Matías Feldman y Nahuel Cano son dos figuras eclécticas y muy activas dentro del circuito del teatro independiente porteño. Matías, además de ser pianista y actor, acredita una prolífica trayectoria como director y dramaturgo; Nahuel es actor de teatro, cine y televisión y como director tiene una promisoria carrera. Los dos son, además, docentes y dictan cursos en sus propias salas de teatro, pero hasta hoy no habían trabajado juntos.
La perspectiva de hacerlo surgió en el marco de la décima edición del ciclo Cortodramas, a través de un seminario cuya propuesta es tan innovadora como rigurosa: reflexionar en torno a lo escénico y a las estrategias convencionales de abordaje de los procesos creativos mediante un laboratorio de experimentación que articula nociones técnicas, teóricas y prácticas con un objetivo: generar herramientas capaces de subvertir las formas de mirar y usar todos los elementos del mundo en pos de la creación.
-El seminario que están dictando en Mendoza (hoy cierra con su tercera clase en el Le Parc) es sobre 'Dramaturgia desde la experiencia escénica', ¿en qué consiste exactamente?
Matías Feldman: -El seminario consta de cuatro encuentros en los que profundizamos sobre ciertos aspectos de la actuación. La primera parte consiste en un entrenamiento actoral más técnico, y en la segunda trabajamos desde la experiencia escénica, sobre el procedimiento para la construcción escénica desde los aspectos actorales que desarrollamos en la primera parte. La idea central gira en torno a cómo generar materialidad escénica a partir de la escena misma y no desde contenidos previos. Cómo se construye una obra o cómo es posible construir una obra partiendo de lo que sucede en el ensayo. El trabajo no se origina en un texto sino en la experiencia, desde la improvisación, con parámetros y procedimientos particulares. Generamos el procedimiento desde el accidente, indagando acerca de cómo a nivel técnico se producen accidentes que son disparadores de la obra, de lo que se va a crear.
Nahuel Cano: -Lo interesante es que esta modalidad de trabajo posibilita generar organizaciones desde ejes diferentes a lo que permite una textualidad previa. Como por ejemplo trabajos a partir de lo espacial, de lo corporal, de estados, de pulsiones, de imágenes disparadoras. Atravesamos instancias técnicas que den lugar a esta aparición de accidentes, de momentos que uno diga esto puede ser obra, esto funciona y debería estar en escena, y reflexionamos acerca de cómo generar las condiciones para encontrar esos momentos, instancias o imágenes que tengan fuerza de obra, que no necesariamente son momentos narrativos o vinculados a un significado. Al aparecer estos momentos uno, dramatúrgicamente hablando, encara después el problema de cómo hacerlos funcionar dentro del marco de la obra.
Los momentos que uno considera que tienen fuerza de obra por lo general se podría pensar que son condensaciones de un sistema. Luego se trata de descifrar cuál es ese sistema. Porque esos momentos surgen como accidente, no es algo que uno esté buscando, y el procedimiento consiste en desentrañar el sistema a partir de esos momentos que tienen fuerza de obra y funcionan como pistas. Lo interesante es que ese sistema que está detrás o se condensa en esas imágenes no es en sí un sistema narrativo, y se trata de buscar la dramaturgia a partir de la experiencia escénica, lo que te da la posibilidad de encontrar lenguajes inesperados, no necesariamente realistas, y más que en la obra puede pensarse en el mundo que está detrás de ese momento y en la gramática que lo contiene.
-¿Cómo describirían el procedimiento de trabajo?
M. F.: -El procedimiento consiste en trabajar pensando las escenas como sistemas dinámicos inestables. Según la física, este tipo de sistemas son extremadamente sensibles a las variaciones de las condiciones iniciales, y la más mínima modificación de estas condiciones implica una enorme transformación que depende de las energías potenciales. Nosotros tratamos de darles a los actores elementos para que generen la máxima potencia posible y para que la actuación pueda transformar la escena y aparezca entonces lo inesperado, lo incontrolado. La paradoja es que se trata, precisamente, de controlar para descontrolar con la conciencia de que uno quiere generar un cierto descontrol para luego controlarlo.
N. C.: -La idea del seminario es ofrecer una batería de herramientas técnicas que posibiliten la captura de momentos y experiencias para su posterior registro y análisis. Por eso lo llamamos laboratorio, es una especie de experimento que no lleva a generar obra sino a tratar de entender los elementos puestos en juego. En el laboratorio uno prueba los elementos, a lo largo de los encuentros la idea es experimentar y reconocer esta serie de cosas.
-¿Qué promueve este tipo de abordaje?
M. F.: -Enseñanza viene de dar señales, y en este caso de lo que se trata es de compartir esta experiencia con la idea de que el espacio funcione para dar señales de nosotros y entre nosotros, de generar una gran red de señales a partir de la experiencia. Esto es reflexionar y pensar dramatúrgicamente hablando desde la experiencia en escena.
