Permanecer juntos, desafío en cada etapa

Los integrantes de la dupla amorosa suelen transitar diversos períodos en los que el instante primario que los unió termina siendo siempre el mejor espejo donde mirarse, para potenciar ese lazo y dar cabida a las diferencias.

Permanecer juntos, desafío en cada etapa

Se observan y se miden en cada etapa nueva, como los mismos, pero también como otros. Aquello que los enamoró parece borrarse a veces por momentos con lo “ahora” visible que molesta, y hasta quizá irrita, pero es aún intrascendente al lado del anclaje emocional que los enamoró desde un primer momento.

Ese mismo que los redescubre aceptando las diferencias (no soportándolas) y apostando a disfrutarse. Claro, ya lo sabemos hasta el hartazgo, cada pareja es única y justamente por eso cualquier mirada que se tenga, desde la más romántica a la más escéptica, dependerá de la realidad de esa dupla en cuestión.

Sin embargo y en términos generales, existen determinadas etapas que descubren a cada pareja con sus puntos a favor y sus desafíos frente a lo nuevo del vínculo y a los cambios personales en cada uno.

“El vínculo entre dos personas es complejo y no se da de manera lineal como una etapa detrás de la otra sino como períodos de nuevos desafíos y aspectos diferentes en ese lazo, ya que también ambos integrantes de la pareja cambian como todo ser humano”, opina la psicóloga vincular, Paula Corso.

Respecto a estos diversos estadíos que algunos autores tipifican en diversas etapas, la profesional descarta particularidades en algunas de ellas:

Enamoramiento: "Es lo que primero aparece para que dos personas construyan una pareja. Tiene que ver con una idealización del otro en donde la diferencia queda negada pero que es necesaria y fundamental para establecer un vínculo con la otra persona ya que, sin enamoramiento, no hay pareja amorosa. Es lo que va a aflorar cuando surjan los momentos de crisis y enfrentamientos. Sin esta etapa no hay posibilidad de construir nada con la pareja; nada".

Relación y vinculación: "Es la etapa en la que comienzan de a poco a aparecer aspectos que habían quedado por fuera en el enamoramiento. El otro deja de estar idealizado en esa relación asimétrica en la que aparecía como perfecto en sus actitudes y dichos, para dar espacio a una etapa más realista. El vínculo se torna más complejo y cada integrante comienza a ver también aquello que no le gusta ni comparte, pero que respeta, y sigue eligiendo. Es una etapa de mayor madurez y realismo. Se va haciendo espacio a las diferencias que no eran visibles. Cuando se puede seguir con el otro, a pesar de lo que no nos gusta de él, justamente allí hay un vínculo real: realista y complejo".

 La convivencia: "Comienzan a aparecer aspectos que no se imaginaban que la otra persona tenía. Entonces la relación se vuelve más compleja pero más perdurable, ya que se hace espacio a esas diferencias que no se toleran, por aquello que generó el enamoramiento y se sigue conservando. De lo contrario el enamoramiento no fue lo suficientemente fuerte como para llegar a buen puerto, cuando aparecen las diferencias".

Términos como autonomía, y autoafirmación parecen emerger luego cuando, a pesar de las diferencias, éstas no molestan ya, porque la persona se posiciona como un sujeto autónomo.

“Aquí la otra persona aparece como un ‘otro’ distinto,de mí. Y como ese 'otro’ no soy yo, entonces las subjetividades adquieren un grado de autonomía grande permitiendo que el vínculo continúe. Si me sigo poniendo mal o padeciendo las cosas que el otro hace y sé que tiene, estoy atacando mi autonomía subjetiva”, aclara Corso.

El vínculo con la pareja se recrea todo el tiempo porque además de la relación vincular hay todo un contexto que contiene a la pareja y la va abarcando: desde el mundo externo (con cosas que sucedan por fuera de la dupla) pero también desde el interno (de cada uno).

“Allí en donde se pone en juego lo que enamoró a ambos integrantes en esa primera etapa, cómo transitaron las diferencias y pudieron hacerles un lugar en sus vidas. La subjetividad es un proceso continuo y permanente en donde el otro cambia y yo también. Allí el vínculo afectivo es el que llevará a cabo el proceso de adaptación”, concluyó Corso.

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