Pedro Saborido: “El humor está mirando una falla, algo que no cierra”

Acaba de estrenar otra película junto a su gran amigo, Diego Capusotto: “No llores por mí, Inglaterra”.

Pedro Saborido: “El humor está mirando una falla, algo que  no cierra”
Pedro Saborido: “El humor está mirando una falla, algo que no cierra”

Por la puerta de un bar, frente a la estación de tren Belgrano R, entra la voz en off que con su "pizzería los hijos de puta", entre otras cosas, hizo estallar de risa a los seguidores del programa "Peter Capusotto y sus videos". Anteojos tipo John Lennon y una gorra del grupo inglés The Who, el guionista de tv y radio, Pedro Saborido se sienta y pide un cortado. Hace más de diez años, junto con Diego Capusotto, es responsable de lo que hacen y piensan algunos de sus personajes como Latino Solanas, Violencia Rivas o Juan Carlos Pelotudo. Antes de alcanzar el éxito televisivo con este formato de lema "un programa de rock", el cual ya obtuvo numerosos premios, su vida transitó por la radio y el humor político. A partir de ese disparador terminó escribiendo guiones para Tato Bores, aquel analista de la democracia que solía cerrar sus programas al grito de "Vermut con papas fritas y good show".

Saborido nadó las aguas de todos los rubros como guionista y sin presumir fórmulas ni recetas, escribió, hizo bollos de papel, volvió a escribir y en la cantidad fue encontrando su calidad. En su haber se destacan programas de la talla de "Delicatessen", "Todo x dos pesos"; las obras de teatro "Una noche en Carlos Paz" y "¡Qué noche Bariloche!" o los guiones de dos cortometrajes y la película "Peter Capusotto y sus tres dimensiones". Es coautor de los libros "Peter Capusotto, el libro"; "Peter Capusotto fantástico" y autor de su reciente libro de fútbol "Una historia de Fútbol"; donde se destaca como narrador de historias que desbordan realismo absurdo, con toques de humor, donde cuenta historias que transcurren en el sur del conurbano.

"Peter Capusotto..." tiene su origen allá por el año 2006 con sus primeras emisiones para la señal Rock & Pop Tv, donde lo primero que se vio fueron videos de viejas bandas de rock y secuencias humorísticas. Luego eso se transportó a la Televisión Pública y se amplificó en la sátira que jugó con estereotipos de nuestra sociedad por intermedio de personajes entrañables: Pomelo, Jesús de Laferrere, Bombita Rodríguez, Luis Almirante Brown, Micky Vainilla o Padre Progresista. 

-Según eso que se conoce como curriculum estudiaste cine, pero tu carrera no se expandió allí. ¿Cómo se explica ese giro a hombre de radio y humorista?

-Hay toda una construcción en la que muchas veces uno intenta hacer algo y aparece en otro lado. En general nunca me guíe por los géneros o en los rubros para hacer, sino en donde aparecía la oportunidad de expresarme. Si bien empecé con el cine, se mostró como una maquinaria demasiado compleja a la que poder acceder. Más que nada por el tiempo que lleva, la inversión, la cantidad de gente a cargo. Mis trabajos fueron más en radio y así se dio un producto que hacía con Omar Quiroga. Era algo que podía dominar, junto con él, de una manera más clara. (N. de R.: fue a finales de los 80 en una radio de Avellaneda, que este dúo encaró la línea del humor por fuera de la estructura radiofónica clásica y puso a la noticia dentro de un contexto desacartonado). Nosotros queríamos ser periodistas, pero nos salió bien el humor político.

-Como hombre que escucha rock, y haciendo un poco de alusión al personaje Pomelo, ¿sentís que a través del humor podés darle revancha a algunas de esas ridiculizaciones que transitan el género?

-Janis Joplin canta Tom Jones y aparece en la televisión yanqui. Lo mismo con Jefferson Airplane o Ginger Baker. Rápidamente las estrellas de rock son estrellas. En todo caso nosotros tuvimos una versión que pudo haber sido más subterránea durante algún tiempo, pero se sacaban discos y ya tenía su pequeño mainstream. Tenía sus revistas y su comunicación. Me acuerdo la vez en que todo el movimiento rockero se ofendió porque Charly García había ido a lo de Mirtha Legrand. Fue como una traición. No tomo revancha. El giro lo puede tener cuando se ve que en cierta parte de inocencia aparecen cosas que no son tan inocentes o se le empiezan a ver costados estúpidos. Y creo que le pude haber visto un costado idiota al rock, pero como le puedo ver un costado estúpido a la televisión, al humorista o a mí. Al rock lo sigo queriendo y lo sigo escuchando, más allá de esos costados que me hicieron divertir. Es más desde el lado de alguien que hace bromas con un amigo y critica esa parte que no le gusta, sin anularlo todo.

