Periodismo versus demagogia - Por Daniel Dessein

Lo que sigue es parte del discurso del presidente de Adepa durante la cena de despedida de año, de la entidad.

Periodismo versus demagogia - Por Daniel Dessein
Periodismo versus demagogia - Por Daniel Dessein

La demagogia nos plantea una opción política y filosófica fundamental. Nos obliga a decidir si queremos enfrentarnos con la verdad.

El periodismo no puede convivir armónicamente con la demagogia. Propone un abordaje honesto a las facetas verificables de la realidad. Intenta iluminar los hechos, particularmente los que tienen relevancia para el proyecto de una comunidad. Sobre todo aquellos que pretenden ser tapados por quienes administran intereses públicos.

El demagogo intentará manipular los índices que permiten mensurar distintos aspectos de lo real; buscará relativizar los criterios de verdad; postulará que todo error configura un intento deliberado de distorsión. Fake news, diría Trump. Bad information, alguna figura de la política local.

No es fácil relacionarse con la verdad o con su concepto. Nuestras sociedades muestran tres actitudes distintas y características de nuestro tiempo: por un lado, un reflejo activo frente a la posibilidad del engaño; un estado de desconfianza y alerta, diríamos.

Por otro lado, una inclinación a tomar por cierto lo que coincide con nuestras ideas. La hoy célebre posverdad. Y, finalmente, un creciente escepticismo acerca de la existencia de una verdad objetiva.

Esta tensión entre la demanda de transparencia, el debilitamiento de los criterios de validación de todo enunciado y las dudas sobre la posibilidad de constatar su veracidad, ponen en riesgo la viabilidad de todo orden político y social.

La discusión y el fenómeno no son nuevos pero sí son novedosas su escala y su intensidad.

La prensa no es una panacea. No está conformada por un coro de ángeles que nos revela la solución a todos nuestros problemas o dilemas. Los medios sufren extravíos y, en estos tiempos, muchos cayeron en la demagogia algorítmica de tocar sólo la melodía que el público, o el poder, querían escuchar.

Pero el periodismo sí es un antídoto posible para la contaminación comunicacional. Nos ofrece un camino, con ciertos protocolos, con ciertos métodos, para acercarnos a la verdad y, antes que eso, a la certeza de que ese camino puede ser transitado. O más aún, nos permite arribar a la convicción de que avanzar por ese sendero vale la pena.

Claro que la objetividad no es una meta definitiva sino un nuevo punto de partida. Es el punto de apoyo para la opinión y el debate racional. Todo proyecto despótico pretende monopolizar el punto de partida del debate para anular, de ese modo, la posibilidad de un cuestionamiento. Cuando ese punto de partida no es funcional, el discurso autoritario trata de destruirlo. "No hay hechos", dirá; "sólo hay interpretaciones".

"No hay periodismo independiente, sólo variantes de la militancia nutrida con herramientas periodísticas". La retórica entonces desplaza a la lógica. El lenguaje se transforma, así, en un instrumento para imponer una visión de las cosas que consolide mi superioridad. No importa si Maldonado se ahogó o no; lo que importa es la interpretación que me sirva para deslegitimar o destruir a mi adversario. Es un escenario que nos muestra a la verdad sepultada por la postulación de los "hechos alternativos".

Hablemos, un minuto, del pasado, el presente y el futuro de los medios hoy aquí representados.

Los diarios suelen ser asociados con las peores connotaciones del pasado. Con lo caduco, con lo anacrónico. Lo cierto es que están ligados a algunas de sus mejores facetas.

La democracia es hija de Gutenberg y de sus productos; los libros y los diarios. La Argentina fue diseñada por hombres de diarios, por intelectuales como Alberdi, que debatieron sobre sus proyectos de país en los diarios.

Por tres presidentes. Los primeros tres, Mitre, Sarmiento y Avellaneda, que no sólo debatieron en diarios sino que los fundaron y dirigieron. La Argentina fue pensada, y sigue siendo pensada, en los diarios.

Fueron diarios y revistas los que se convirtieron, durante décadas del siglo XX, en el mayor faro periodístico de habla hispana; los que cambiaron la forma de hacer periodismo en la región; los que prendieron la mecha del boom latinoamericano.

Los diarios, actualmente, después de dos décadas de extraordinaria expansión de internet en nuestras vidas, superaron los innumerables certificados de defunción que se les expidieron.

Hoy, en la Argentina -y también en el mundo-, los diarios generan la mayoría de los contenidos periodísticos. La mayoría y los mejores. Son amplificados y circularizados por múltiples canales pero son producidos por las redacciones tradicionales.

Un posible futuro para la industria de los diarios lo prefiguran ejemplos como el de The New York Times. Su apuesta digital a un público fiel y al contenido de calidad, que ya lleva más de un lustro, este año está siendo replicada con éxito por diarios como Clarín y La Nación. También por diarios chicos, de ciudades con menos de 100.000 habitantes, como Ecos Diarios de Necochea. Y se disponen a seguir ese camino otros como La Voz del Interior, La Gaceta, La Nueva e, incluso lo analizan, diarios nativos como Infobae.

La Argentina cuenta con las dos redacciones más modernas e impactantes de América Latina. Y con diarios que pelean palmo a palmo por el primer lugar en el volumen de audiencia de todo el espectro de la web de habla hispana. Nuestros diarios tienen un pasado, un presente y un porvenir posible mucho más robustos de lo que muchos creen.

Pero también, la posibilidad de un futuro auspicioso, está minada por múltiples obstáculos y acechanzas. Los diarios sufrieron profundas distorsiones y ataques que socavaron sus bases. Los medios padecen corsets normativos y otros condicionamientos retrógrados. La prensa se debilita ante la imposibilidad de proteger los derechos de autor de sus contenidos. Todo emprendimiento periodístico corre el riesgo de naufragar en un ecosistema publicitario que baila exclusivamente al ritmo de los clics.

El periodismo tiene un valor y un costo. El periodismo agrega valor a una sociedad. Constituye la mejor vacuna contra los arrebatos antidemocráticos. La elaboración periódica de esa vacuna requiere recursos que permitan la transformación de su modelo productivo para mantener su potencia. Estamos en eso.

Vivimos en un mundo líquido, inestable, de instituciones tambaleantes. En una era en el que el periodismo está bajo ataques directos, en lugares tan distintos como Venezuela o Turquía, Rusia o Egipto, China o Estados Unidos.

Pero en todos lados sufre, también, ataques más sofisticados pero potencialmente tan riesgosos como los primeros. Por un lado, a través de mecanismos de censura indirecta. Por otro, por un discurso que cuestiona su legitimidad o la mera posibilidad de su ejercicio. También, finalmente, por la indiferencia.

No queremos un suero para estirar la agonía de una industria sin perspectivas. Queremos el apoyo de los actores de una sociedad a la que los diarios le brindaron, y le brindan, la posibilidad de mejorar sus propias perspectivas.

Este periodismo bajo acecho es la mejor herramienta que tenemos, como sociedad, para seguir adelante con nuestro proyecto colectivo.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA