"Furia de invierno", la última novela de la reconocida escritora cordobesa Perla Suez, se despliega en Ciudad del Este, donde lo que se contrabandea vale más que la vida y la gente común transcurre invisible, sin esperanzas, por la frontera estrecha de sus soledades y miedos. El libro cuenta la vida de Luque, un hombre que escapa de su Buenos Aires natal para recalar finalmente en Paraguay. Un "nadie" acorralado por una infancia dolorosa, que comienza a ganarse la vida como "bagayero" surcando el Paraná con mercadería ilegal.
Con prosa sintética y atmósfera de cine, Perla Suez da forma a una novela negra en clave argentina, profundamente conectada con temas de estos tiempos como la violencia de género, los pesares de la inmigración, el avance sojero sobre los montes, el contrabando y hasta el terrorismo. Publicada por Edhasa, sale a la venta este mes.
-¿Qué te impulsó a contar la historia de un hombre como Luque, atravesándola con problemáticas tan diversas?
- La novela surge de una necesidad mía histórica... Dar voz a estas personas invisibilizadas de la vida. Millones de hombres y mujeres argentinos que buscan salir adelante y no lo consiguen jamás, hagan lo que hagan. Luque es uno de ellos, aunque haya tenido padres de clase media, acceso a la educación y al trabajo... Es verdad que no viene de una familia pobre ni marginal, pero ya en la niñez empieza a “romperse” con la muerte de su madre y un padre enloqueciendo. Y el recuerdo pendular de esa infancia infernal lo persigue. La novela arranca con un escape. ¿Pero de qué?
- En más de una escena, no sabemos si el protagonista delira, tiene una pesadilla o le está ocurriendo algo... ¿Qué te fascinaba, como escritora, de ese territorio difuso? ¿De esa dimensión onírica que explorás en el relato?
- Necesitaba generar una atmósfera de extrañeza para un personaje que es extraño. Luque es un border, alguien muy inseguro que está “buscando” pero a la vez escapa. Entonces, para hacerlo crecer a él en su ambivalencia e incomodar al lector, se me ocurrieron esos trances en los que no sabemos si enloqueció o está dormido; por ejemplo, cuando se ve a él mismo, a su doble, corriendo por los vagones de un tren. Es lo que Hitchcock llamaba macguffin: elementos que le dan forma al personaje o lo hacen avanzar, pero son irrelevantes para la trama. ¡Pero suman suspenso!
- Algo que late en la novela es la sensación de que Luque quiere salir adelante, pero opera en la historia una fuerza mayor, inexorable. ¿De dónde sale ese viento en contra del destino?
- Aunque él se gana la vida contrabandeando, también busca algo parecido a la libertad. Y se le va abriendo alguna puerta, pero... él no puede con eso, no reacciona. ¿Viste las películas de zombis? Yo veo a estos pobres invisibilizados así. Luque es un zombi de esta Argentina, un invisible. Como si la sociedad le dijera: “No sos libre, pero si querés, podés moverte en este espacio circular”. Hay una construcción socioeconómica y política que hace que estos tipos estén condenados desde que aparecen en la vida. Ese es el viento en contra de la novela. El híperconsumo también nos hace zombis.
- ¿Por qué centraste la historia en Ciudad del Este?
- Hay algo muy fuerte que me ata a la Mesopotamia. Me crié en un pueblo de Entre Ríos y mi primera etapa de escritura para adultos -la Trilogía de Entre Ríos- transcurre en ese paisaje, con el río y la tierra rojiza que se vuelve sangre cuando llueve. Hace unos años, por un seminario de la Fundación de Mempo Giardinelli, anduve por la zona de Encarnación y Ciudad del Este. Me impactó mucho ese andar de los paseros como hormigas, cargando al hombro televisores, cosas pesadísimas. Tendrían que tener una vida digna, pero no tienen horizonte, ¡no tienen nada! Y terminan mal. Este mundo salvaje y consumista convierte a los seres en entes. Sólo se registra al adinerado o a quien alcanzó un logro. Pero para logros se necesitan oportunidades en la vida. Además, al ser una zona de frontera, me tentaba el parangón con el personaje, que también es fronterizo.
- También abordaste la violencia contra las mujeres en la novela, pero en situaciones que no se resuelven: hay maltratos, violaciones y hasta un femicidio que ocurren sin que nadie reaccione.
- Quise abordar esta violencia, pero con cuidado, está muy a flor de piel. Y no me atrevo todavía a escribir expresamente sobre todo esto. Lo que está pasando con el movimiento transformador del feminismo es lento, estamos reaccionando, y la gente joven con más fuerza... Aparte, ¿qué podía contar desde la ficción ante tanto que ocurre en la realidad? Todos los días muere una mujer. Es tremendo.
- Algunas escenas de la novela son muy visuales. ¿Qué influencia han tenido tus estudios de cine en tus libros?
- Para mí, la literatura también está hecha de imágenes, yo siempre escribí desde ese lugar. Pero cada escritor hace un proceso distinto para dejar fluir sus palabras... Yo soy sintética, minimalista para escribir, me gusta la elipsis, tiene que ver con mi ritmo. El cine me influencia siempre.
- ¿Te gustaría que llevaran "Furia de invierno" a la pantalla grande?
- Sería maravilloso ver esta historia en el cine, pero filmada por otros. Lo que tenía yo para contar está acá. Hay un grupo que está intentando llevar al cine “El país del diablo”, están en los comienzos...
- El final del libro tiene un desenlace abrupto, asociado a un hecho histórico de la Argentina muy doloroso. ¿Por qué ese golpe de efecto?
- En realidad, no suelo usar ese recurso. Pero en este caso tuvo sentido. ¡No vamos a decir de qué se trata (risas)! Este es un final aleatorio, podría haber sido otra situación la que habilitara a Luque esta posibilidad de liberarse. Que cada lector saque sus conclusiones y se haga sus preguntas... La lectura se trata de eso, de hacerse preguntas. Si como escritora doy todo servido, no sería tan lindo leer.