-Una especie de cachetazo para que vuelva en sí…

-Cuando me pongo a hablar de rock no es lo mismo Violencia Rivas que Micky Vainilla. No es lo mismo el enemigo que el amigo. Uno puede hacer chistes sobre las dos cosas porque ambos tienen cosas distintas. También hago humor sobre peronismo y me considero bastante peronista.

-Y cuando hacés referencia a costados estúpidos del rock, ¿dónde ponés el acento?

-En la misma tontera que podés encontrar en cualquier otro lugar que tiene que ver con el divismo. Cierto permiso a una irresponsabilidad que se toma desde cierta actitud transparente y salvaje y llega a la improvisación y a la torpeza. Un lugar donde se construye una hipocresía sobre valores para después tenerlos simplemente como elementos de marketing y no como una realidad para plasmar. Ciertos ideales del rock se complican cuando empiezan a proclamar algunos valores que después no pueden sostener. Pimpinela actúa y no le explica a nadie cómo se debe vivir, ni nada. Habla de la familia, los amigos, el amor y listo y cada uno se vuelve a su casa. Dyango va, le canta al amor y se vuelve a su casa. No se meten ni en la ecología ni en qué hay que hacer con un árbol. En cambio el rockero a veces plantea algunas actitudes que después son criticadas tipo: “Pero vos qué hablás si tenés un Mercedes Benz”. O al final mucho arte y valor pero la entrada me la cobraste dos lucas y media. Ahí viene esta confusión. Pete Townshend siempre agradece a su público porque dice que fue el mecenas de su carrera, que pudo trabajar y hacer las cosas gracias a la gente. Así de simple. Si no empezamos a reconocer eso…

-¿Violencia Rivas, esa especie de artista 'maldita' de la época del Club del Clan, viene a trazar una gran crítica de eso?

-Sí, pero después Violencia Rivas se toma el whiskicito y vuelve a su casita. Declama, declama pero después pide disculpas. No la estoy criticando a ella, al contrario, le estoy diciendo: “Después tenés que vivir en sociedad, tenés que tener tu casa y bañadera y tenés ganas de conocer Cancún”. De todas maneras, siempre voy a preferir, aún con sus contradicciones, al rock y no a algo que no me inspira nada o no me dice nada. Por ejemplo: podés decir qué bien Luis Miguel, suena muy bien y qué sé yo... A mí me parece una mierda. No me gusta. Si le gusta a otro está bárbaro. Pero no me voy a meter en esa de ver si lo escucho porque está bien hecho. No me interesa. Tampoco me interesa un tipo que no quiera vender nada. Prefiero un tipo que a partir del marketing intenta algo. Transforma un poco. El mundo se hace un poco menos peor. Me gusta pensar las cosas como una tensión, como una lucha constante y no como el triunfo de algo sobre lo otro.

-¿El humor podría ser condescendiente?

-Sí, puede. Lo que pasa es que no es gracioso lo condescendiente, en todo caso es amable. El humor está mirando una falla, algo que no cierra. No tiene por qué ser maldad. Está mirando algo que se descoloca ¿Puede ser ternura? Sí, un nenito te hace reír, pero te hace reír como cualquier otro ser humano que comete una torpeza o cuando hace una cara rara. Por eso es raro un humor condescendiente. En todo caso podría ser blando, pero siempre hay algo. Y esto no tiene que ver con hacer humor político. Puede suceder hasta con los amigos.

-Pensando en el costado más político de ese humor que describís, ¿se podría tomar a Bombita Rodríguez como esa personificación no condescendiente con el peronismo?

