El celular deja ver a una nena de 10 años, cautivada por la cámara -y viceversa-, cantando y bailando eso de "Pimpollo, turín turín". Y esa niña, ya adulta, se anima a compartirlo como botón de muestra de una vocación que pedía pista. Se puede decir que, evidentemente, Natalie Pérez fue, de alguna manera, lo que quiso. Y como si ese tierno clip con el hit de "Chiquititas" no alcanzara como testimonio de que se puede llegar a donde uno quiere, confiesa en la mesa, a orillas del río: "siempre quise trabajar con Julieta". Julieta es Julieta Díaz, la que escucha el piropo y se sorprende, la que comparte con ella el protagónico de "Pequeña Victoria".
- Díaz: Dale, Nati, jodeme...
- Pérez: Ya te lo había dicho, Juli, ¿no te acordás?
- Díaz: Pero pensé que era una broma. Ahora lo decís acá en la nota y me emociona. Yo la había visto laburar mucho... Siempre me gustó. Y su trabajo en este programa es impresionante. Nati es una escorpiana muy divertida. Las cuatro somos muy diferentes -el cuarteto se completa con Inés Estévez y Mariana Genesio- y se armó un equipo copado. Esto que ves es lo que hay.
Y lo que se ve es un vínculo amoroso en una charla distendida, almuerzo mediante, con berenjenas rebozadas y ensaladas para las dos, y Selva Negra para cerrar. Casi que se impone una siesta en este quincho del Náutico Olivos. A unas cuadras de allí, se graban algunas escenas de esta tira que plantea, en clave de comedia, la crianza de una beba a cargo de cuatro mamás: Jazmín (Díaz), la que alquiló el vientre de Bárbara (Pérez), Emma (una mujer trans, a cargo de Genesio, que es la que donó el esperma) y Selva (Estévez), la que maneja el Uber que toma Bárbara rumbo a su parto y termina aportando su experiencia con los bebés.
-No pinta como una tira más. Se ve claramente la intención rupturista desde la ficción...
- Pérez: Se mete con la actualidad. Propone una perspectiva diferente sobre cómo conformar una familia hoy en día.
- Díaz: Es que ahora cambió la manera de formar familia, de armar red de contención, red de pertenencia, hay nuevas parejas... De todo eso habla la tira, de todas las posibilidades de maternidad, paternidad y de cómo se van moviendo los roles. Mas allá de que tiene todos los condimentos habituales de amor e historias cruzadas, está muy aggiornada con lo que está pasando en la vida.
-¿Sienten que esta historia se podría haber contado hace 5 años?
- Pérez: Es que nada de lo que sucede hoy se podría haber contado en las ficciones de hace unos pocos años. Cambió mucho la mentalidad en este tiempo.
-¿Y ustedes cómo llevan estos temas en la vida?
- Pérez: Yo nunca lo había imaginado, pero ahora digo "No está mal pensar en otras formas". Yo sigo jugando al modelo mujer, esposo e hijos. Pero ahora, con esta novela, me planteo un "Pará, capaz no es tan necesario el modelito tradicional".
- Díaz: Nosotros armamos ese modelo y luego lo desarmamos. Con el papá de Elena (su hija de 4 años) nos casamos por Civil, con toda la tradición encima y después decidimos divorciarnos. Y de alguna manera seguimos siendo una familia, pero ya no una pareja. Y eso le digo a veces a la nena: "Algunas cosas podemos seguir haciendo con papá, podemos compartir tu cumple o alguna otra cosa, pero ya no vivimos juntos".
-¿Esos diálogos a los 4 años?
- Díaz: Y, sí, porque ella me pide. Me dice, por ejemplo, "Quiero dormir una noche más con vos y con papi". Y llora y llora. Y yo le digo "No se puede, porque mamá y papá ya no son novios, ya no duermen juntos, pero sí podemos ir a tomar un helado, almorzar un domingo". Ella me escucha y finalmente creo que lo entiende. Somos bastante amorosos los dos, nos separamos bien. Bueno, ¿ves?, separarse también es algo tradicional.
-Si pintara romper viejas estructuras, ¿creés que te animarías a explorar?
- Díaz: A explorar sí, ningún problema. Después hay que ver si con 42 años eso me cuadra, porque por más que uno quiera abrir la cabeza hay cosas que están arraigadas en lo generacional. Lo cierto es que me parece interesante que exista la posibilidad de que dos hombres puedan adoptar un chico, que dos mujeres puedan ser madres, o dos amigos... Hay mil formas.
-¿Tenés una estructura familiar que te permite hablar libremente de estos temas?
- Pérez: Bueno, eh... Vengo de una familia tipo convencional, tipo patriarcado. Mi abuela y mi mamá siempre a disposición del hombre y de la casa. Siempre el primero que come es mi abuelo, que es lo más. Pero no me disgusta que así sea porque las veo felices, no es que están bajo un látigo. Es su elección.
-¿Provocás un poquito comiendo antes que tu abuelo?
- Pérez: No, amo eso. Toda mi vida fue así y no me parece que esté mal. Lo disfruto.
