Desde cuatro puntos de Colombia, el Papa Francisco hablará al mundo y, en especial, al continente americano, de perdón y reconciliación después de la guerra, servicio sacerdotal, dignidad y derechos humanos.
A unos 70 km de Bogotá, en la ciudad de Villavicencio, Francisco encabezará el acto más relevante dentro de su viaje de cinco días.
Azotada por la violencia guerrillera y paramilitar, en esta región encabezará una misa y un encuentro de oración para reconciliar a un país que durante medio siglo ha vivido un cruento conflicto armado. Al acto asistirán víctimas y verdugos arrepentidos.
Ana Clemencia Rodríguez recibe la visita como un bálsamo para el dolor que le causaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que en noviembre firmaron un histórico acuerdo de paz.
El enfrentamiento entre guerrillas, paramilitares y fuerzas del Estado deja 7,5 millones de víctimas entre muertos, desaparecidos y desplazados.
Antes de que Francisco pidiera sacerdotes con “olor a oveja”, en contacto con las periferias como hacía él en su juventud, al padre Juan Carlos Velásquez ya se le veía más en las calles que en los templos de Medellín.
Cabello largo, panza de cuarentón y lenguaje de barrio, Velásquez concentra su labor pastoral en los “combos”: pandillas juveniles que se disputan barrios de la que fuera la capital mundial del narcotráfico.
Velásquez ofrece a esos “muchachos una alternativa de vida”.
Hubo una época en que Lorenza Pérez no tenía con qué alimentar a sus tres hijos, y debía repartir para todos un refresco y un pan en la cena. Entonces, vivía en un barriada de invasión que prácticamente era un botadero adonde llegaban los desechos de los mercados de Cartagena.
Pérez es la líder negra de San Francisco, el único barrio pobre que visitará el Papa. Aunque ya no es una invasión, San Francisco sigue siendo una zona castigada por pandillas juveniles, microtráfico de droga y embarazos precoces.