El Perito Moreno y los monumentos patrios

Un sentido relato que amplía el conocimiento de la vida de Francisco Pascasio Moreno, el “Perito”, y que nos muestra un perfil casi desconocido de él: su afición por las artes, que quedó a la sombra de sus logros científicos.

El Perito Moreno y los monumentos patrios

La primera hebra de esta historia aparece en el año 1909 con la creación de la Comisión de Festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, que desgranó las directrices con las que nace el acaso más importante movimiento artístico que registre nuestra historia, porque no sólo se inauguró un estilo de monumentos y estatuas patrias sino también un estilo de museo a cielo abierto, en el cual tuvo tanta parte Francisco P. Moreno como miembro de aquella Comisión. Ascendiente al que dedico este artículo.

Acerca de aquella designación del Perito, recuerdo una conversación que tuve con mi madre en la que me dijo: "Todo lo que he escuchado sugiere que estaba exultante, era una oportunidad de rendir culto a sus héroes. Lo curioso es que, sin darse cuenta, había estado preparándose para ese puesto toda su vida.

La relación entre el Moreno científico y el Moreno con afición por las artes es estrecha. Había oído y visto mucho sobre arte. No olvides que era yerno de Rufino Varela, gran coleccionista de magníficas obras artísticas, y en su casona, en la que se exhibían, se hablaba de ellas con frecuencia. También vale que recuerdes que, como innovador, junto a su esposa María Ana, más versada que él en asuntos de arte, previó y armó una sala en el museo de ciencias naturales de La Plata, que fundara".

Pero en esta oportunidad, el Perito se involucra en un escenario más cercano a un museo a la vista de todos: en donde los grandes hitos de nuestra historia se exhiben en espacios públicos, dispuestos en pasos peatonales, plazas o parques... con la evidente intencionalidad, de tenerlos en cuenta siempre.

Hay mucho más en esas magníficas obras de arte. El visitante que conoce las peripecias de los héroes representados en las esculturas que componen el Monumento al Ejército de los Andes, en el Cerro de la Gloria, por ejemplo. La de un General Libertador ecuestre, la de las damas donando joyas (¿no es admirable que en un monumento que representa una época machista y guerrera, escogiera legarnos, para siempre la presencia de las mujeres y su espíritu liberador?), o la de los Granaderos listos para el ataque, la de los caballos cansados, o la del cóndor planeando vuelo, notará que hay algo fuera de lo corriente, se siente el tiempo, pero no se siente que aquel cruce de los Andes haya ocurrido hace mucho tiempo. Yo he sentido ese sabor. ¿Se habrán imaginado sus artífices algo tan extraño?

El acento personal del Perito está en ese monumento, las evidencias que dan fuerza a este relato no dejan dudas. La primera novedad, si hay, consiste en una carta que Juan Manuel Ferrari le envía: "Montevideo xx de setiembre de 1908 (...) me es grato remitirle varias fotografías de mi trabajo. Son en su mayoría monumentos (...) en los cuales he tenido que amoldar mi fantasía a las exigencias del presupuesto y del cliente: enemigos acérrimos casi siempre de toda inspiración generada con entera libertad, de toda expresión personal. Espero señor, que su bondad no me negará la opinión justiciera e imparcial que mi obra le merezcan".

Por otra evidencia de estilo estoy convencido de su participación generosa como supervisor; en este caso, una fotografía de una estatua de un granadero a caballo del Ejército de San Martín, que le enviara para su consideración con esta dedicatoria: "Para el Dr. Francisco P. Moreno, muy afectuosamente. Víctor J. Garino. Abril 14/1911".

Continuó trabajando este hombre, con fuerza y agudeza, y si nos detenemos en el párrafo que extraigo de una carta que escribe a uno de sus hijos, descubriremos también con cuánta convicción y compromiso lo hacía: "Querido hijo. En los diarios que te envío van dos retratos del Gral. San Martín, el último, antes de morir. Le escribo al Sr. (...) He encontrado en venta un buen pedestal de granito para el busto de Pringles y le envío el dibujo. También los útiles para esa escuela. 1910".

Siento una gran satisfacción, que de la charla ocasional con mi madre, de cartas y de fotografías en mi posesión, se conozca de forma más amplia e íntima al ilustre protagonista de este trabajo. El lector me perdonará tanta minucia, pero la historia es hermosa. Pero vista así, no como una sucesión de hechos, gobernantes y fechas.

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