Laura Ávila: "La literatura infantil es delicada, encierra ternura"

A horas del Día del Niño, y ante la sabia decisión de regalar libros, nos encontramos frente a un panorama vastísimo. Cada vez más, se amplía el concepto de lo que se considera “literatura infantil” de modo que encontraremos guardianes que salen de la nor

Laura Ávila: "La literatura infantil es delicada, encierra ternura"
Laura Ávila: "La literatura infantil es delicada, encierra ternura"

“Creo que la literatura infantil es difícil de definir. Yo la trabajo más como un género que como una clasificación que restrinja la lectura de gente que no pertenezca a la infancia. Se vende como literatura para niños o para jóvenes, pero creo que la buena literatura le viene bien a todo el mundo, así como la mala aburre a todos por igual”.

Y claro: Laura Ávila, que creció leyendo sagas de vikingos sabe que para imaginar es algo transgeneracional. “Yo lo vivo como una manera de acercarme a la infancia, de recordar, de pensar qué cosas y en qué tono me hubiera gustado leer algo de chica. Trato de respetar esa niña lectora que fui.”

- Como autora, ¿te planteás un lector joven ideal?

- No. Escribo pensando en lo que estoy contando.

- ¿Hay géneros o recursos que predominan al pensar la literatura para "chicos"?

- Las editoriales tratan de generar ventas, y se ajustan a supuestos gustos de los lectores, de sus padres y de sus maestros. Hay mucho libro de terror, de princesas, de detectives, de leyendas... A mí me gusta escribir ficción histórica, y cuando la oriento para un público más joven, prefiero acercarla al lenguaje audiovisual, para que sea más dinámica.

Creo que lo que preguntabas más arriba, qué se entiende por literatura infantil: yo entiendo que es la búsqueda de una voz que se conecte con la de los chicos, siempre desde tu lugar de adulto. Es un oficio muy delicado, que encierra mucha ternura.

Laura Ávila se pasa los días escribiendo guiones y novelas o investigando por su cuenta. Empezó su carrera guionando historietas para la Editorial Columba.

Su novela más reciente, se llama “La sociedad secreta de las hermanas Matanza”, que trata sobre la vida de los afroargentinos a fines del siglo XIX. Fue Destacada de Alija 2012, en el rubro novela infantil.

- Según tu experiencia, ¿qué tipo de historias son más atractivas para los chicos? ¿Títulos?

- Los chicos de diez, once años, se preocupan mucho por el romance. Les llama la atención eso que les pasa o les va a pasar con sus pares a nivel de relación amorosa.

También les gusta mucho que un libro sea verosímil, que tenga una cierta lógica aún dentro del universo del texto. Que se les cuente algo nuevo, de manera atractiva.

No soportan una bajada de línea, y eso me parece buenísimo. Una buena historia, que no esté endulzada ni mentida, que esté bien contada, gusta dentro del género que sea.

- ¿Cuáles fueron tus desafíos al plantear temáticas históricas o situaciones dramáticas en tus libros infantiles?

- Lo más problemático es la verosimilitud. Yo vengo del cine, y en guión siempre es necesario ser verosímil. En un libro de ficción histórica hay que crear un contexto, una réplica de un tiempo que ya no está.

Eso me parece siempre fascinante. A los chicos también los engancha mucho y les expande la cabeza saber que las cosas no fueron siempre como hoy. Es el primer paso para entender que las cosas se pueden cambiar cuando no funcionen.

- ¿Cuáles fueron los autores que te guiaron en tu formación?

- De niña me encantaba Philippe Ebly, un escritor francés que creo que todavía vive (debe tener 90 años) que escribía ciencia ficción mezclada con contenidos históricos y sociales.

Lo amo todavía hoy. Tenía una saga de tres personajes –Sergio, Xolotl y Teobaldo- que viajaban en el tiempo. Conocí México, la Revolución Francesa, quién era Paracelso, la historia de los vikingos, de la mano de sus libros de ficción. Un maestro.

- Si tuvieras que elegir un libro argentino para chicos, ¿cuál sería?

- Hay muchos muy buenos. Si tuviera que elegir hoy, yo me quedo con “El monstruo de las frambuesas”, de Mario Méndez, y “También las estatuas tienen miedo”, de Andrea Ferrari.

Del pasado, “Cuentos de la selva”, de Horacio Quiroga. A ese no hay con qué darle. Y uno que me encantaba a mí cuando era chica, aunque no lo entendiera del todo: “Misteriosa Buenos Aires” de Mujica Láinez.

En tres líneas

1- Guionista de cine y televisión. Se destaca su labor en "Tiempos menos modernos", film de Simón Franco, ganador de Pantalla Pinamar 2012 y el Festival internacional de Trieste, y de "Juan y Yastay", la primera serie animada que recrea leyendas argentinas.

2- Es capacitadora para el INCAA en los concursos de contenidos para la televisión digital.

