Capítulo 1: "La elección"
Recomiendan no vivir en el pecado. Pero para mí el único pecado es no saberse pecador y no aprovecharse de eso.
El pecado es un lugar que habito irremediablemente. Ya comprenderán que hay cosas a las que no se renuncia. Esencia sobre accidente.
Pero esas son dos claves de mi existencia: lo que soy esencialmente y lo que elegí, como accidente.
Hay unos pocos momentos en que la elección toma su significado absoluto. Se emprende el salvaje destino de lo que se podría ser. Y siempre mejor tener alternativas.
En ese momento el alma se pone grave. Toma seriedad y hasta angustiosa ansiedad. Pero en ese momento se comprende que es elegir.
Si hablamos de elegir deberían saber, como supe yo instintivamente en un momento, que se puede hacer una cosa o la otra, se lamentara de cualquier modo.
¿Qué es la verdad y como se devela?
Nunca me animé a hablar de verdades cuando se trata de otros. Aun así las mías las reconozco, las padezco y en algún sentido las aprovecho.
La verdad es una deformación entre la esencia y la existencia.
Lo importante es construir una y mantenerla, cuidarla, cultivarla y desarrollarla, también mantenerla. Este último es el desafío más grande.
Creerse a uno mismo. Convencerse a uno primero y luego a los demás.
Elegir el disfraz e ir con él a la fiesta, no sacarse la máscara en toda la noche. Porque los disfraces existen, ellos no son una mentira como comúnmente se cree. La mentira es no creer en el disfraz.
Porque si bien toda expresión es un engaño, la verdad es una mentira aceptada.
Siempre me acepte como una asesina. Y eso
es una especie de ventaja.
Capítulo 2: La personalidad
Me pregunté por el pecado de niña. Una niña siempre tiene deseos y los deseos, para los demás, se parecen mucho a los pecados, por mera intención.
Mi educación cristiana, extremadamente cristiana desato violentamente mis deseos, las prohibiciones, inhibiciones y omisiones a mis preguntas a mi insatisfacción y mi curiosidad dieron como resultado una progresiva evolución oscura de mis deseos. Recuerdo los primero ya no tanto los últimos.
Bastó hacer explícita la pregunta para reconocer ese punto exacto, ese momento definitivo, en que define su destino reconociendo aquello que es y aquello que no es.
Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Lucas 8:32
Mi padre, que había esperado el momento de la verdad, con cierto pudor pero también orgullo, confesó: era cura, porque aún excomulgado, ser cura es una condición irrenunciable, y hasta podría decirse que es una forma de ser.
Tuve que redefinir mi ser como hija de un cura. No fueron necesarias más explicaciones: el cuerpo que habito es el pecado materializado.
Esta confidencia sólo podía hundirme. Pero todos tendemos, por naturaleza, a justificarnos.
Si bien el shock duró mas de que hubiera querido. No pude imaginar nada mas terrible que no aceptar mi esencia. Nada mas trágico que desperdiciar los elementos importantes en el proceso de construcción de la personalidad.
Admitir el monstruo que se es y ayudar a construirlo.
Pensé mucho en la forma que ésta condición podía favorecer mi desarrollo. Tenía que inventar mi provisoria redención.
(Por ser hija de un cura … ) Si el infierno está asegurado, entonces mi condena eterna se transforma en mi liberación transitoria. Nada puedo hacer para cambiar mi condición, entonces puedo hacerlo todo.
La maldad también se elige.
Fui una misma con mi elección, la comprendí y me deje comprender. Como buena cristiana comprendo que lo importante es ese momento. La decisión y yo fuimos una misma cosa, sino hubiera sido de esa manera, no hubiera sido sincera.
Es importante tener en cuenta el momento oportuno de la elección.
Los deseos, que precedieron a la pregunta sobre el pecado, se transformaron y esta vez me salvaron. Se desarrollaron conmigo y crecieron hasta la deformación.
Me deforme en asesina.
Empecé como todo criminal matando animales salvajes y luego, de a poco me animé a más, incursionando en el mundo de los animales más racionales.
En la elección de mi modus seguramente alguna influencia tuvieron los rituales cristianos que profería mi padre antes de ser mi padre, cuando era solamente Padre (de todos) y posiblemente heredé por genética el amor al ritual: siempre involucraba agua, que es un modo de lavar los pecados, aquello que yo no podía hacer conmigo misma. Las víctimas eran seleccionadas cuidadosamente.
Esta es mi confesión, no espero piedad. Sólo espero me comprendan: hay que reconocerse pecador para poder imaginarse libre.