El teniente coronel de milicias Pedro José de Campos se hizo cargo de la gobernación de la provincia en febrero de 1820, en medio de una profunda crisis institucional que se prolongaría durante años en nuestro territorio.
En esta anarquía generalizada, también durante su gobierno, Mendoza perdería para siempre la hegemonía como capital de Cuyo.
La anarquía nos invade
Mientras el enfrentamiento entre el Directorio y los caudillos del Litoral se sucedía en los alrededores del arroyo Cepeda, al norte de Buenos Aires, el verano de 1820 parecía anunciar la ruptura de la provincia cuyana.
La acentuación del centralismo, la continuación de la lucha contra los pueblos que seguían a Artigas, una política económica que iba hundiendo paulatinamente las industrias provincianas, las gestiones en busca de una solución y, finalmente, la Constitución de 1819, fueron los factores que condicionaron la disolución nacional de 1820.
En un rincón de San Juan, acantonado, el batallón de Cazadores de los Andes, después de participar en la Campaña Libertadora de Chile, se caldeaba. El 9 de enero de 1820 se sublevó, acaudillado por el comandante Mariano Mendizábal y los tenientes Pablo Murillo y Francisco Solano del Corro. En esta sublevación fue depuesto el teniente gobernador de la vecina provincia, Ignacio de la Rosa.
Según los revolucionarios sanjuaninos, la revuelta tenía por objeto “librar a San Juan del despotismo del doctor De la Rosa”, por cuanto las autoridades cuyanas se hallaban fuera de la obediencia al gobierno nacional.
Fue entonces que el gobernador intendente de Cuyo, brigadier Toribio de Luzuriaga, envió tropas a San Juan para sofocar la rebelión.
Finalmente, ante un posible enfrentamiento, por mediación del Cabildo sanjuanino, las tropas regresaron a Mendoza. Ante esta crisis, el 17 de enero de ese año, Luzuriaga dimitió de su cargo.
Después de su renuncia, una grave crisis institucional envolvió a Cuyo y principalmente a su capital, Mendoza. La anarquía había invadido a sus tres provincias. Mientras tanto, el Cabildo mendocino nombró en febrero de 1820 al teniente coronel Pedro de Campos como gobernador.
El hombre de carácter blando
Pedro José de Campos nació en Buenos Aires a fines del siglo XVIII. Se inició en la carrera de las armas desde muy joven. Antes de 1810, se radicó en nuestra provincia.
Fue capitán de las milicias de caballería desde 1813 y un año después, el entonces gobernador intendente de Cuyo, coronel mayor José de San Martín, lo nombró comandante general de Milicias. Campos participó en la reorganización de las mismas, en las que se reglamentaron los nuevos batallones de Cívicos Blancos y Pardos.
Algunos historiadores sostienen que era una persona sin aptitudes para el mando; al parecer, poseía un carácter blando y era muy poco comunicativo. No tenía la habilidad política para ser gobernador; tampoco se destacaba por la firmeza de sus ideas.
Después de su mandato, siguió radicado en Mendoza. No se sabe con exactitud la fecha y lugar de su fallecimiento.
Un mandato de 90 días
Los vecinos tenían expectativas con su gobierno y confiaban en que podría seguir a sus antecesores. Pero el caos político que se desató en San Juan y la declaración de la soberanía de las Provincias Unidas del Sud por parte de Cuyo -que Campos apoyó- despertó el descontento en algunos, situación que condujo, meses después, a su destitución.
Tras aprovechar la decisión de separarse los cuyanos del gobierno de Buenos Aires; en San Juan el capitán Mariano Mendizábal se reunió con los representantes del Cabildo de esa ciudad para manifestar la emancipación de Mendoza y también adherirse a las demás provincias federales.
Con la declaración de autonomía de San Juan y posteriormente la de San Luis, quedaba disuelta definitivamente la Gobernación Intendencia de Cuyo.
Mediante esta reacción, el gobernador mendocino intentó una conciliación con los sanjuaninos pero no tuvo el acuerdo esperado y, para impedir el derramamiento de sangre, aceptó la decisión que Mendizábal había tomado en San Juan y convino en las pretensiones de éste.
Durante los primeros días de marzo, el primer mandatario Campos ordenó que se realizara en la ciudad una celebración con repiques de campanas, cohetes y salvas. Sin embargo, el malestar continuó creciendo entre los vecinos más importantes, quienes no vieron con muy buenos ojos todos estos acontecimientos.
Finalmente, Campos dimitió en mayo de 1820. En su reemplazo fue elegido Tomás Godoy Cruz.