“Los pibes ganan partidos, los hombres campeonatos”. La frase que Antonio Rattín patentó en el ocaso de la década del 50 y que trascendió las fronteras de la Argentina encontrando adhesiones en todo el mundo del fútbol, aún tiene vigencia.
El tiempo y la reiteración sistemática del concepto no mancillaron el valor de una idea que va más allá de las épocas, los modismos y los intérpretes de turno. Hoy, casi 60 años después, el Gato Oldrá suscribe a esa vieja máxima futbolera que sostiene que, salvo en casos excepcionales, la juventud no es compatible con los objetivos más inaccesibles.
Lo venía advirtiendo en los últimos partidos y lo certificó el sábado tras el 0-2 ante Aldosivi, una caída que dejó secuelas de cara al futuro. Futbolísticas y de las otras.
Porque no es admisible que en un equipo corto en edad, cantidad y calidad, sus jugadores pierdan la cabeza fácilmente, se hagan expulsar innecesariamente, dejen al equipo en inferioridad numérica y le generen un verdadero dolor de cabeza al DT para armar el rompecabezas para el próximo encuentro.
De la realidad insoslayable se van desprendiendo aspectos que pintan de cuerpo entero a este Godoy Cruz del Gato Oldrá que pasa por un momento tan crítico como preocupante.
1) Inmadurez: Los dirigentes de Godoy Cruz jugaron la ficha más pesada desde que se supo que vendría inusual campeonato largo con 30 equipos. Nada es casual, todo se planificó bajo el ala protectora de Daniel Oldrá, un hombre de la casa que conoce a la perfección el paño de las Inferiores tombinas. Sin embargo, todo pasa por una cuestión de momentos y formas y los resultados están a la vista. Desde el cachetazo que le propinó Lanús (1-5) en la quinta fecha, quedó evidenciado que a los jugadores de menor trayectoria los abrumó la responsabilidad. Que no encontraron respuestas anímicas para combatir la presión y sobrellevar la situación. Y que incidió el hecho de la mayoría de los integrantes del plantel no cuentan con la experiencia previa de haber pasado por un momento similar. Y no es para menos. De los que saltaron al campo del Minella para enfrentar al Tiburón, sólo el sanjuanino Lucas Ceballos supera los 100 partidos en Primera División del fútbol argentino. Sobran juventud, condiciones, futuro y ganas, falta experiencia, jerarquía, presente y oficio para resolver con eficacia. Y es justamente esa carencia de madurez e inocencia las que llevan al equipo a cometer errores que cuestan goles y puntos como los que despilfarró Godoy Cruz en los últimos cuatro partidos (sumó sólo 1 de 12 posibles).
2) Desconcentración: La puntualización en el repaso de cada uno de los goles que recibió denotan esa carencia de liderazgo futbolístico y anímico tan necesarios en un deporte donde lo colectivo es más importante que la suma de las partes. En los últimos dos encuentros, ante el Rojo y el Tiburón, le convirtieron goles casi desde los vestuarios, algo que no resulta un dato menor frente a la constante misión de tener que superar adversidades. Porque no es lo mismo intentar buscar la fisonomía como equipo en la derrota tempranera que en la igualdad que genera el propio arco en cero. Los rivales se cierran, el dominio psicológico del juego pasa a otro terreno y la ausencia del funcionamiento se acentúa con el correr de los minutos. Ni hablar si el "5" levanta el codo innecesariamente e irresponsablemente deja al equipo con diez jugadores cuando todavía falta más de una hora para el final. Así, todo se hace cuesta arriba.
3)Irregularidad: Como muestra sirve su irregular andar en el campeonato: 2 partidos ganados, 2 empatados y 4 perdidos. En la tabla de posiciones marcha en la decimonovena ubicación. Y si no fuera por el experimental torneo de 30 equipos, habría que buscarlo en el fondo del mar. En la tabla de promedios (los últimos dos equipos descienden a la B Nacional)su situación, por ahora, es un tanto menos preocupante. Marcha en mitad de tabla (16°) y por debajo suyo todavía tiene catorce equipos. Claro que si sigue perdiendo, se complicará y mucho. Por ejemplo, con la victoria que consiguió Aldosivi ante el Expreso, el Tiburón quedó a escasas centésimas del Tomba. En consecuencia, comienza otra vez a mirar el promedio de reojo.
4) Inseguridad: Que Godoy Cruz es un equipo en construcción no es ninguna novedad. Lo que queda claro es que a los errores de principiante que comete hay que sumarle que el sistema de juego (5-3-2) no ofrece garantía alguna. No tiene salida por los costados y, como carece de un jugador desequilibrante en tres cuartos, y todo termina en un embudo. En Mar del Plata, el Tomba extrañó demasiado los arranques explosivos de Leandro Fernández, su jugador más desequilibrante del momento y otro de los futbolistas inestables que, al igual que el equipo, mezcla momentos de lucidez futbolística (es el goleador y asistidor del equipo) con raptos de pibe caprichoso, como la infantil expulsión ante River que le costó demasiado caro a él y al equipo.
5) Desconfianza: La encadenación de errores genera falta de confianza. Más allá de que es indudable la valentía y la enorme personalidad de muchos de estos pibes (Fernando Zuqui es el abanderado de ese gremio), la carencia de resultados positivos le van abriendo las puertas a la hoguera. El próximo sábado frente a Vélez el Gato está obligado a meter mano en el equipo. Un tanto por las expulsiones y otro poco por los rendimientos. Será una semana difícil en la que el cuerpo técnico deberá trabajar mucho en lo anímico.
Está claro, los pecados de juventud del plantel más joven de Primera División del fútbol argentino están a la vista. Y no hay confesionario que, al menos por ahora, pueda purificarlos.