La noticia llegó hace unos días y fue triste. Había muerto en Italia el gran delantero Pedro Waldemar Manfredini, aquél que se cansó de hacer goles en todos los clubes que militó: Deportivo Maipú, Racing Club, la Roma de Italia, otros de la península, y en La Serena de Chile, donde terminó su carrera deportiva en los '70.
La partida de Manfredini, a los 83 años, a consecuencia de una complicada enfermedad, nos remite a una historia de fútbol apasionante: un sencillo muchacho del distrito de Russell, Maipú, convertido en una figura mundial del más apasionante de los deportes por su vocación goleadora, en cierta forma facilitada por un pique velocísimo, que lo convirtió en una especie de Usain Bolt de los años '50 y '60.
Comenzó en las inferiores de Maipú, pero enseguida fue llevado a Primera porque el humilde empleado de la panadería de la familia Pichio tenía mucha pimienta frente al arco rival. El DT cruzado de entonces, Raimundo Bibiani "Mumo" Orsi, otra gloria del fútbol, sabía que no lo iba a poder retener mucho tiempo en su escuadra. Según contó el periodista José Félix Suárez (ex Los Andes, ex El Gráfico) Orsi se lo recomendó a Renato Cesarini para River Plate, pero el "Tano" no lo quiso.
"Este muchacho tiene las piernas muy abiertas, así no puede jugar al fútbol…", dijo el DT de los Millonarios, tal vez cometiendo uno de los pocos errores al tener que decidir sobre un jugador. La oferta llegó a Racing Club, que pagó 300 mil pesos de aquellos años y alistó a un delantero que hizo las delicias de la hinchada desde el primer momento. Pedro integró la delantera albiceleste con los consagrados Oreste Omar Corbata, Juan José Pizzuti, Rubén Sosa y Raúl Belén, quienes con el resto del equipo hicieron campeón a la Academia en el torneo de 1958.
El maipucino fue el goleador, con 19 tantos. La gente no tuvo tiempo de acostumbrarse al alto y rubio atacante. Enseguida fue vendido a la Associazione Sportiva Roma por 9 millones de pesos, apenas un poco menos que lo que le costó a la Juventus adquirir a otro crack de la época: Omar Enrique Sívori.
Integró el seleccionado argentino que se coronó campeón invicto en el Sudamericano de 1959, disputado en el Monumental. Otra vez dejó su marca en la red, al convertir dos tantos en su debut en la goleada 6-1 a Chile.
En la Roma fueron cinco temporadas estelares, con 104 goles en 164 partidos. Se consagró como el máximo anotador en la temporada 1962/63 con 19 tantos, compartido con el danés Harald Nielsen. Integró una dupla letal con su compatriota Antonio Valentín Angelillo, con quien logró nueve tripletes (hat-tricks).
El apodo que tenía en Mendoza, "el Panadero" desapareció en Europa y se cambió por "il Piedone" (pie grande), con el que lo bautizó el periódico deportivo romano "Corriere dello Sport", cuyo fotógrafo tomó un primer plano de la extremidad derecha del cuyano y de ahí surgió el apelativo.
Inmortalizado en el cine
Su nombre también quedó inmortalizado en el cine. Se lo menciona en "El secreto de sus ojos", la película de Juan José Campanella (historia de Eduardo Sacheri) que ganó el Oscar a la mejor película extranjera en 2010. Ocurre en la escena donde el actor Guillermo Francella se refiere al sospechoso de un crimen que le escribe a su madre: "Quedate tranquila, vieja, en eso soy como Manfredini, no como Bavastro". La referencia da cuenta de Julio Alberto Bavastro, el delantero que llegó como reemplazo de Manfredini tras su venta a la Roma en 1959, pero que no anotó goles y apenas jugó un par de partidos en Racing.
Además, en la película "Los monstruos" de Dino Risi (estrenada en 1963) y protagonizada por Vittorio Gassman y Ugo Tognazzi aparece una toma de uno de sus goles. "¡Un gol de Manfredini! ¡Grande Piedone!", grita Gassman en la tribuna, celebrando la conquista y arrojándose al piso en la tribuna como un fanático de la Roma.
Amigos y parientes
Cuando Manfredini se alejó del deporte se dedicó a la gastronomía en Italia. Hace años que vivía en Ostia, en la costa del mar Tirreno, con su esposa Ana Gallarin, donde también reside su hija Alessandra, dos nietos y dos bisnietos.
Del gran jugador hablaron un amigo, una prima hermana y uno de sus hermanos por parte de madre, Carlos Norberto Tobares Cozzoli (79). "Lucho", quien jugó profesionalmente en Maipú, destacó los principios y valores de Pedro Waldemar.
"Cuando él se fue a Racing me llevó a mí con la esperanza de ubicarme, pero no pudo ser, no tenía su talento. Qué gesto el suyo de querer hacer algo así por mí. Volví a Mendoza e hice una carrera como bancario. En los últimos tiempos los contactos telefónicos eran muy tristes….se nos cortaba la voz, pero mejor recordarlo en su grandeza y entrega". También lo evocó su prima hermana Teresa Cozzoli. "Era tal la revolución que había en la familia cuando fue vendido a Buenos Aires, que mi papá, Miguel Cozzoli, empleado de YPF, se arriesgaba los fines de semana y se iba a Buenos Aires para verlo jugar en Avellaneda y volver rápidamente para estar otra vez en su puesto, en la refinería de Luján".
Por los amigos vale el testimonio de Eufemio Yamil Capadona (92), administrador de fincas, que hablaba asiduamente con el crack y lo aconsejaba. "Yo era 8 años mayor y me escuchaba mucho. Cuando se fue a Europa perdímos un poco el contacto".
Capadona se atribuye haber tenido que ver con el pase del delantero a la Academia. "Lo recomendé a un directivo de Racing, Ignacio Solla… Se lo llevaron, cancelaron con dinero y como parte de pago cedieron a un jugador que se llamaba Lisboa y que hizo buen papel en el Cruzado", contó en su casa de Luján de Cuyo.
El homenaje, en el partido con Boca Unidos
El público mendocino, y especialmente el maipucino, podrá participar del merecido homenaje que el Deportivo Maipú dispensará a su ídolo.
Ocurrirá el domingo 10, cuando el Cruzado juegue con Boca Juniors de Corrientes, por el Torneo Federal A, acto al que se le dará mucha relevancia y que prepara la dirigencia encabezada por Omar Higinio Sperdutti. La tribuna local lleva el nombre del artillero fallecido.
Un gol casi del vestuario
En 1958 yo vivía en Buenos Aires, en Caballito, con mi familia… Mi padre trabajaba en la sede central de YPF, y algunos domingos íbamos a ver a Racing al Cilindro de Avellaneda.
Recuerdo un partido con Gimnasia y Esgrima, que la Academia ganó por 4 a 1. Esa tarde Manfredini hizo un gol segundos después que el árbitro pitara el arranque. La pelota le llegó al mendocino que salió como una saeta hacia el arco rival y sacó un violento disparo a media altura que dio en la red.
Algunos plateítas se estaban acomodando en sus asientos, al igual que los defensores rivales en el campo de juego. Recuerdo que se lamentó mucho la rápida venta a Italia, pero era imposible mantener a un centrodelantero tan contundente. Era pan caliente.