Bomba de tres puntos, triunfo y delirio. Se gritó con el alma. Estalló el corazón. Movimiento sísmico en la "capital del básquetbol mendocino". Porque Rivadavia tiene esa mística, magia y sentimiento único por el básquet. Gana Rivadavia y el departamento está feliz. Por las calles del pueblo se podrán observar niños, adolescentes, jóvenes y adultos con su camiseta Naranja.
Se ganó un partido más. Vale dos puntos. Pero, estos tipos de triunfos quedan guardados en la retina y en el corazón de los amantes del básquet. Con sólo recorrer los cafés o carritos del departamento, la generación de los cuarenta, cincuenta o sesenta años, te relatan cada partido de la Liga Nacional de la década del '80.
Y con lujo de detalles. Como el triple histórico del Chelo Centorbi ante Atlético Villa María de Córdoba en 1986 que hizo retumbar todo el Este. O en la Liga de 1988, cuando Rivadavia le ganó en dos tiempos suplementarios a Olímpico de La Banda con triples de Patrick Releford y el eterno Chelo Centorbi. Imposible no recordar en 1990, cuando el "Chivo" Ludueña ensayó un lanzamiento desde 20 metros (atrás de la mitad de la cancha) para meter un triplazo sobre la chicharra y cantar victoria sobre Fábrica Militar.
Ahora, llegó el momento de Andrés Llaver, el base que nació en el club. Peluca. Quien debutó en la primera división con 15 años y hoy, intercambia sus estudios de ingeniera civil con viajes, partidos y entrenamientos. Fue el héroe de la noche. Robó una falta en ataque y acción seguida, metió un triple faltando 4''. Espectacular. Rivadavia venció al líder Platense. Inolvidable.