Casi once años de políticas económicas y sociales emancipadoras, prodigiosas, de resultados extraordinarios, los mejores en dos siglos de historia argentina -en fin, eso que la propaganda oficial llama "década ganada"- penderán durante los próximos dos a tres meses de cuánto "yuyo" decida vender el campo.
Si los yuyeros venden suficiente, de modo que alcance para enjugar las importaciones de energía, aflojar el cepo a las importaciones y recomponer en parte las menguadas reservas del Banco Central, habrán servido de puente hasta el próximo paso: la forzada entrada del kirchnerismo en los mercados internacionales de capital, para financiar con nueva deuda su última etapa de gobierno y desmentir el "desendeudamiento", un neologismo del Relato.
Desendeudamiento, aclaremos, que no fue tal, sino un cambio de acreedores: lo que durante los '90 el Tesoro argentino recibía del exterior emitiendo bonos a cambio de rendimientos cada vez más altos, a partir de 2008 el crisnerismo lo suplió estatizando y usando a piacere los fondos previsionales -la proverbial "plata de los jubilados"- y, a partir de 2010, desvalijando también el Banco Central.
Pero volvamos al presente. El lunes, el mismo día en que un enojado Axel Kicillof presentaba el índice oficial de inflación de febrero y Cristina Fernández almorzaba en el Vaticano con el Papa (no, el Francisco que en el último año Cristina vio tres veces -dos en Roma y otra en Río de Janeiro- no es el Bergoglio que se negó a recibir o visitar entre marzo de 2010 y marzo de 2013, cuando lo tenía calle de por medio) las reservas del Banco Central alcanzaron su punto más bajo en lo que va de 2014: 27.371 millones de dólares. Más relevante aún: son U$S 2.034 millones menos que cuando Kicillof, hace menos de dos meses, decidió devaluar, precisamente para detener la sangría de reservas.
¿Qué puede aportar el rescatista? Según las más recientes informaciones y proyecciones, la cosecha de soja alcanzará este año entre 54 y 55 millones de toneladas, aportará cerca de 25.000 millones de dólares en exportaciones y cerca de 80.000 millones de pesos sólo en concepto de retenciones a la exportación. Para el conjunto de la producción agrícola, las cifras son 39.000 millones de dólares y cerca de 120.000 millones de pesos, sólo en concepto de retenciones.
En la campaña 1999/2000 la soja no llegaba a constituir un tercio de la cosecha agrícola argentina. A partir de 2003, a medida que el kirchnerismo fue cada vez más hostil con otras alternativas productivas del campo (carne, leche, trigo y, en menor medida, maíz y girasol) la proporción de la soja creció, gracias a cualidades que al gobierno le venían de perillas: como su consumo interno es escaso, no afectaba los índices de precios y engordaba los volúmenes de exportación y recaudación fiscal.
Pero el kirchnerismo se engolosinó. Antes de dejar el gobierno y a poco de iniciada la siembra, Néstor Kirchner dispuso un fuerte aumento de las retenciones sojeras y, cuatro meses después, antes de iniciarse la cosecha, Cristina bendijo las "retenciones móviles" que llevaban la tasa marginal de mordida fiscal a más de 90 % y la media a cerca de 45 por ciento. Así se inició "la guerra del campo". La presidenta explicó entonces que la soja era un "yuyo". Había que "desojizar" la agricultura y la economía argentinas. Hoy el yuyo explica 63% del área cultivada y similar proporción de la cosecha agrícola. Magias del "Relato".
Por estos días, la reestatizada YPF inició una campaña publicitaria con el slogan "orgullosos del producto de nuestro suelo" en la que, para ir poniéndonos en clima con el Mundial de Fútbol, compara a algunos jugadores de la Selección -en particular, Messi- con la reestatizada petrolera.
Que la propaganda oficial insista con el relato emancipador de la YPF Nac&Pop mientras la alcahuetería paraoficial, como el programa 6,7,8, demonice a los yuyeros por su supuesta reticencia a vender el maná salvador, es otra notable paradoja.
Pese a las baladronadas que profirieron Kicillof y Julio De Vido cuando explicaron en el Congreso la expropiación de Repsol para "recuperar la soberanía energética" de la mano de YPF, al final acordaron con la compañía española un flujo de pagos de casi 11.000 millones de dólares, de los cuales el actual gobierno afrontará 9%; los próximos dos, 66 % y los que vengan a partir de 2024, 25%. El kirchnerismo no es mezquino con la herencia.
A diferencia del agro, YPF no "produce" sino que "extrae" recursos naturales, emplea menos gente, moviliza menos pueblos y actividades y está lejísimo de aportar los casi 40.000 millones de dólares anuales de exportación, no ya del campo argentino sino de la soja solita. Por el contrario, las importaciones energéticas siguen aumentando (en enero, por caso, las compras de GNL aumentaron 76% respecto de igual mes de 2013), insumirán este año entre 12.000 y 15.000 millones de dólares y su "balance externo" será un déficit cercano a los 8.000 millones.
Más paradójico aún es que, desde su reestatización, YPF aumentó 90% el precio promedio de sus combustibles, bien por sobre la inflación. En eso no está sola. Si hay dos empresas cuasimonopólicas, "formadoras de precios" en la Argentina actual, ésas son YPF y Aerolíneas Argentinas, que desde su reestatización lideraron los incrementos de precios.
Como plantea el economista Federico Muñoz, ¿acaso Kicillof y Mariano Recalde son dos conspiradores? Buena pregunta para los campeones del Relato.
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