Se recuerda al hábil y veloz puntero izquierdo Vicente González, que en la década del ‘20 y del ‘30 al igual que su hermano Julio defendió los colores de Gimnasia y Esgrima e Independiente Rivadavia, como el primer mendocino que actuó en el fútbol de Buenos Aires. Lo hizo en los inicios del profesionalismo a partir de 1931 contratado por Independiente de Avellaneda en 1932 (2 partidos, sin goles) y por Ferro Carril Oeste en 1933 (8 partidos, 2 goles).
Resultó también el primer futbolista local que integró la Selección Argentina durante la disputa del entonces Torneo Sudamericano (actual Copa América) que se desarrolló en junio de 1921 en la cancha de Sportivo Barracas, con la participación de nuestro país que logró el título de campeón, Uruguay, Brasil y Paraguay
Posteriormente otro jugador surgido en las inferiores del Lobo, Bruno Rodolfi, un número cinco a la antigua, patrón del medio campo por su buen juego y personalidad, se incorporó a River Plate donde entre 1934-1944 completó 170 encuentros oficiales con 5 conquistas. Con la particularidad de que al principio jugaba en la reserva del Millonario porque era suplente del marplatense José María Minella y sin embargo lo hacía como titular en la Selección Nacional.
Para que se tenga una idea de su riqueza técnica se debe señalar que en los ‘40 actuó en la famosa Máquina riverplatense (Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau) y que se lo llegó a comparar con Ernesto Lazzatti y Angel Perucca, dos volantes centrales de alta jerarquía en esos tiempos. Hasta que a fines de esa década fueron otros los futbolistas del medio que tuvieron la posibilidad de intentar suerte y forjarse un futuro en el fútbol grande de AFA.
Esa distinguida nómina incluye a Jorge Benegas, que en 1947 pasó de Independiente Rivadavia a San Lorenzo de Almagro, Juan Francisco Lombardo, en 1948 de Atlético Argentino a Newell’s s Old Boys, Joaquín Lucio Tito Romeux en 1951 de la Lepra a Racing Club y José Giarrizo, en 1951 de Andes Talleres al Ciclón. Además de Pedro Benjamín Grima, el recordado y respetado “Don Pedro”, aquella entrañable gloria del pasado, que en 1949 dejó su querido Gimnasia y se convirtió en el primer mendocino que firmó para Boca Juniors, el mismo año que también lo hizo Héctor Peto Flamant procedente de Andes Talleres.
Quien a los 86 años de edad en un justo reconocimiento a su brillante trayectoria futbolística, su don de buena gente como esposo, padre y amigo y su buen nombre a nivel comercial en la época que manejó su propia empresa de productos lácteos, honra con su presencia y sus infinitos recuerdos las páginas centrales del suplemento de Más Deportes de este martes 11 de febrero.
Las crónicas de la época, de modo especial las de nuestro diario y las del vespertino La Libertad, recuerdan que era un excelente número 6 en tiempos que los equipos se paraban con un clásico 2-3-5. Se lo describe como un volante defensivo-ofensivo de mucha prestancia, de buenos recursos técnicos, buen dominio de la pelota, muy solidario y claro en la administración del juego, útil y laborioso, lo que se dice un jugador importante para cualquier sistema táctico.
“De frac, galera y bastón” fue el llamativo título de un artículo de contenido recordatorio que Los Andes editó a mediados de los ‘90 con la firma del periodista Eduardo Furlani Monti quien con su magnífica pluma realizó entonces una completa reseña del futbolista, que el 3 de abril de 2005, al celebrarse el Centenario Xeneize, quedó incorporado al Salón de la Fama de Boca Juniors.
En su vivienda de la calle Pueyrredón al 255 de la Quinta Sección, donde la memoria de su querida esposa Isabel Esther Gómez, fallecida hace dos años, lo acompaña de un modo permanente, Pedrito Grima corrió el telón de la nostalgia y volvió a aquella infancia de pantalones cortos: “Nací en esta misma calle Pueyrredón cuando recibía el nombre de Lamadrid en una época que había baldíos y campitos por todas partes y que los chicos del barrio compartíamos jugando a la pelota a toda hora. Me acuerdo del gran Felipe Gallego y de mi gran amigo, el Peto Flamant, que se fueron a jugar a Andes Talleres mientras yo elegí Gimnasia y Esgrima. Mi sobrino Francisco Nenucho Grima también se vino al Lobo en tanto que mi primo Carlitos Grima prefirió hacerlo en Independiente Rivadavia".