3- Escribe novelas de ficción histórica orientadas al público infantil y juvenil. Entre otros:

"La rosa del río" habla de las invasiones inglesas al Río de la Plata, siguiendo las aventuras de Anselmo, un chico bueno para nada que necesita conseguir una vacuna para la viruela.

"Historia de tres banderas" cuenta las batallas de Manuel Belgrano desde el punto de vista de Flora, una niña zamba que sirve en la casa donde se hospeda.

"El fantasma del aljibe" y "Final cantado", entre otros, son textos que combinan información y divulgación con un gran sentido del humor y un lenguaje diseñado para llegar al joven lector.

Textos de la autora

Fragmento de El fantasma del aljibe (Edelvives, 2011)

En el depósito no había luz, ni jergones, ni mantas. Los cuerpos de los esclavos se apilaban como tristes hojas secas en el piso de esa cárcel.
Inés y Miguel de Dios recorrieron el lugar mirando a todos los esclavos a la cara. Los pobres negros les hablaban en su idioma, pidiendo socorro.

Había muchos que parecían dormidos, que respiraban apenas.

"Calixto" pensó Inés con el corazón oprimido. Y entonces descubrió, entre la marea de cuerpos quebrados, la camisa de lienzo que usaba su amigo. Estaba rota en la espalda, como si alguien la hubiera cruzado a latigazos.

Inés dio rienda suelta a sus lágrimas. Miguel de Dios la abrazó y ella le correspondió el abrazo.

Una voz débil pero indignada dijo en perfecto castellano:

-¿Qué abrazás tanto, camilucho?

Inés hubiera reconocido esa voz en cualquier parte.

-¡Calixto!- gritó.

El muchacho estaba sentado en el suelo, con el torso desnudo y un ojo hinchado. Pero Inés nunca se había alegrado tanto de verlo. Se arrodilló en el piso para abrazarlo a él, ahora, pero Calixto soltó un quejido de dolor que la hizo desistir.

-¿Qué tenés?

-Nada...- dijo Calixto. A ella le impresionó lo pálido que estaba y los esfuerzos que hacía por hablar. -¿Es carnaval... niña?- trató de bromear al verla con ropas de hombre. Inés sonrió con los ojos llenos de lágrimas.

-¡Aturdido! Vamos a sacarte de acá, pero tenés que ayudarme...

Calixto alzó los brazos. Inés lo tomó de la cintura y Miguel de los sobacos. Lo ayudaron a levantarse y estaban a punto de salir cuando vieron que el niño tenía el pie engrillado.

Fragmento de El pan de los patricios (Edebé, 2010)

Finalmente todos llegaron frente a un despacho. El soldado del fusil golpeó la puerta con los recios nudillos.

-Doctor Don Mariano...

-Estoy ocupado, Cristóbal- dijo una voz de hombre desde adentro.

-Doctor, es su mujer la que lo busca.

Unos instantes de silencio precedieron a la contestación. La voz dijo:

-Que entre.

María Guadalupe abrió la puerta y se introdujo sin más contraseñas en el despacho. Los tres chicos la siguieron, Hilarión pensando que al fin iba a conocer a ese misterioso Doctor Moreno, tan odiado por su patrón.

El despacho estaba en una agradable penumbra. Tenía sencillas esteras en el suelo, un brasero que daba luz y calor y un escritorio lleno de papeles, en donde un hombre muy joven escribía concentrado, iluminado por un candelabro de tres velas.

El hombre era flaco, con cabello rizado y patillas. No levantó la cabeza hasta que María Guadalupe llegó junto a él, le quitó la pluma y la plantó en el tintero.

-¿Qué hacés, María?-protestó, ceñudo, pero ella se le tiró encima.

-¡Estás vivo, Moreno!

Él la abrazó, un poco perplejo, mirando a los chicos por sobre el hombro de su llorosa mujercita.

Hilarión no lo podía creer. ¿Éste era el famoso secretario? ¿Por este porteño con cara de mocoso Don Gonzalo había estado a punto de cometer un crimen?

-¿Qué tenés?- dijo Moreno, con impensada ternura a su mujer- ¿Otra vez con miedo? ¿Quiénes son estos chicos?

-Ellos vienen a prevenirte de un peligro, Moreno.

El joven secretario les indicó unas sillas.

-Vengan. Siéntense y díganme qué pasa.

Feliciano parecía tenerle gran respeto. No se animaba a sentarse.

-D-disculpe, s-secretario- tartamudeó.

-¿Vos sos el chico de los Donoso?

-Sí.

-Te escucho.

-Usted encargó hoy una caja de dulces finos...

-De nuestra panadería-dijo Hilarión.

Moreno lo miró. Tenía una mirada decidida, firme, pero a la vez benevolente.

-Ah. Vos sos el panadero. Mil gracias por el pan de los patricios. Qué bueno que viniste, así puedo agradecértelo personalmente.

Hilarión sintió que se ponía rojo. Nunca nadie le había agradecido por el pan. De repente encontró difícil explicarle a Moreno el por qué de la irrupción en su despacho.

-En fin-dijo desmayadamente- Los dulces de esa caja estaban envenenados.

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