó en un pozo ciego", "El genio del dub", "Vasos vacíos", "Demasiada presión", "El león", "Siguiendo la luna", "Matador", "Mal bicho" y "El satánico Dr. Cadillac" y más sonaron impecables, aunque sin mucha sorpresa.
A esta altura los Cadillacs no necesitaban demostrar nada excepto diversión y fraternidad. Son la banda de siempre pero ahora es casi una empresa familiar con el aporte de Florián Fernández Capello, en guitarra, y Ástor Cianciarullo, en bajo y batería; hijos de Vicentico y Sr. Flavio, respectivamente. Se despidieron del escenario con la misma fuerza con la que iniciaron y otra vez la puntualidad de la agenda dejó poco minutos para respirar y cambiar de aire.
La banda francesa Phoenix comenzaba a sonar y desde el primer tema renovaba su vínculo con el público argentino que los veía en vivo por cuarta vez en diez años.
Con "Lasso", "Liztomania", "Entertainment!", "Trying to Be Cool" y "Girlfriend" en su set list y una puesta con impresionante juego de luces y visuales, la banda demostró por qué pueden ser cabecera de festivales y su cantante Thomas Mars, un frontman carismático. Mars pasó buen tiempo sobre el escenario pero también sobre el público, literalmente. Se entregó a la masa y se dejó llevar sin parar de cantar y sin descontrol. Fue un repaso completo con novedades incluidas. Fue más de una hora de pop con ritmo inglés y letras por momentos en francés y también en italiano.
Estábamos todos parados pero igualmente hubiéramos querido aplaudir de pie.
Ya era la medianoche en Buenos Aires y el cuerpo lo sentía, sobre todo el de aquellos que habían llegado temprano para descubrir bandas o sonidos nuevos como los de Neon Indian, The Black Angels o Daughter. Tres estilos diferentes pero igualmente poderosos que más de uno agregó ahí mismo a algún playlist de Spotify.
Si desde los Cadillacs estábamos todos bailando, a la hora de Fatboy Slim el cuerpo se movía por inercia. El DJ transformó al Fest en una fiesta electrónica en la que mezcló pasado y presente sin caer en el facilismo de apoyarse solo en sus hits de los 90 como "The Rockafeller Skank" o "Right Here, Right Now". Estuvieron, sí, pero recortados y alterados junto a fragmentos de sonido que incluyeron también a Arcade Fire y hasta Beyoncé.
Fatboy Slim marcaba el cierre con contrastes en el Personal Fest. Mientras el primer día cerró con la suavidad de un Jack Johnson en ojotas, la segunda jornada golpeaba con sintetizador y un sonido que invadía con fuerza el cuerpo y la mente.
Íntimo e interactivo
Los escenarios principales - llamados Personal y Huawei – concentraban a la masa pero había otros dos espacios que ofrecían alternativas. El Indoor Fest y el Domo 4G eran dos lugares distintos para bandas diferentes. Allí estuvieron Utopians, Superclásicos, Daniela Spalla, Walter Domínguez, Joystick, Los Mentidores, Ok Pirámides, Deborah de Corral, Poncho y más.
Uno bajo techo y el otro al aire libre, marcaron un ritmo alternativo para los que buscaban salir de la multitud y disfrutar sonidos nuevos.
Más que música
A la par de las bandas, el Personal Fest está marcado por lo lúdico y su consigna de esta año era clara: una fiesta para la "story". La "story", así como suena, es la foto o el video que se comparte en redes. Así los emojis invadieron el predio y el objetivo era documentarlo todo en las historias efímeras de Instagram y Snapchat. A golpe de filtro, el público compartió casi todo y le sacó el jugo a lo no musical como los food trucks, las cámaras 360º, un micrófono con parlante gigante para gritar un rato o paredes pintadas con dibujos para hacerse selfies sin parar.
También el entretenimiento artístico lo trajo Fuerza Bruta. La agrupación hizo tres shows en versión reducida de su espectáculo más conocido que incluyó la famosa piscina transparente sobre el público y movilizaron más gente que muchas de las bandas durante dos días.
Hiperconectados
Entre las dos jornadas convocaron a alrededor de 50 mil personas que vieron en vivo en el Club Ciudad de Buenos Aires cada uno de los shows, pero el número escaló aún más cuando se sumaron los que vieron cada presentación en internet vía streaming. Más de un millón de personas siguieron los dos días del Personal Fest a través de la página del festival.
Siguiendo la tendencia, también hubo app para Android y iPhone disponible para instalar y seguir los shows, los horarios, la ubicación del escenarios y todos los servicios disponibles.
El smartphone fue el rey de las jornadas porque cada uno documentó como quiso la experiencia Fest, pero no fue la única tecnología que cada uno llevaba encima. Esta vez las pulseras para el ingreso al predio contaban con un chip al que se le podía cargar dinero y usarlas para comprar en el amplio espacio comercial y gastronómico del predio.