-Pero si ahora estuviéramos comiendo con algún hombre y vos sirvieras, ¿le darías de comer primero a él?
- Pérez: No, es mi abuelo, y es el mimo al que está acostumbrado.
- Díaz: Lo que pasa es que es muy difícil ir en contra de la manera en la que uno se crió.
Y hablando del caso que Nati cuenta, no hay que castigar, hay que comprender. Y decirles, ‘Che, mami, abuela, hoy es así, es asá’. Juzgar no está bueno en general, ni para atrás ni para adelante. También, si ves algo injusto, está bueno plantear el cambio.
- Pérez: Sí, pero mirá... Mi viejo, por ejemplo, cocina, limpia... No vivo con ellos, pero los domingos voy a comer a la casa de mi abuelo: mi papá hace la masa casera y mi abuela el tuco, y después me levanto a lavar los platos... Y prefiero hacerlo yo, porque si no quedan un poco sucios.
-Díaz: En ese caso yo creo que hay que dejar que los laven ellos y que queden un poco sucios. Mi discurso es "Repartamos las cosas, si los dos podemos hacer lo mismo en la casa". A mí me gusta el debate, lo bueno es no sentir que uno tiene certezas. Hoy no hay una posta. Nati cuenta esta anécdota, yo la retruco, ella explica y así, se charla. Basta con imponer conceptos.
-¿Qué imaginás que van a decir tus abuelos cuando vean que su nieta tiene una hija con tres mujeres más?
- Pérez: Ni idea, pero sé que van a estar firmes frente al televisor, seguro...
- Díaz: El próximo fin de semana voy yo a lavar los platos y les digo "Hola, qué tal, soy la mujer de Natalie. Ahora vienen las otras dos".
- Pérez: Me acuerdo que en una novela hacía de gay y para mi abuelo era un poco raro (en "Vecinos en guerra"), pero se lo bancó.
- Díaz: Van cambiando los debates. Para mí, lo revolucionario es que una de las cuatro protagonistas es nuestra actriz trans (Genesio) y es la donante de esperma de la historia, pero también lo es que aparezca su historia de amor. Muestra su sensación de marginalidad, pero lo bueno es que mas allá de su condición ella cuenta su historia de mor. Eso es hermoso.
- Pérez: ¿Ves? Para mí es una mina, no la pienso como "Ah, es trans". Es lo que sienten. Eso es lo que vale, punto.
La charla se cierra con café, con la brisa fresca de una comedia que invita a pensar y con los cálidos recuerdos de la infancia. A los 32, Natalie muestra el video que rescató su tía de un viejo VHS y mientras suena el ‘turín turín’ dice “se ve que en ese entonces ya hacía lo que me gustaba”. Diez años mayor, Julieta cuenta que “a los 7 ya estaba convencida de que quería ser actriz. Ya a los 11 empecé a estudiar en una escuela de barrio, a los 13, teatro para adolescentes, y a los 18 iba a la Escuela La Barraca. Y a los 20 empecé a trabajar y no paré. Era por acá, evidentemente”.
-O sea que si ahora aparece el VHS de una tía, ¿tranquilamente podríamos verte haciendo algo de esto?
- Díaz: Llamando la atención, obvio, siempre haciéndome la payasa.
Esas nenas han crecido. Son actrices. Son mujeres que pueden hacer de una entrevista, a cuento de un estreno, un debate tan necesario como interesante. Y sin amenaza de solemnidad.
Se acabó la “cena tradicional”
El debut de "Pequeña Victoria", la nueva ficción de Telefe, fue un éxito: midió 17,2 puntos de rating y se convirtió en lo más visto de la noche del lunes: le ganó a "Argentina, tierra de amor y venganza" (14,6 puntos) y a "ShowMatch" (12,6).
Con sólo un capítulo emitido, es claro que “Pequeña Victoria” no será una tira argentina más: llegó para aniquilar los viejos moldes de la comedia a la hora de la cena. Ni qué hablar, en ese sentido, de la excluyente fórmula tradicional del galán y la heroína.
Esta historia creada por Erika Halvorsen y Daniel Burman tenía, antes de su estreno, aroma a algo diferente y coyuntural. La ficción empezaba a mostrar que recogía el guante de la realidad, con las muchas maneras de armar familia y las distintas formas de maternidad.
Si bien tuvo un rasgo didáctico, el primer capítulo se mostró lejos de la bajada de línea. Contó cómo se encontraron en la vida las cuatro protagonistas que oficiarán de mamás de Victoria: a Bárbara y a Jazmín se le suman Selva (la conductora del Uber que lleva a la “carrier” al sanatorio y termina aportando su experiencia en la crianza, interpretada por Inés Estévez) y Emma, la mujer trans que compone Mariana Genesio, donante del esperma que, por caprichos del guión terminó presentándose en la clínica.
Con Luciano Castro, Selva Alemán, Hugo Arana y Jorge Suárez -entre otros nombres fuertes- en papeles que serán clave para condimentar la comedia romántica, en su primera noche la tira desparramó aire fresco en la pantalla.