Gran Bretaña asistía ayer conmocionada al recuento de víctimas del sangriento atentado yihadista en un hotel de Túnez, en el que murieron al menos 15 británicos de un total de 38 personas, el peor ataque desde los atentados en Londres de 2005.
“Masacre entre las reposeras”, “Viernes sangriento”, “Terror en la playa”: toda la prensa llevaba en sus portadas y títulos el atentado perpetrado en la playa del hotel Riu Imperial Marhaba en Port el Kantaoui, estación balnearia a 140 kilómetros al sur de Túnez, cerca de Susa.
“Al menos 15 ciudadanos británicos murieron” y “esta cifra podría aún aumentar porque algunos resultaron seriamente heridos en este ataque repugnante”, advirtió Tobias Ellwood, secretario de Estado de Relaciones Exteriores encargado de África del Norte.
“Gran Bretaña debe prepararse para el hecho de que un gran número de quienes murieron en el ataque salvaje en Túnez sean británicos”, había advertido el primer ministro David Cameron.
“Son turistas inocentes los que han sido asesinados”, dijo el primer ministro, que habló por teléfono con el presidente tunecino y con la canciller alemana Angela Merkel.
Scotland Yard dijo haber enviado a “un gran número de policías a Túnez para apoyar a las autoridades tunecinas y llevar a cabo una investigación propia”.
Se trata del peor ataque desde los atentados suicidas en Londres el 7 de julio de 2005, que el país conmemorará en unos días. Hace diez años, cuatro explosiones separadas en el transporte público londinense dejaron 56 muertos y más de 700 heridos.
Más recientemente, en enero de 2013, seis británicos fueron asesinados en el ataque de un comando islamista al complejo de gas argelino de In Amenas.
Mientras Londres refuerza las medidas de seguridad con motivo de la Gay Pride y el Día de las Fuerzas Armadas, ayer los primeros turistas repatriados de urgencia desde Túnez aterrizaban en suelo británico.
En el aeropuerto de Manchester, dos ambulancias esperaban a la salida de la terminal dos. Algunos pasajeros lloraban en el momento de desembarcar.