La elección de hoy genera expectativas políticas que superan los límites de Mendoza. El país está pendiente.
Al macrismo un triunfo de Rodolfo Suárez le serviría de gran estímulo pensando en el 27 de octubre, con más razón encontrándose en su arranque la gran campaña nacional que tiene al Presidente como protagonista en actos y caminatas varias.
En cuanto al justicialismo, una victoria de Anabel Fernández Sagasti impactaría muchísimo no sólo en el plano local. Para la estrategia hegemónica que acompaña al Frente de Todos con Alberto Fernández a la cabeza (gobierna la amplia mayoría de las provincias) sería fundamental recuperar políticamente a Mendoza. Un resultado adverso dejaría al radicalismo en minoría en cuanto a la conducción de provincias y con figuras devaluadas en el Congreso a partir de diciembre. Y se potenciaría la obsesión del “albertismo” de destronar al macrismo en su territorio de origen, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en una de las partidas electorales más fuertes que quedan en el calendario electoral.
Pero no serán menores los efectos de la cita electoral de hoy para Cornejo, especialmente. El Gobernador no sólo pone en juego su gestión sino, además, una buena parte de su imagen política, cargada de expectativas en el escenario nacional.
Dejar a salvo a Mendoza del avance K lo blindará de una eventual caída de su lista en la convocatoria de fines de octubre, donde, como ocurrió en las PASO de agosto, no podrá evitar compartir boleta con Macri. Precisamente, provincializar la campaña y evitar que la gestión nacional influyera en el camino de Suárez hacia la convocatoria de hoy fue una premisa muy bien ejecutada por el cornejismo. La victoria coronaría esa vía elegida y le daría al jefe del Ejecutivo local la gran satisfacción de haber hecho ganar a su candidato a pesar de la tremenda apuesta que hizo el kirchnerismo con reiteradas visitas de Alberto Fernández y una campaña basada, más que nada, en los efectos huracanados de las PASO de agosto.
Pocos días después de ser elegido gobernador, en 2015, Alfredo Cornejo decía en una entrevista concedida a Los Andes que, más allá del poder institucional que recibía, su gestión se caracterizaría por la “limitación económica”. Y apuntaba: “Mi gobierno no va a ser pomposo, va a ser austero por necesidad”.
Explicaba en aquella charla el actual jefe del Ejecutivo que, contrariamente a lo que había realizado la gestión justicialista de Francisco Pérez, se proponía aplicar una “agenda nueva” que priorizara fundamentalmente la administración y la gestión. Las limitaciones no le impedían encarar, según su apreciación, mecanismos que condujeran a una más prolija fijación de políticas en materia de salud, educación, seguridad y justicia, pilares sobre los que Cornejo basó luego la conducción del Estado.
Por todo esto, el entonces gobernador electo remarcaba que el suyo sería un “gobierno austero por necesidad y porque creo que tenemos que dar ese símbolo”, según remarcaba. Y cumplió. La administración que hoy pone a consideración de los mendocinos sorteó dificultades pero tuvo el mérito de poner en orden las cuentas de la Provincia y garantizar en un elevado nivel el cumplimiento de sus obligaciones.
No debe olvidarse que aquel Cornejo que pocas horas después del triunfo electoral recibió en su casa a Francisco Pérez, para “crear un clima de concordia” que permitiese enfrentar aquella larga transición de cinco meses y medio, no encontró fácilmente su pretendido “debate de calidad sobre información precisa” con el por entonces gobernador justicialista y debió acordar con él y sus legisladores tres meses después un plan de endeudamiento para asegurar un traspaso de mando ordenado. Pese a ello, el recambio institucional se hizo en medio de una crisis en aumento que retrasó el pago de sueldos del sector público, entre otros problemas.
En líneas generales ese derrotero previsto por Cornejo al resultar victorioso se fue cumpliendo durante sus años al frente de la Provincia. Desde el arranque no ocultó que su coalición fue producto de un proceso de construcción política que comenzó a gestarse en 2011, cuando le dejó paso a Roberto Iglesias para competir con Francisco Pérez pero se quedó con la conducción del partido y el firme control de los bloques legislativos. Su poder en la escena general de la provincia pasó a ser elevadísimo.
Cambia Mendoza fue casi un modelo para Cambiemos, con la particularidad de que en el espacio cornejista quedó incluida prácticamente toda la oposición de entonces, salvo la izquierda. Ese armado en mayor o menor medida se repite en esta convocatoria detrás de la candidatura de Suárez. Le toca ahora al intendente capitalino tomar la posta de Cornejo si el voto mayoritario de los mendocinos lo acompaña en la jornada de hoy.
“Buscaremos mejorar todo lo bueno que hasta ahora se ha hecho”, fue una de las primeras reflexiones del candidato oficialista la noche de su triunfo en las PASO. Es que además de recibir una administración previsible, le tocaría encarar obras de trascendencia en el tiempo, como es el caso de Portezuelo del Viento, y mantener y mejorar otras que se han hecho en estos años bajo la premisa cornejista de que la infraestructura apuntada a mejorar los servicios en general tiene que ser reconocida y valorada por la gente.
Es muy fuerte la apuesta de Cornejo con Suárez. No sólo hoy el Gobernador plebiscita su tarea de casi cuatro años, inevitable al final de cada mandato sin reelección posible, sino que pretende iniciar un proceso de traspaso de poder hacia uno de los dirigentes con los que más sintonizó. Su relación partidaria no es nueva ni producto de alguna negociación de último momento sobre el cierre de las candidaturas. “La sinergia con Suárez para mí ha sido muy importante”, señalaba a Los Andes en junio de 2015 el todavía intendente de Godoy Cruz sobre su par capitalino. Y ahí mismo lamentaba no haber tenido la misma posibilidad en 2011, cuando el PJ le ganó a Iglesias con “Paco” Pérez.
La apuesta para hoy del principal sector de la oposición, liderado por Anabel Fernández Sagasti, pasa por destronar al cornejismo basándose en el enojo popular por la pésima situación de la economía doméstica y, de paso, vincularlo con otra de las cuestiones más objetadas del gobierno de Macri, la toma de deuda. Realidades bastante diferentes (la de la Nación y la provincia), pero que en el actual contexto le sirven al kirchnerismo para buscar un costado vulnerable en la sólida estructura del cornejismo.
Posiblemente una de las mayores inquietudes de Fernández Sagasti y los suyos sea la de comprobar la diferencia porcentual con la fórmula que encabeza Suárez en caso de perder. El límite entre el efecto de Cornejo y lo que le faltó a la propuesta electoral.
Los dos restantes candidatos a la Gobernación pretenden apuntalar otras estrategias de sus respectivos espacios. José Luis Ramón quiere que Protectora sea claramente la tercera opción política de la provincia, una jugada atrevida si se tiene en cuenta que toda elección de cargos ejecutivos suele ser más dificultosa para las fuerzas menores o que pretenden instalarse, como en este caso.
En cuanto a Noelia Barbeito, dijo públicamente que, más allá de sus aspiraciones, uno de los objetivos de la izquierda pasa por fortalecerse en la Legislatura, lo que también lleva al FIT a constitiurse en competidor por el tercer lugar.
Está claro que la polarización nacional, que repercutió totalmente aquí, terminó perjudicando, de acuerdo con casi todos los sondeos, a las otras dos opciones que pudieron sortear las primarias de junio. Pero como nada está dicho antes de que se abran las urnas, es pertinente respetar los tiempos y esperar resultados para luego seguir evaluando desempeños.