El pibe es un crack, aún cuando sus piernas flaquitas pretendan refutarlo. Su peinado, una abultada cabellera llena de rulos, lo aleja del prototipo del jugador de hoy.
Sin embargo, apenas Nicolás Arce agarra la redonda, el campo de juego se llena de gambetas y pases imprevisibles. Arranca “oles” por doquier y las palmas quedan rojas de tanto celebrar sus movimientos. Y ese andar parsimonioso del rivadaviense es el de Gutiérrez Sport Club.
Casi sin jugadores de renombre, dejó en claro que con el producto genuino de su cantera, además de varios experimentados del medio local, se puede dar una lección de fútbol como la de ayer.
En 95’ de juego frente al Globo no recibió tiros de real peligro al arco y lo superó ampliamente. De principio a fin. Lo apabulló en los duelos individuales y disfrutó como nunca el gran momento de su “10”, que abrió el marcador con un golazo de otro tiempo.
La corrida que arrancó en su propio campo siguió con un enganche ante un malón de rivales que pretendía romper el contragolpe (también hubo un poco de fortuna en un rebote) y aparición de Facundo Perrone para devolver la pared y dejar a Arce solo ante Bonacci, para una definición de primera.
Se vino abajo el estadio. Fue un estruendo que quería sacar en andas al volante. Quería consagrarlo como el nuevo ídolo de la entidad. Si hasta un niño que lo esperaba a la salida del vestuario le tiró, abrazado a la pierna de su padre, con la timidez propia de la edad, “gracias por el gol, Nico”. Y el tipo se ruboriza.
No está acostumbrado al momento que vive y aquí quizás es donde no se parece a su equipo. Porque el Celeste de Scivoletto comienza a desandar el camino del que se sabe candidato con mucha tranquilidad, consciente de sus fuerzas y reconociendo sus debilidades para maquillarlas al extremo.
Disfruta los partidos, los vive como una fiesta. Ni hablar cuando Arce asistió al Torito Lucero para cerrar el marcador.
Huracán Las Heras fue un cúmulo de voluntades que nunca llegó a insinuar nada. Anémico, casi sin fuerzas, intento pelear el encuentro desde lo físico y nunca encontró la forma.
Su previsibilidad fue agradecida de principio a fin por su rival y terminó moviéndose al ritmo que propuso el anfitrión. Hubo algo así como un baile en Gutiérrez. La Peluca Fest.