-Uno puede criticar o ver los lados oscuros del peronismo. Es lo mismo que el rock. No son máquinas perfectas de nada. La falta de humor es precisamente la falta de visión irónica o cínica sobre el propio objeto, y eso es lo que permite que no puedas tomar distancia. Si es sagrado, perfecto y no puedo tocarlo, mirarlo o decir lo que me desagrada: ¿qué voy a decir?, ¿que el peronismo no tiene contradicciones? Pero no voy hacer humor sobre el peronismo de la misma manera en que lo voy hacer con los conservadores, los fascistas, nazis o gorilas. Y por más que dentro del peronismo pueda haber cada una de estas cosas que nombré. Es un movimiento donde se mezcla todo. El tema es que del otro lado no hay nada bueno. En la proporción o a la hora de los resultados, la gente está mejor con el peronismo. Obviamente que me meto con los montos, Perón y demás y puede haber chistes, pero son chistes. Y en su mayoría tienen una carga de crítica y hasta de maldad, pero es una forma amable de ser violento. Es una forma de empatizar, poniendo los errores sobre la mesa y aclarándolos de entrada.

-Lo mismo para Micky Vainilla, pensando más en el contexto actual. ¿Se podría considerar como la síntesis de este mapa político que atraviesa la sociedad?

-No. Siempre hubo Micky Vainillas. En todo caso ahora están un poco más desembozados y con ánimos de venganza. Racistas hubo siempre.

-Tus personajes parecen tener más que ver con el tipo que te rodea que con alguien en particular

-Siempre. Salen de lo que hay alrededor, no de estar mirando dirigentes. No me importan los dirigentes. El tema es qué hacemos nosotros con eso. Los dirigentes no son una raza suprahumana: uno los pone ahí. Es cierto que en parte a uno le va mal por ellos, pero la otra parte está en uno. El otro día me preguntaban sobre una cosa que dijo Tato (Bores) hace treinta años. El tipo lo decía para ese momento. Lo que pasa es que se vuelve genial porque necesita de nuestra pelotudez para que vuelva a ocurrir eso que se dijo hace tanto tiempo. Más allá de que Tato era un genio, la gran colaboración a la imbecilidad es nuestra.

-Y con Diego Capusotto, ¿dónde creés que está la clave para armar esa dupla humorística que ya lleva más de diez años generando admiradores?

-Se compaginó algo lindo porque en parte es mi hermano. Y ese acuerdo no son nada más que doce años haciendo un programa. Básicamente lo que ocurre es que hemos encontrado una manera en la cual la idea, el proyecto o lo que hagamos está por delante de nuestros egos. No es solamente que te lleves bárbaro, es saber cómo limar las cosas cuando no funcionan, cómo ceder cuando el otro quiere hacer algo, cómo aceptar que el otro no quiere hacer tal cosa, cómo confiar en el otro y cómo cuidarse.

-¿Cómo se cuidan?

-Tratando de que cada uno sea feliz haciendo el programa. Que haga lo mejor que pueda y ayudando a que el otro haga mejor su parte. Que Diego actúe bárbaro y que yo escriba bien y que entre los dos saquemos buenas ideas.

-Mantienen una lógica que podría asemejarse a una banda de rock. O más bien parecen marcados por una actitud que rodea a ese universo.

-Por supuesto. Es una forma de hacer. Trato de trabajar según sus leyes y códigos. A veces pifiándole y a veces acertando. Como la forma de trabajar de Los Beatles, que logran encerrar toda una locura en una canción. Todo lo que decían o sus códigos artísticos nos marcaron, no solamente su producto sino cómo lo encaraban, cómo lo hacían, cómo seguían su instinto. Hacían algo que les gustaba a ellos y no solamente lo que les gustaba a los demás. En ese sentido, con Diego tratamos de hacer que guste lo que hacemos y no hacer lo que gusta.

Todo da vueltas, como una gran pelota

“43 cuentos, 18 testimonios, 99 personajes inciertos, 12 circunstancias discutibles, cinco episodios inverosímiles jamás contados, cuatro heridos, dos de muzzarella, tres de faina, seis cortados mitad y mitad, un almendrado y coso”.

Así se presenta la portada de "Una historia de fútbol". Un libro que editó Planeta para una colección que flanquea la revista "Un Caño". En base a esa excusa, el guionista de Peter Capusotto y autor de este libro futbolero, concluye:

“Escribo un libro gracias a que hice televisión. Empecé escribiendo cuentos hace treinta años pero después no lo hice más. Escribía para un programa que se llamaba ‘Piso 93 de Rafa Hernández’. Después apareció la oportunidad de hacer un libro del programa ‘Peter Capusotto y sus videos’, donde se escribieron cosas originales para ese trabajo. Escribí un cuento para la revista ‘Un Caño’ que le gustó a Hamilton y a partir de ahí fui escribiendo otros hasta que se fue armando el libro. Nunca pensé que iba a hacer un libro”.

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