"En casa, éramos 8 hermanos -6 mujeres y 2 varones-, y como el viejo solo no podía alimentar tantas bocas, los dos varones le dábamos una mano. A los 13 años ayudaba en la bomba de nafta del Corralón Municipal donde el encargado era Araujo Benítez, aquel gran arquero del Lobo en las décadas del ‘20 y del ‘30, quién cuando supo que me habían hablado para ir a jugar a las inferiores de la Lepra, me llevó aparte y me dijo con tono muy severo: “Nene, si vos no vas a jugar a Gimnasia mañana no vengas a trabajar”.
Cuando llegué a mi casa se lo comenté a mi papá que era mi confidente, mi consejero, quien me aconsejó con tono paternal: “Vea, hijo, a mi también me gustaría que lo hiciera en Gimnasia y Esgrima porque ese club lleva parte de nuestro apellido”. También recuerda otras palabras de su padre en esa misma charla: “Mire, hijo, el fútbol tiene que ser su porvenir. Acuérdese lo que le digo, usted va a llegar muy lejos. ¿Y sabe otra cosa hijo?. Le va a ir muy bien, usted va a ser un triunfador”.
Amor azul y oro
El relato de Don Pedro continúa con otros pasajes y vivencias de sus inicios hasta que llegaría su pase a Boca, en 1949: “A mi regreso de una gira a Chile que un combinado del Lobo realizó en 1946, recibí la triste noticia del fallecimiento de mi papá (Juan José) el mismo día que lo estaban velando. Yo me había iniciado en una Sexta División junto a los hermanos Oscar y Raymundo Martínez, el Bebe Horno y el Rata Núñez".
"Después fuimos campeones con la Cuarta Especial, y en 1947 toqué el cielo con las manos porque ese año se produjo mi debut en Primera en un partido que le ganamos 2 a 0 a Luján Sport Club. Recuerdo el equipo del ‘48 porque fue uno de los mejores que integré en toda mi carrera: Pablo Rodríguez; Humberto y Rolando Bolognesi; Cocenza, Pérez y Grima; Donato Hernández, el tucumano Ortiz, Horno, Núñez y Lemos dirigidos por don Tomás Goldsack”.
A lo que agregó: “Al término de un Campeonato Argentino que se disputó en Buenos Aires y donde Mendoza resultó subcampeón al ser derrotado 2 a 1 por Tucumán, en la final se conoció el interés de Boca por mi concurso. La transferencia se hizo el 14 abril del ‘49 en 125.000 pesos de esa época que era una suma muy importante y que le permitió a Gimnasia terminar de pagar la antigua iluminación de su cancha del Parque”.
Y sigue: “Con el Peto Flamant nos tocó debutar apenas a los 10 días en un encuentro que se jugó el 24 de abril contra Independiente, que nos ganó 2 a 0 en la Bombonera. Nunca me olvido que esa tarde Simonetti me atajó un penal que tuve la responsabilidad de ejecutar quizá dominado por la ansiedad y los nervios. Luego me tocó alternar entre la Primera y la Reserva porque el titular era nada menos que el Leoncito Pescia, un jugador muy querido por la hinchada. Lo cierto es que hice realidad mi sueño de jugar en la Bombonera a la par de compañeros que recuerdo con enorme cariño y respeto: Lucho Sosa, Federico Edwards, Pepino Borello, Vaca, Diano, Colman, Magnelli, Herminio González, Cesáreo, Campana, Busico, Otero, Bendazzi, el Atómico Mario Boyé, Geronis, Salvador Grecco y Ernesto Lazzatti que anunciaba su retiro”.
Por otro lado, cuenta: “En 1953 se produjo mi regreso a Mendoza para jugar en Murialdo, nuevamente en Gimnasia y finalmente en Luján Sport Club donde colgué los botines para siempre, y donde tuve excelentes compañeros como el Negro Sacava, Valdez, Gabriel Mattioli, el Colacho González, Hugo Carrasco y otros. Siempre repito que soy un agradecido del fútbol porque me dio todo lo que tengo en la vida y porque me permitió jugar en un grande como Boca Juniors. Además siempre digo que dejé mi corazón en La Boca, que me honró en la fecha de su Centenario al colocar mi foto en un hermoso retrato que se encuentra en el Salón de la Fama. Cuando lo recorrí en el 2005 con mi esposa me temblaban las piernas y se me caían las lágrimas. Pensaba en mi papá -Juan José Grima- que nunca me pudo ver lucir los colores Blanquinegros de Gimnasia y Azuloro de Boca, como era su sueño”.