Por Por Néstor Sampirisi - nsampirisi@losandes.com.ar
Me gustó ver a Hebe de Bonafini en la TV Pública hace algunas semanas. Se cumplía un aniversario del programa que la agrupación Madres de Plaza de Mayo (MDPM) tiene en el canal estatal desde la gestión kirchnerista y Hebe era entrevistada por Nora Veiras, la periodista militante de 6,7,8.
Fue en ese contexto que Bonafini dijo que el actual gobierno de Mauricio Macri era de derecha, “para ser suaves”, y lo decía utilizando el aire que ahora maneja un gobierno que, para Hebe, es lisa y llanamente una dictadura.
Lo deja bien en claro un comunicado que MDPM emitió ante la próxima visita del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama: “El 23 y 24 de marzo, como una cachetada a la historia, a nuestros hijos y a nosotras, las Madres, llega Barack Obama al país, invitado por otro enemigo de las Madres: Mauricio Macri, hoy presidente de la Argentina, un dictador que llegó por los votos y, desgraciadamente, gobierna el país” (sic).
Aunque no coincida, celebro que pueda expresarse de ese modo. Hebe de Bonafini representa el país del pasado, un pasado triste, trágico y sangriento que no debemos olvidar. Pero un pasado que, de la mano de dirigentes como ella, pretende revalidarse en el presente.
Esa posibilidad de expresión en un medio público es lo que estuvo vedado mientras el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner manejó, con sentido político militante, los medios del Estado y, con la billetera de la pauta oficial, la cadena de medios paraestatales que retransmitían el relato.
No debería ser ningún mérito para un gobierno asegurar una cobertura pluralista, ecuánime y honesta de la información, sobre todo de aquella que lo afecta directamente. Pero la democracia argentina tiene a la gestión de la comunicación oficial como otra de sus asignaturas pendientes. Algo que debería preocupar a la sociedad, para que existan medios y organizaciones periodísticas serias, fuertes y profesionales.
No fue magia, tampoco casual. Aún recuerdo la pregunta que un veterano colega me hizo meses antes de que en agosto de 2009 ingresara al Congreso el proyecto que se transformaría en la denominada “Ley de Medios”: “¿Ya están listos para la guerra?”. Admito que en ese momento no entendí la dimensión de su frase.
“El medio es el relato”, un compendio que publicó a mediados del año pasado Roberto H. Iglesias, ayuda a entenderla. Sólo uno de los canales de TV abierta de Buenos Aires (El Trece) tuvo durante los años K un posicionamiento crítico del gobierno y lo mismo pasó entre las siete señales de noticia: sólo TN no estuvo alineada con el oficialismo. De las 16 AM porteñas, apenas tres (Mitre, El Mundo y Continental, salvo el programa de Víctor Hugo Morales) no se alinearon, mientras que siete de los 17 diarios que circulan en Buenos Aires no estaban encolumnados con el kirchnerismo.
Otro dato quizás explique el "fenómeno": durante su segundo período de gestión (2011/2015) Cristina de Kirchner destinó 12.500 millones de pesos en partidas del presupuesto para Prensa y Difusión y Fútbol para Todos, principales sostenes del relato y la propaganda oficial.
Así, Radio Nacional tiene 1.300 empleados en su planta permanente de personal, distribuidos en algo más de 50 emisoras, y Radio Argentina al Exterior (RAE) y la agencia oficial Télam una plantilla cercana a los 1.000 empleados, casi el doble que en 2003.
Será una tarea lenta desmontar ese entramado. Mucho más si lo que realmente se busca es transformar la red de medios públicos en una opción creíble para las audiencias. Se necesita un verdadero cambio cultural para superar esa idea de que los medios públicos deben estar al servicio de los oficialismos de turno.
Habrá que volver al manual más básico: mostrar/publicar todo lo que sea noticia, hacer escuchar las voces de todos los involucrados e investigar lo que los factores de poder no quieren que se sepa.
Esa es la línea de “Spotlight”, la película ganadora del Oscar que en la Argentina se estrenó como “En primera plana”. Sería bueno exhibirla en las universidades y escuelas de periodismo y también en los medios de comunicación. Muestra la investigación que hizo un equipo del diario Boston Globe y permitió develar la red de encubrimiento montada por la Iglesia Católica de esa ciudad, que ocultó sistemáticamente las denuncias de abusos cometidos por sacerdotes contra niños.
Cerca del final, el editor que lidera la pesquisa (Martin Baron, interpretado por Liev Schreiber) le dice al jefe del equipo periodístico (“Robby” Robertson, personificado por Michael Keaton): “A veces es fácil olvidar que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo tropezando en la oscuridad. De repente una luz se enciende y hay un sentimiento de culpa que se esparce. Todos ustedes han hecho muy buenos reportajes aquí. Reportajes que creo que tendrán un impacto inmediato y considerable sobre nuestros lectores. Por este tipo de historias es por lo que hacemos esto”.
Siempre es bueno recordarlo. Es imprescindible sentirlo.