N. C.: -Esto de dar señales tiene que ver con lo que nosotros pensamos acerca de generar teatro, donde cada encuentro produce su singularidad, diferentes territorios o campos imaginarios. No es lo mismo que trabajemos solos o juntos, lo que tiene fuerza de obra no es universal sino particular, eso incide en cómo funciona un seminario de estas características.
-Esta es la primera vez que arman algo juntos…
M. F.: -Es la primera vez y para nosotros es una experiencia enriquecedora. Lo que nos pasó es que nosotros por separado somos docentes, y en un momento nos encontramos y empezamos a charlar y descubrimos que teníamos muchas cosas en común respecto a la docencia pero también muchas cosas que nos diferenciaban y enriquecían el encuentro. Surgió este interés, esta intriga, este deseo de trabajar, de proponer juntos este seminario, y no es que combinamos lo que cada uno suele dar por su cuenta sino que hemos intentado hacer una síntesis y proponer algo nuevo con características específicas. Somos diferentes en cuanto a que hemos hecho caminos diferentes y nunca hemos trabajado juntos, no hemos compartido espacios de relación. Pero desde derroteros distintos hemos llegado a lugares afines.
N. C.: -El año pasado coincidimos en el Festival de Teatro Estrenos en Mendoza, los dos éramos parte del jurado. Y empezamos a hablar bastante de las clases y de lo que pensamos del teatro, y a pesar de haber seguido recorridos muy distintos encontramos coincidencias, que aparecían un poco como señales de época, y se fue dando esta posibilidad de hacer un seminario juntos. La coincidencia de pensar en sistemas dinámicos, por ejemplo, de pensar en términos de esa complejidad es una señal de época, por algo inherente a las condiciones contemporáneas y también a lo que en términos teatrales ha sucedido hasta ahora.
-¿En ustedes prevalece el rol de actor, director, dramaturgo o docente?
N. C.: -Yo claramente lo que más me siento es actor, y el territorio desde el que surge mi reflexión teatral es la actuación.
M. F.: -Yo en cambio me considero más dramaturgo y director que actor, hace años que me siento sobre todo dramaturgo y director. Mi acercamiento a la docencia tiene mucho que ver con eso, más allá de mi experiencia actoral, y pienso que algo de esa diferencia entre nosotros potenció el armado de este seminario.
N. C.: -Sí, desde la diferencia de nuestras perspectivas surge una reflexión que es coincidente y enriquecedora porque proviene de lugares que son distintos pero que confluyen, y se complementan.
Nahuel Cano
(Neuquén, 1982) es actor, director y docente. Ha trabajado en cine, teatro y televisión con Ricardo Bartis, Alejandro Tantanián, Alejandro Catalán, Juan Pablo Gómez, Gonzalo Marull y Héctor Olivera, entre otros. Como director ha estrenado Darwin, Serán sus Ojos y Proyecciones Krause. Desde 2009 coordina Elcuarto, espacio para la formación y la creación escénica, y con la compañía Unhueco crea los espectáculos Un Hueco (2009) y Los pactos (2011).
En 2012 estrena Cliff (acantilado), unipersonal dirigido por Alejandro Tantanián, y Azúcar, obra de danza-teatro dirigida por Celia Argüello Rena. En 2013 estrenará Comedia con la compañía Unhueco. Ha participado de festivales nacionales e Internacionales y recibido premios y distinciones, entre ellos: Premios teatro del Mundo a Mejor Autor por Unhueco, y la nominación a Mejor Actor de los Premios Florencio Sánchez 2013.
Martín Feldman
(Buenos Aires, 1977), es pianista, actor, director y dramaturgo. Se formó con Rafael Spregelburd y Mauricio Kartún. Ha escrito y dirigido obras como El viaje de Mirna (2000/02), Candy (2003), Schultzundbielerundsteger (2004), Entrevista (2004), Patchwork (2005/06), Todo se desmorona salvo este dolor (2007), Reflejos (2008/09). Hacia donde caen las cosas (2011), Breve relato Dominical (2011), y publicado Dramaturgia Entrelíneas. Reflejos y otras obras (Colihue), El viaje de Mirna (Libros del Rojas), y Preludio para la siesta de los idiotas (Instituto Nacional del Teatro).
Obtuvo numerosos premios y distinciones, ha sido becario de la Fundación Antorchas, del Banff Centre for the Arts para la Residencia de Escritores (Canadá, 2004), de la Fundación Carolina para el Curso de Profesionales de la dramaturgia Casa de América (Madrid/Barcelona, 2005), y sus obras han sido estrenadas en escenarios locales y del extranjero. Es fundador, junto a Juan Cruz García Gutiérrez y Santiago Gobernori del 'Club de Teatro Defensores de Bravard' y coordina los ciclos 'Sketches Solemnes' y 'El Potrero'. Es docente de la Carrera de Arte Dramático del IUNA y dicta Cursos de Actuación y Talleres de Dramaturgia.
Pensar el teatro de a dos
Son figuras de la escena de Buenos Aires. Dictan en el Le Parc un seminario sobre el texto teatral desde la experiencia en la actuación. Sus voces. Sus acciones.
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